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Todos con sudadera y ‘leggings’: por qué la ropa deportiva se está imponiendo sobre las prendas tradicionales

Lo de vestir cómodos a diario no fue solo un efecto de la pandemia. Distintos factores sociales y económicos han logrado que el ‘athleisure’ (la ropa deportiva usada a diario) esté dinamitando los códigos de vestimenta tradicionales.

smoda

Muchas de las predicciones nacidas en la pandemia no han sido del todo acertadas. Hace poco más de un año, se hablaba de “volver a arreglarse” en el sentido más tradicional del término o de “retomar la cara más expresiva de la moda” porque, a fin de cuentas, el mundo vivió 2020 y buena parte de 2021 en chándal ya que necesitaba priorizar la comodidad sin observadores externos que juzgaran o leyeran nuestra forma de presentarnos ante el mundo. Pero después de aquella excepción, decían, se imponía la vuelta a lo excesivo. No ha sido así. Durante este verano y el próximo invierno, la ropa básica y minimalista, esa tendencia que pocos esperaban y que responde al clima de incertidumbre económica actual, convive con prendas de inspiración deportiva: sudaderas, cortavientos, mallas o pantalones técnicos que se imponen como prendas de lujo desde las pasarelas de Miu Miu, Diesel, Givenchy o Balenciaga, una idea que se refuerza en las colecciones crucero mostradas recientemente. Si Nicolas Ghèsquière en Louis Vuitton ha recuperado su obsesión por el neopreno y los pantalones ciclistas, Gucci combina vestidos con camisetas de running y hasta Chanel, que lleva siglo y medio actualizando chaquetas de tweed y vestidos negros como quintaesencia del lujo, ha optado por inspirarse en la estética fitness de los ochenta, calentadores incluidos.

Abra.
Abra.

Esta es, digamos, la versión premium y mediática de lo que ocurre en la calle: los consumidores se resisten a dejar de lado eso que los anglosajones llaman athleisure, es decir, incluir las prendas deportivas en momentos y circunstancias que no tienen que ver con el deporte. “La realidad es que la covid-19 ha producido cambios en los comportamientos (muchas empresas han instaurado de forma definitiva formatos flexibles de trabajo) y, especialmente, en nuestra manera de pensar. Es decir, el cambio más importante es el impacto en nuestra mente, que permanece. Porque las ganas de disfrutar del aire libre, de seguridad, comodidad y confort permanecen y en ese sentido el athleisure es una respuesta a ello”, explica Patricia SanMiguel, profesora de Marketing de ISEM Fashion Business School. Se estima que este mercado, el de las prendas deportivas para uso diario, alcanzará casi 550.000 millones de euros en 2024, según datos de la consultora Allied Market Research. Desde Edited, la plataforma que aporta datos de consumo a distintas marcas para centrar sus directrices comerciales, afirman que “el mercado deportivo para mujeres crecerá a buen ritmo en los próximos años, pese a tratarse de un segmento históricamente ligado al consumo masculino. Del mismo modo, las prendas de deportes tradicionalmente practicados por mujeres, como el yoga, están recibiendo demanda masculina”. Lo cierto es, sin embargo, que la pandemia no ha desencadenado esta fiebre por la ropa técnica y cómoda, solo la ha acelerado: el concepto athleisure entró oficialmente en 2016 en el diccionario Merriam-Webster, síntoma de que llevaba mucho tiempo instalado en los armarios de la gente, y por motivos que no tienen demasiado que ver con el pragmatismo.

Filippo Fior

De los polos de piqué del tenis patentados por René Lacoste en los años treinta o las sudaderas con el nombre de las universidades que popularizaron los estudiantes de la Ivy League en los cincuenta hasta las mallas para hacer yoga de la actualidad se puede trazar un hilo conductor: el estatus. Ya sea porque ciertas prácticas (golf, vela, tenis…) están tradicionalmente ligadas a ciertos grupos sociales o porque, en términos generales, la buena forma física “ha sido siempre una forma de demostración de un estilo de vida ocioso”, cuenta la historiadora Deirdre Clemente en su libro Dress Casual: How College Students Redefined American Style, un ensayo que liga la historia de la ropa de sport, exportada al mundo principalmente por la industria de la moda norteamericana, con las clases altas (y jóvenes) de la sociedad. Una lógica que explicaría, entre otros, por qué en el cambio de siglo muchas firmas deportivas globales decidieron asociarse con diseñadores de culto como Yohji Yamamoto, Raf Simons o Stella McCartney, dando lugar al hoy muy lucrativo mercado del chandalismo de lujo, pero que también explica por qué firmas como Lululemon, la marca canadiense que nació en los noventa ligada al uniforme de yoga, se convirtió con el paso del tiempo en una enseña global que simbolizaba en la calle un estilo de vida acomodado. “Nuestro enfoque en prendas técnicas nos permitió beneficiarnos de las tendencias en el comportamiento del consumidor hacia el bienestar, que se vuelven cada vez más importantes año tras año”, cuenta a S Moda Sarah Clark, su vicepresidenta para Europa, África y Oriente Próximo, que incide en el hecho de que Lululemon “amplía su gama de productos a medida que lo demanda su comunidad”. A día de hoy venden ropa interior, de baño y hasta vestidos deportivos inspirados en el tenis, aunque el equipamiento de yoga y pilates sigue siendo su gama estrella. No se trata solo de llevar una vida saludable, sino de señalarlo, ya sea en una oficina, una calle concurrida o un post de Instagram. Por eso, una chaqueta de montaña de Patagonia de 600 euros simboliza hoy casi tanto como un bolso de firma; por eso, en los últimos años firmas como Moncler están viviendo una nueva etapa dorada (la marca ocupa el tercer puesto de las más buscadas, según Lyst, por debajo de Prada y Miu Miu) o por eso pequeñas enseñas de ropa deportiva creadas recientemente, como Outdoor Voices, protagonizan casos de estudio por facturar, según Business of Fashion, 90 millones de dólares en 2022. Su lema es «ropa técnica para la recreación». “El estilo más pujante ahora es la unión de prendas deportivas con prendas formales para ir al trabajo y diseños con un toque retro. Chaquetas americanas con gorras o pantalones de chándal con zapatos de vestir”, cuentan desde ISEM, donde señalan que el principal consumidor de este tipo de estilo no tiene un único target: “Encontramos a mujeres jóvenes trabajadoras mileniales, de entre 25 y 40 años, que desean ir a trabajar con un look compatible con una vida dinámica, en la que en un solo día te encuentras en múltiples escenarios y a muchos universitarios y adolescentes, que consideran que ir cómodo no está reñido con cuidar la imagen”.

Diesel.
Diesel.Paolo Lanzi

El chándal como respuesta a la incertidumbre

Dos ejemplos aparentemente alejados entre sí prueban el reinado del athleisure. Un informe de Kantar Media de 2021 situó a Decathlon como la tienda de ropa en la que más compraban los españoles, por delante de Primark y El Corte Inglés. Por otro lado, tras años en los que el fast fashion basaba su oferta en inspirarse en las tendencias que proponían en pasarela las grandes marcas de lujo, Skims, la marca de ropa moldeadora que Kim Kardashian fundó en 2019 junto a los británicas Emma y Jens Grede, se ha convertido, según la revista Business of Fashion, en la firma más copiada por las compañías de gran distribución (además de haber facturado 600 millones de dólares en 2022). Por supuesto, parte de su éxito reside en el poder prescriptor de su dueña, pero no solo; Skims, con sus prendas básicas en colores neutros, aglutina los principales rasgos materiales y sociales por los que el athleisure ha superado la categoría de tendencia para convertirse en fondo de armario: materiales innovadores, tallas inclusivas, precios asumibles y prendas que trascienden las temporadas e incluso las estaciones. Las mismas prerrogativas que maneja Decathlon, pese a que el relato de la primera se asocia a la moda y la estética en el sentido más clásico y la segunda aún se percibe en el imaginario colectivo como una tienda de ropa, práctica y democrática.

Miu Miu.
Miu Miu.Filippo Fior

Las innovaciones en materia textil siempre se han iniciado en el mercado de la ropa deportiva y mucho después se trasladaban a la moda. Del mismísimo punto, que inicialmente estaba casi restringido al ámbito del entrenamiento, a las fibras sintéticas, los tejidos impermeables (que datan de 1930), el spanx o el neopreno. “Además de la comodidad, desde hace un tiempo los consumidores han empezado a demandar que las prendas que usan a diario, más allá del deporte, tengan calidad y ciertas características técnicas”, explica la vicepresidenta de Lululemon. Sea cual sea la circunstancia, nos hemos acostumbrado a valorar la ligereza, la resistencia o incluso la termorregulación como criterios de compra. Desde Edited explican que “es esta innovación en los tejidos la que ha hecho que el mercado deportivo sea pionero en probar nuevos materiales sostenibles, reciclados o biodegradables”. Pero obviamente las razones de este fenómeno hay que buscarlas más allá de lo físico. Tal y como explican en un informe de McKinsey sobre las previsiones de este mercado durante este y el próximo año, “la inflación y la probable recesión económicas que afectarán a toda la industria textil son más manejables en este sector de negocio, que tiene precios más accesibles y gran capacidad de respuesta en lo que respecta a la cadena de suministro”. Porque hay algo en la ropa deportiva que, inconscientemente, los consumidores buscan y que hace que sea más fácil para las marcas de ese segmento ajustar sus planes de distribución: prendas y estilos que trascienden las temporadas y, por lo mismo, ya no se compran pensando en el clima, cada vez más impredecible. “Desde una perspectiva empresarial, nuestro inventario, que se basa en muchos estilos centrales clave sin estacionalidad, nos ayuda a navegar y mitigar las interrupciones dentro de la cadena de suministro”, explican en Lululemon, una idea que puede aplicarse a buena parte de las enseñas deportivas y de athleisure, que definen su identidad de marca en base a piezas básicas que se repiten temporada tras temporada. Si, por razones obvias, en las pasarelas los inviernos y los veranos cada vez son más difusos, mostrando abrigos y pantalones cortos casi durante todo el año, en el sector de la moda deportiva, lo que un momento era visto como hiperespecialización (en función del deporte al que cada una se enfocaba), hoy se percibe como una alternativa real y práctica ante la incertidumbre climática y económica. El chándal no es, como decía Karl Lagerfeld, un signo de derrota vital, sino un símbolo de resiliencia en el presente.

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