Una de las anécdotas más singulares del mundo de las tendencias es la que sirvió de germen del bolso Birkin de Hermès. A principios de los años 80 la cantante y actriz Jane Birkin maldecía en pleno vuelo París-Londres a todas las casas de accesorios por ser incapaces de crear un bolso que se adaptase a todas sus necesidades. Merde! ¿Cómo podía colocar los biberones de su hija Lou dentro de un cesto y evitar que danzasen en su interior al son de su paso? ¿Cómo iba a conseguir guardar aquella escultura de mimbre en el nimio maletero de cabina del avión? La anglo-francesa, cual caperucita moderna, había puesto de moda el uso de cestos tradicionales como maletines en la década anterior. Era el epítome del chic francés relajado, que por lo narrado era poco práctico.
La casualidad quiso que en la misma nave viajase Jean-Louis Dumas, gerente entonces de Hermès, que presto se puso a dibujar un modelo que cumpliese con las exigencias de Jane. El inteligente Dumas las cogía al vuelo. Así nació el Birkin, un bolso de viaje rectangular, de piel flexible, muy amplio y con un compartimento para los biberones. Este diseño sigue en boga 37 años después y las canastas han vuelto a ocupar un sitio de honor en los armarios de primavera. Hermès, siempre en la vanguardia silenciosa de las maisons de lujo, sacó a la venta en 2012 su propia versión del Kelly (otro de sus modelos más laureado) con cuerpo de mimbre y solapa de piel de becerro Clémence. En el mercado de segunda mano se puede conseguir por más de 63.000 euros. Todo un objeto de coleccionista.
Cesta Yvan de Rouje (145 euros)
Hace un par de estíos, si no son tres, que los capazos y sus derivados de paja son definidos como el bolso de la temporada. Tiene sentido; recuerdan, mientras no lo estamos, a las vacaciones consumidas y también a las que están por disfrutar. Están construidos de paja y mimbre, saben a tiempos mejores.
Esta primavera exige aferrarse a la memoria de otras. La pasada Semana Santa la pasamos en casa, confinados, y ésta limitados geográficamente. Las cestitas nos vienen como asa al cubo dadas las particulares circunstancias de nuestros días supeditados a la salud general. Estas alforjas se tercian como un símbolo de escapismo, como un objeto que sirve para hacer volar la imaginación o un arma para recrear escenas campestres y playeras en manos de a quienes estos destinos de recreo les están vetados. El cesto es un eficiente placebo al que aferrarse ante un futuro todavía incierto.
Este tipo de complemento de mimbre, la oferta es tan variada que abriga bajo su paraguas incluso a las bolsas de pescador, también entronca con la idea de lo artesanal, con la tradición española y la mediterránea que va más allá de nuestras costas. La labor de los artesanos es cada vez más apreciada por un consumidor consciente, por primera vez en mucho tiempo, de la importancia de la calidad y de preservar ciertos oficios que definen a los pueblos y enriquecen una cultura amenazada por ese fenómeno que arrasa con todas las notas de color identitarias llamado globalización. No resulta extraño que JW Anderson, que está obsesionado –en el buen sentido- con los oficios centenarios, haya dibujado capazos tanto para Loewe como para su firma homónima.
Las canastillas con asidero además, lo sean o no, hablan de alguna forma de sostenibilidad por sus fibras naturales con las que parecen (no siempre lo son) estar confeccionadas. No es paja todo lo que reluce. El sector de la moda ha emprendido el camino hacia la sostenibilidad. La presencia de prendas sostenibles ha aumentado un 38% en las pasarelas de Otoño/Invierno 2021 frente a las de primavera del mismo año según Tagwalk.
Bolso Basket pequeño en hoja de palma de Loewe (340 euros)
MINI BASKET BELT TOTE DE JW ANDERSON (350 EUROS)
Los capazos originalmente estaban elaborados en palma o esparto y su uso se destinaba a transportar principalmente alimentos. Aunque también servían para recoger basura. El génesis de la cesta se remonta al Neolítico y se utilizaba para recoger frutos. Los griegos consideraban a Atenea, diosa de la sabiduría y la guerra y patrona de los artesanos, su inventora.
Las fibras más usadas para la confección de estos complementos son las de las especies gramíneas (trigo y maíz), salicáceas (mimbre) y ciperáceas (carrizo y totora) ¿Quién los llevó antes? ¿La pasarela o la calle? Evidentemente fue el asfalto, o más bien, la tierra, porque hasta hace no tanto las cestas y los capazos estaban destinados al uso campestre y playero. Este interés masivo, evidentemente, no ha escapado a los cerebros de ventas de las marcas. Etro, Prada, miu miu, Brunello Cucinelli, Altuzarra, Sacai y Hainat Atlántica, Magalie, Cesta Collective y las tiendas de barrio a pie de calle ofertan sus modelos esta temporada. Diseños trenzados que han evolucionado, adoptando nuevas formas –además de las clásicas- y colores, y en los que la rafia se combina con el cuero y la tela. Sin perder un ápice de funcionalidad, la cesta se ha adaptado a las circunstancias. Amoldarse o morir.
Rainbow Crossbody DE CESTA COLLECTIVE (550 EUROS)