
Modelos durante el desfile de Gucci en Castel Del Monte. Foto: Getty
Gucci presenta su nueva colección, un diálogo cósmico entre el medievo y el futuro
Alessandro Michele ha presentado en Castel del Monte, una fortificación del siglo XIII en la región de Apulia, una colección inspirada en la relación entre los filósofos Hannah Arendt y Walter Benjamin.
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Foto: Daniele Venturelli/Getty Images
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En un lugar remoto, en el Castel del Monte, una fortificación del siglo XIII en la región italiana de Apulia, ha presentado Alessandro Michele su nueva colección. Para el creador, esta es una puerta a las estrellas: es aquí donde se comunican el firmamento y la tierra, un lugar perfecto para presentar su desfile Cosmogonie.
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Antes de ver el desfile la invitación ya anticipaba que algo mágico ocurriría esa noche. Cada asistente recibía el código de la estrella que Gucci había bautizado con su nombre. "Un desfile de moda es como una constelación, muchos elementos separados que solo tienen sentido unidos", explicó esa misma mañana el diseñador de Gucci Michele.
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Unir los elementos de algo que el diseñador romano considera inexplicable, cómo funciona la creatividad y qué significa ahora su trabajo, ser diseñador de moda en el siglo XXI, es precisamente lo que trata de hacer Michele en cada colección que presenta. Suele utilizar para ello una narración filosófica que conecta los puntos, igual que sucede con una constelación.
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En este caso, el punto de partida era la conversación entre Hannah Arendt y Walter Benjamin, su amistad y la reflexión sobre el suicidio de Benjamin tras abandonar París. ¿Y si Benjamín murió porque no podía vivir sin sus libros, confiscados por la Gestapo. Sin su colección de citas y fragmentos?, se preguntó la pensadora alemana. Benjamin basó parte de su práctica filosófica en las imágenes dialécticas, a las que a menudo llamaba constelaciones resultado de la relación inconsciente y onírica de conceptos, citas y pensamientos que conformaban un todo unido por un hilo invisible que le daba sentido, el mismo hilo conceptual con el que Michele teje su colección uniendo en ella pasado y presente, materia y concepto, universo y un pequeñísimo punto en un mapa que es un castillo en la cima de una montaña.
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"Mis lenguajes son múltiples y los hago conversar. Traigo los lenguajes del pasado al presente, es lo que siempre ha hecho Gucci. No me pesa el pasado, soy consciente de que esta compañía tiene 100 años pero parece un niño y eso es porque siempre ha vivido en su momento", contó el creativo.
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El diálogo entre pasado y futuro, patente en esta puesta en escena plagada de referencias medievales en coronas con inmensos pendientes (en forma de constelaciones, eso sí) y que rebuscaba también en otras imágenes de la época, como las cortesanas con sus tules y sus corsés y las botas de altísima caña acordonadas, que hablaban en la pasarela con gafas retrofuturistas y bolsos de nuevo cuño que se atan a los brazos, casi como elementos de un uniforme galáctico.
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Honrar el pasado desde el presente define el ADN de la casa italiana, nacida en Florencia en 1921 y que ha buscado siempre vestir a sus contemporáneos. "Gucci no nació como la moda francesa vistiendo a monarcas y nobles porque Italia era una república. Gucci inventó un nuevo grupo a quien vestir, artistas, actores, creativos", detalló Michele despojando también de significado aristocrático al castillo donde se presentó la colección.
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La relación con el tiempo actual no se limita solo a las personas que visten su ropa, sino a lo que ocurre en el mundo. El diseñador explicó que en los momentos convulsos es cuando más se necesita la belleza y el arte. "Hannah Arendt y Benjamin se hicieron amigos en un momento de extremo sufrimiento y horror histórico, como ahora. Cada vez que voy a trabajar por la mañana con telas, colores, cosas bellas, siento que puede ser superficial, pero siempre hay una guerra, siempre sucede algo, por eso creo que el papel de los creadores es más importante cuanto más conflictivo es el momento. Benjamin y Arendt no pararon de crear".
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El desfile lo cerró la modelo Lily McMenamy con un espectacular vestido azul de terciopelo que llevaba bordadas varias constelaciones. Mientras recorría la pasarela se proyectaban en las paredes fortificadas de Castel del Monte luces que recrean un firmamento que dio paso a la formación de varias constelaciones que acabaron creando una cosmogonía lumínica.
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