_
_
_
_
_

¿Qué hay que regalar en las bodas?

El dinero se impone como regalo, aunque no siempre gusta. ¿Es suficiente con el precio aproximado del cubierto o hay que doblarlo? La media está en torno a los 150 euros.

regalo de boda

Desde el momento en que ese amigo o ese familiar comunican la noticia -¡Nos casamos!- empieza el cálculo mental: la ropa, la despedida de soltero, el desplazamiento si hay que hacerlo, puede que hotel y el regalo, claro. En efecto, las bodas por lo general son una ruina. Y en tiempos de inestabilidad económica es muy posible que la cortesía y el protocolo se den de bruces con la realidad. ¿Qué, cuánto y cómo hay que regalar para no quedar mal en 2012? Las tradicionales listas de boda están de capa caída desde hace años, en parte porque la mayor parte de las parejas que se casan ya viven juntas y por tanto ya tienen resuelto el menaje del hogar.

Desde hace ya más de una década se ha extendido la práctica de regalar dinero en metálico, que se ingresa en una cuenta de los novios. Y la convención dice que la cantidad que se regala debe por lo menos cubrir el precio del cubierto. La media anda por los 150 euros, aunque la cifra se quedaría justa en una boda de postín, en la que el precio por comensal fácilmente puede alcanzar los 300 euros.

Diego Zala, Jefe de Estudios de la Escuela de Protocolo de Madrid, no aprueba la costumbre de regalar vil metal. “No me parece apropiado. Los novios invitan a la gente con la que se suponen que quieren compartir ese día y en principio si te invitan, te invita. No deberías tener que pagar tu cubierto. El regalo debería ser algo discrecional. Además, todavía existe el género de boda en que los novios van recogiendo sobres de dinero y eso me parece lo peor”. La solución, para Zala, sería optar por bodas más pequeñas, para que cueste menos cubrir los gastos, “enlaces de 50 invitados como máximo”, sugiere.

En cambio, Concha Molina, autora del libro Di sí quiero con estilo (Rojo de Fassi) cree que regalar dinero es lo que va “más acorde con los tiempos”. “Para evitar meteduras de pata, lo más natural es preguntar a los novios o bien a algún familiar qué es lo que prefieren ellos y, en caso de que sea dinero, pedir un número de cuenta nada más recibir la invitación para hacer el ingreso en los días siguientes”, aconseja. Eso sí, Molina cree que el invitado rumboso paga el doble de lo que calcula que va a costar el cubierto: “una boda es un acontecimiento de felicidad y que el hecho de ser un invitado debería ser motivo de agradecimiento”•

¿Se debe incluir el número de cuenta en la invitación?

Este método podría descalabrar durante años la economía de Maria Molins. Esta barcelonesa de 29 años ha recibido este año nada menos que 12 invitaciones de boda este año. Finalmente, tras un duro proceso de eliminación, ha decidido ir solo a siete de ellas. Por motivos económicos pero también por imposibilidad geográfica. El mismo fin de semana de junio se la requiere como invitada en Mallorca, en Italia y en Barcelona. “Es un gasto imposible. Además, con mi novio hemos decidido que si la boda es de un amigo suyo, él paga el regalo de los dos y viceversa, así que en las bodas de mis amigas pago el doble”. Molins empezó regalando 150 euros pero cree que la cantidad ha quedado justa y ha subido a 200 por persona. Como propietaria de la tienda Biombo Atelier, especializada en vestidos de fiesta, está acostumbrada a oír hablar de bodas. “Una clienta me comentó que todos sus amigos se casaban el mismo año y pactaron no hacerse regalo, tan sólo una cesta de frutas y champagne en la habitación del hotel”, cuenta.

Son muchos los invitados que se niegan a regalar dinero, por encontrarlo demasiado frío y buscan alternativas, aunque no siempre aciertan. “Yo nunca regalaba dinero y en al última boda, la novia nos lo suplicó”, explica el joven arquitecto Lluís Escudero. Pero hay alternativas, como regalar etapas de la luna de miel o el hotel de la noche de bodas. Y detalles más originales. Ariana Díaz Celma, que gestiona la web de ocio y estilo de vida Good2b.es y ejerce como Dj ocasional asiste próximamente a una boda. “Y yo soy el regalo de un invitado”, explica. Es decir, un amigo les regala a los novios su sesión de pinchadiscos. La ilustradora y diseñadora gráfica Rachel Sender, ofreció recientemente varios cuadros suyos enmarcados en un enlace. “La novia me llamó al día siguiente emocionadísima. Creo que le gustó más que un ingreso. O eso dijo”. Sender reside desde hace unos años en Rotterdam y ha detectado una enorme diferencia en los usos y costumbres nupciales. “Unos amigos holandeses fueron hace poco a una boda en Valencia y alucinaron con el nivel de gasto. Aquí es todo más discreto y sólo hace regalos la familia directa, y ni siquiera los de la misma generación, sólo padres y abuelos”, compara.

Emma O’Sullivan, británica afincada en España, también encuentra chocante la costumbre patria. “Lo del dinero me parece demasiado directo, muy poco británico, aunque supongo que más sincero”, comenta. En Reino Unido todavía se estila bastante al lista de bodas, generalmente en la cadena John Lewis, un Corte Inglés más estiloso, “pero muchas veces los novios llevan ya años viviendo juntos así que se percibe como una manera un poco aprovechada de actualizar sus toallas y sus vajillas, así que mucha gente lo ignora y compra su regalo en cualquier otro sitio”. También es muy habitual que los novios pidan que no se les haga ningún regalo o que donen dinero a una determinada ONG. La diferencia seguramente también reside en que se trata de eventos a menor escala y sin barra libre, ese inveterada costumbre española (intenten cobrarle a un invitado en gin tonic en una boda ibérica) que encarece mucho las bodas.

¿Y qué opinan los novios? Cristina Taberne se casa a finales de junio en Barcelona y tiene previsto incluir un número de cuenta en las invitaciones de boda. “Puede que sea la forma más fría pero nos parece la más cómoda para todos. Así no tienen que llamarte para decirte qué quieres y tampoco condicionas a nadie en cuanto al precio del regalo, cada uno hace lo que quiere y puede”, comenta. Aun así, algunos familiares optarán por detalles más personales. Como invitada, prefiere preguntar antes: “Unos amigos nos pidieron hace poco un cuadro que habían visto en una galería”. Se haga lo que se haga, compartir la felicidad de los amigos sale por un pico.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_