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Nicole Richie, la metamorfosis de una chica mala

La narrativa mediática tiene un surtido bastante limitado de relatos que suele aplicar a sus protagonistas, sobre todo a las mujeres. Está el de «la chica buena que se pervierte», como Rihanna, que se lo creyó tanto que incluso tituló así su tercer álbum, Good Girl Gone Bad. Y está, por contra, el de la descarriada que acaba encontrando el norte. Esa es la historia que solemos escuchar sobre Nicole Richie. Solo hay que echar un vistazo a los titulares que lleva años protagonizando: «Nicole Richie madura» (Today, junio de 2013), «Nicole Richie crece» (Interview, noviembre de 2009), «Nicole Richie, de salvaje a suave» (US Magazine, septiembre de 2011). «La evolución de Nicole Richie: de chica mala a reina del boho» (The Huffington Post, septiembre de 2011). ¿Qué opina ella de tanta maduración? «Han pasado 10 años. Es un hecho científico, claro que he crecido, pero lo que diga la gente no me importa. Yo me dedico a vivir la vida como quiero», asegura a S Moda.

Lleva bien las cuentas. En diciembre, hará una década que el gran público conoció a Nicole, la hija adoptiva del cantante Lionel Richie, como la amiga entonces regordeta de Paris Hilton en el reality de primera generación The Simple Life. Su humor, sus mechas y sus accesorios tenían poco de discretos y quizá por eso, y como suele suceder en estos programas, la segundona acabó robándole el protagonismo a la estrella.

Richie se metió al público estadounidense en el bolsillo con sus bromas gamberras y su curiosa biografía. Sus padres biológicos, el músico Peter Michael Escovedo y la asistente Karen Escovedo, se habían ido a vivir con los Richie cuando Nicole era un bebé y acabaron por cederles la custodia, aunque el cantante y su mujer no la adoptaron legalmente hasta que cumplió los nueve años. A pesar de lo atípico de la situación –Michael Jackson fue su padrino–, a Richie le gusta insistir en lo normal que fue su infancia. «No iba al colegio en Beverly Hills, sino al del valle [como se refieren los habitantes de Los Ángeles al menos glamuroso Valle de San Fernando]. Jugaba al fútbol, iba a fiestas y tenía hora para llegar a casa. Es cierto que íbamos de tour con mi padre pero no lo procesaba como algo distinto, no tenía muy claro que fuese famoso, solo sabía que su trabajo implicaba viajar y no dormir en casa cada noche». 

Vestido de Stella McCartney.

Andrew McPherson

Tras el estreno de The Simple Life, cuando Richie tenía 21 años, empezaron los famosos días salvajes de Nicole. O, por lo menos, el público supo de ellos. En 2006 la arrestaron por conducir en dirección contraria en la autopista y por haber consumido varias sustancias («encontraron un globo de heroína en el coche pero no era mío», declaró a People). Acabó cumpliendo una pena de 82 minutos en prisión. Mientras, perdía más y más peso hasta que llegó a tener el aspecto de un frágil pajarillo. Se dijo de ella que era el ídolo, la thinspiration, de la comunidad Pro-Ana (proanorexia). Y ni siquiera se le concedía el mérito de pulir su nuevo estilo, una versión especialmente californiana del chic bohemio. Richie fue, como Lindsay Lohan, una de las zoebots, las celebridades-clon de la estilista Rachel Zoe que ocuparon hectáreas de papel prensa en la época que recoge la película The Bling Ring, la de las maxigafas y los minibrazos, los vasos de Starbucks gigantes y las cinturas diminutas.

Nada de todo esto despierta respuestas demasiado energéticas (ni largas) en Richie. Sobre el reality: «Cuando empezamos The Simple Life no se habían hecho muchos, solo The Osbournes, así que no sabíamos dónde nos metíamos. Fue muy divertido. Tenía 21 años y me pagaban por ir por el mundo haciendo tonterías. Ahora tengo 30 años y seguramente todo sería distinto, pero cuando eres joven no lo piensas». Sobre la tormenta que se le vino encima: «Mi padre ha estado en este negocio durante mucho tiempo y sabemos separar lo que son los medios y lo que es la vida real. Eso es solo un juego. Puede que hablen de mí un martes pero hablarán de otra el miércoles y de otra el jueves». ¿Así que no sintió presión cuando la acusaban de no ser un buen modelo de conducta para las jóvenes? «No». Entendido. 

Caftán vintage de los años 70.

Andrew McPherson

Papel de adulta. Richie está casada con Joel Madden, el cantante de Good Charlotte, y tiene dos hijos, Harlow Winter Kate y Sparrow James Midnight. «Son niños muy normales y llevan una vida muy normal», asegura, añadiendo que no le molesta que los fotografíen y que aparezcan señalados como mini-iconos de estilo. «No es una parte de nuestro día a día. No tenemos paparazis en la puerta», insiste. Durante su famosa etapa de crecimiento, Richie declaró que sus padres le decían demasiado que sí a todo cuando era pequeña, y que de ahí se derivaban algunos de sus problemas. ¿Lo sigue pensando? «Sí, pero desde que me convertí en madre los entiendo mucho más. Mis padres fueron fantásticos. Ahora tengo una hermana de 14 años y un hermano de 18 y me encanta desempeñar el papel de adulta, ayudar a mis padres a tomar decisiones sobre ellos». Aun hoy, sigue sin gustarle ver actuar a Lionel, que fue el rey de la balada azucarada en los años 80. «Mi padre es un padre. Le gusta cuidar el jardín, contar chistes. Se me hace raro verlo como artista, en su lugar de trabajo», confiesa.

Alejada finalmente de la órbita de Zoe (ahora le asesora Cher Coulter, la preferida de Kate Bosworth y Sienna Miller), los looks de Richie siguen recibiendo atención, aunque menos, por parte de los medios de comunicación. En 2008 lanzó una línea de bisutería, House of Harlow, que ha demostrado ser algo más que uno de esos caprichos de estrella. Poco después se le unía la firma de ropa Winter Kate. «Las dos están inspiradas en los años 60 y 70. Me encanta la libertad de aquella época, la pasión, la idea de que no importan las etiquetas. Entiendo la moda como una forma de expresión personal y ninguna década cubre todos esos conceptos como la de los 70», dice. Hay una prenda estrella que casi nunca falta en sus colecciones: los quimonos tipo batín. «Creo que los llevo el 90% del tiempo. Son la capa extra que necesitas y sirven para todo».

Con las celebridades que tienen una línea de moda a veces cuesta dilucidar hasta qué punto se implican en el diseño y la producción. «Mi proceso es bastante caótico. Si voy de gira con mi marido, siempre estoy yendo a mercadillos. Allí me inspiro y, cuando tengo tiempo libre o cuando los niños duermen, me concentro para diseñar». Según dice, en las tiendas de segunda mano (no las de vintage astronómico) encuentra también casi toda su ropa: «No creo en las marcas. En mi día a día llevo vestidos de 10 dólares».

Richie no ha dejado del todo la televisión. Ejerce de mentora en el programa de talentos Fashion Star y, desde hace unos meses, tiene una webserie, Candidly Nicole, basada en su cuenta de Twitter. Allí se la puede ver haciendo payasadas con sus amigos y sus hermanos y en ella se adivinan destellos de la antigua Nicole, no la joven con problemas, pero sí la posadolescente pícara que conquistó al público.

Body de Missoni, pantalones de Viktor & Rolf y gafas de sol de Céline.

Andrew McPherson

Blusón de gasa vintage y sujetador de Alexander Wang.

Andrew McPherson

Caftán de algodón de Antonio Berardi y sombrero de Maison Michel.

Andrew McPherson

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