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Patrick McDowell, el joven gurú de la moda con conciencia que sostiene que la ropa es un arma social muy poderosa

Su visión honesta y alternativa del negocio lo han convertido en asesor de grandes marcas.

Patrick McDowell posa en la nueva ‘concept' store inaugurada en La Roca Village para apoyar a los nuevos creativos locales. El diseñador lleva varias temporadas colaborando con ‘The creative spot’, la iniciativa que la empresa lleva a cabo para asesorar y dar cabida al talento emergente en moda.
Patrick McDowell posa en la nueva ‘concept' store inaugurada en La Roca Village para apoyar a los nuevos creativos locales. El diseñador lleva varias temporadas colaborando con ‘The creative spot’, la iniciativa que la empresa lleva a cabo para asesorar y dar cabida al talento emergente en moda.Anna Huix

A Patrick McDowell estos dos años de pandemia le crearon, como a todos, varias heridas emocionales, pero, laboralmente hablando, le han venido hasta bien. “Pude pararme a pensar lo que quería y lo que no, porque desde que me licencié todo fue como una montaña rusa”. Tiene 26 años y se graduó hace cuatro (con beca) en Saint Martins, con una colección que contó nada menos que con el apoyo de Burberry. Hizo su año de prácticas en la marca y, cuando se fue, escribió una carta a su entonces director creativo, Christopher Bailey, para que le dejara utilizar la enorme cantidad de materiales que habían ido desperdiciando durante la confección del desfile.

Tres años más tarde presentaba dos colecciones más, una basada en su propia historia familiar (convirtiendo a su madre y sus cinco tías en bomberos, la profesión de su padre) y otra, con prendas digitales, que imaginaba el Vaticano como un lugar sexualmente inclusivo. Pero el punto fuerte de McDowell, lo que le hace ser el creativo con una de las carreras más fulgurantes, no es este potente imaginario visual, sino un aún más fuerte punto de vista alternativo de este negocio. Saber lo que no quiere es lo que le ha llevado a ser, en dos años, director de sostenibilidad de Pinko y el primer diseñador elegido por Jimmy Choo para formar parte de su programa de mentoría. Para empezar, a McDowell no le interesa la moda, sino la ropa. “Pienso en el lugar en el que crecí (las afueras de Liverpool) y en cómo toda la gente que me rodeaba, con trabajos precarios en los que en la mayoría de las ocasiones había que llevar uniforme, gastaban lo poco que les sobraba en verse bien. En la peluquería, las uñas, los vestidos que dijeran ‘yo no soy mi trabajo; soy mucho más’. Eso, aunque no nos demos cuenta, es un posicionamiento político. Y eso es lo que me interesa, la parte política de la ropa y cómo, a través de algo tan inmediato, podemos no decir nada, o decirlo todo”.

La profundidad con la que se enfrenta a su objeto de trabajo y la distancia crítica respecto a los prejuicios de su profesión, lo han convertido en una rara avis del sistema. Tanto que el joven diseñador se costea sus propias creaciones educando a terceros en un nuevo modelo de producción que aúna innovación, diseño y sostenibilidad. Un mentor de solo 26 años que acaba, por ejemplo, de ofrecer una clase magistral dentro de Barcelona Fashion Forward, la concept store temporal que acaba de abrir La Roca Village para apoyar a distintos creadores emergentes que trabajan de forma ‘limpia’. “Cuando se habla de sostenibilidad, casi siempre aludimos a materiales orgánicos o innovadores, pero el gran problema es la sobreproducción”, afirma.

Desde su proyecto, Reimagine, McDowell y su equipo practican el famoso upcycling, es decir, dan nueva vida a tejidos sobrantes o prendas en desuso (él mismo lleva haciéndolo desde la adolescencia, cuando se hacía las mochilas del instituto con vaqueros viejos), “pero no es lo mismo implementar estas dinámicas en una marca de cientos de personas”, comenta, refiriéndose a su trabajo en Pinko. “Lo más difícil es cambiar la mentalidad de los implicados, y lo entiendo, porque llevan años trabajando de la misma forma y tienen miedo a que el cambio les perjudique”.

Su visión es tan honesta (y disidente) que ni siquiera quiere que su marca crezca: “Estoy viendo cómo avanzar con pedidos por encargo y pequeñas cápsulas; pero no creo en producir cosas nuevas cada poco tiempo ni quiero que mi trabajo sea estresante. Soy de los que creen que es mejor trabajar de forma inteligente que trabajar mucho”, explica. “Creo que después de la pandemia más gente busca una relación emocional e incluso activista con la ropa. Por eso yo no quiero diseñar prendas que quiera llevar todo el mundo. Por algo mi marca favorita es Versace, porque es lo que es y no quiere ser otra cosa. Si no te gusta, no lo compres”. Tampoco, pese a trabajar como mentor, quiere dar lecciones. “Lo que quiero es que la gente sea crítica, que se pregunte qué piensa realmente sobre su ropa y su modo de utilizarla, porque la ropa es un arma social muy poderosa”.

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