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Urbieta Antique: la joyería romántica que viaja por el mundo en busca de piezas a las que dar una segunda vida

Fernando Abras fundó Urbieta Antique en 2020 con la misión de poner en valor el trabajo artesanal y la historia escondida en cada joya. ¿Su misión? Restaurar diseños vintage, certificarlos y buscarles un nuevo hogar. Os contamos su historia.

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Cortesía de la marca

“Urbieta nace para buscar una segunda vida a esas piezas de joyería que tienen una historia y, sin embargo, han sido abandonadas. Nos dimos cuenta que muchas de estas piezas se destruían porque la gente no sabía que existían”. Con el objetivo de preservar el trabajo artesanal que hay detrás de cada diseño, Fernando Abras abandonó la abogacía y fundó en 2020 Urbieta Antique, una “joyería” muy especial como una oda al romanticismo.

Desde entonces, Fernando y su equipo recorren el globo en busca de joyas de las que ejercen de “salvavidas”. “Nunca compramos a particulares, es una de nuestras normas”, aclara. Una condición sine qua non para garantizar el origen de sus piezas que, sin embargo, adquieren en subastas y anticuarios. Después, las trasladan a Madrid, algo que no siempre tiene un final feliz. “Aduanas, seguros… hay muchos envíos que se pierden por el camino”, aclara. Una vez llegan al taller, “normalmente en estado de UCI”, pasan por un proceso de limpieza y restauración. Después, el laboratorio gemológico GEMACYT es el organismo encargado de corroborar su autenticidad mediante el certificado HRD. Un paso que ralentiza todavía más los tempos. “Entre el 30-40% de las piezas vuelven al taller, esto se debe a si, por ejemplo, anteriormente en un rosetón se cambió un diamante por una circonita o un zafiro blanco”.

Desde Urbieta Antique, cuyo nombre se debe a la archiconocida calle de San Sebastián, ciudad con la que Fernando tiene una conexión especial, persiguen democratizar la joyería: que nos acompañe en nuestra rutina y no solo recurramos a ella en ocasiones puntuales, en contra de lo que dictaba la tradición clásica española donde escaseaban las piezas pequeñas más minimalistas. “Vemos miles de joyas y seleccionamos muy pocas. La estética es algo muy emocional, pero no tenemos diseños habituales que puedas encontrar en cualquier joyería. En nuestra colección conviven diseños de finales del siglo XIX y principios del XX holandeses; pero también piezas americanas art deco y de los años 50 o piedras como la roseta de zafiro negro de Inglaterra tan común de los años 50 o 60”, detalla.

En la cuidada colección que respaldan, que suele rondar las 100 joyas, albergan sortijas, pulseras, broches y collares. “Intentamos que el precio sea muy competitivo, el 70-80% de las piezas cuesta menos de 1.000 euros”. Entre las piedras más demandadas por parte de su clientela destaca “los zafiros, los rosetones clásicos de diamantes y las esmeraldas” (estas últimas cuelgan el sold out en menos de 24 horas). Aunque reconoce que también despiertan mucho interés diseños de la joyería clásica internacional ajenos a nuestra tradición, como los tresillos cruzados –“tan típicos de la joyería inglesa”- o las pequeñas rosetas de zafiro.

Si algo diferencia a Urbieta Antique de una casa de empeños tradicional o una joyería al uso, además del cuidado y mimo con el que eligen y restauran cada uno de los diseños, es el modelo de negocio. “Vendemos online y periódicamente hacemos ventas privadas en Madrid, pero huimos del modo de venta tradicional. Buscamos que la joya tenga una segunda vida real, que la persona la vea y piense: esta es para mi”.

No ponen etiquetas a su clientela e intentan ser plurales en la imagen que proyectan por medio de sus redes sociales -en Instagram atesoran más de 25.000 seguidores-, aunque en todos ellos sí coincide una sensibilidad especial por la joyería antigua y el trabajo artesanal. “Nos compran desde chicas de 20 a mujeres de 80, pero también hombres”.

Con una mirada global compartida que pone el foco en la sostenibilidad, Fernando reconoce que este sector es el eterno olvidado. “Cuando pensamos en reutilizar algo pocas veces pensamos en una joya, pero también es una forma de fomentar la economía circular y un modo de consumo sostenible”, concluye.

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