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Miren Arzalluz: «La moda también es escapismo»

La próxima muestra de Miren Arzalluz en el Palais Galliera es un ejercicio de nostalgia que sirve de aliciente para hablar con ella del papel y la influencia de la moda en el mundo actual.

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Ana Regina García con fotos de Getty y Cordon Press (Ilustración), David Balicki (Retrato de Miren Arzalluz)

Se titulará 1997, el año que resume el último gran cambio histórico que recuerde la moda. Ahí donde confluyen el advenimiento de los directores creativos, el giro de guion que propugnaron John Galliano y Alexander McQueen, el triunfo comercial de la revolución conceptual de Martin Margiela, la alta costura disruptiva de Thierry Mugler y Jean-Paul Gaultier. Por no faltar, ni le falta drama, con el asesinato de Gianni Versace. De todo ello dará cuenta la próxima muestra del Palais Galliera (desde 7 marzo). “Es un poco un ejercicio de nostalgia”, admite la directora del museo de la moda de París, Miren Arzalluz (Bilbao, 45 años). Formada en historia del arte y política, su criterio insobornable y mirada analítica se dejan sentir en la institución desde 2018, tras dar cumplida cuenta como responsable de colecciones y exposiciones del Museo Balenciaga de Getaria. La pillamos en Tel Aviv, reclamada para desarrollar próximas exhibiciones porque “el interés por la moda es más internacional que nunca”.

Si la moda es el reflejo de su tiempo, ¿qué le va a contar de nosotros a quienes la observen y estudien en 100 años? Cada época tiene su contexto, y la indumentaria evoluciona de una manera u otra en función de las circunstancias económicas, políticas y sociales, pero lo que vaya a decir de nosotros viene a ser prácticamente lo mismo que hace tres o cuatro siglos: es la querencia de pertenecer a un grupo a la vez que expresa la necesidad de comunicarnos como individuos, la necesidad de construirnos, de mostrarnos y, a veces, de escondernos. Es tan reflejo de la sociedad como de nosotros mismos.

Margaret Thatcher decía que la sociedad no es tal, no existía. Siempre debemos hablar de la perspectiva individual, de lo que la moda significa para cada uno, cómo nos expresamos a través de ella, pero sin olvidar la tensión con el colectivo. Hoy no hay un canon imperante, o no tenemos esa percepción porque existe mayor diversidad, más opciones, a diferencia de otras épocas; sin embargo, está esa sensación de homogeneidad global. Entras en Instagram y parece una locura de expresiones, pero al contemplar el panorama en su totalidad, todo es lo mismo. En ese sentido, la moda resulta tan contradictoria como el ser humano.

Puesto así resulta que tampoco hemos evolucionado tanto… Yo creo que no lo hemos hecho. Nuestros defectos y virtudes siguen siendo los mismos. Cambia el contexto. También es verdad que me cuesta proporcionar una fotografía de estos tiempos.

Quizá habría que darle la vuelta a la pregunta: qué decimos nosotros ahora como sociedad de la moda. Eso sí que ha cambiado. Hoy se le reconoce una importancia. Ojo, que siempre ha sido importante, ahora y hace tres siglos, pero la relevancia que se le otorga es mayor.

¿La entrada en los museos ha contribuido a esa relevancia? El debate de la moda y el arte me aburre. Es como si todo tuviera que pasar por él, como si la moda necesitara del arte para legitimarse. De lo contrario, se queda en frivolidad. Por eso no salimos del bucle. La moda resulta tan compleja como cualquier otra manifestación: es poder económico, herramienta sociológica, símbolo y motor de cambio… Quizá el éxito de las exposiciones de moda en los museos nos haya llevado a tal conclusión. En cualquier caso, que se organicen muestras de este tipo es positivo. Además, los museos nos debemos al visitante, no podemos ir de elitistas, somos un servicio público y la programación tiene que ser atractiva, accesible. Que una retrospectiva de Balenciaga sea tan blockbuster [éxito] como otra de Picasso no me parece un problema.

Hablando de taquillazos, ¿hemos convertido la moda en una forma más de entretenimiento? La moda también es escapismo, no por nada la llaman industria de sueños. Otra cosa es que se convierta solo en eso. Lo que ocurre es que hemos hecho de nuestras vidas puro show, sobre todo a través de las redes sociales, con esas fantasías que nos construimos. Al final, todo forma parte del mismo tipo de experiencia lúdica, sea gastronómica, artística o indumentaria.

¿Cuál sería entonces el papel del diseñador? Siempre ligamos esta cuestión a la crisis de creatividad. Y es cierto que, desde los años noventa, no asistimos a un cambio de alcance histórico. También sucede que la industria tiene otras prioridades. Pero, claro, cómo va a expresar su creatividad y desarrollar talento un diseñador con las presiones a las que está sometido. Se suponía que la situación iba a cambiar con la pandemia, pero hemos vuelto a las andadas. El sistema no permite respirar, no deja espacio a la libertad mental. Y el resultado es producto y producto. Merchandising. Lo que funciona económicamente.

Sostenía Paco Rabanne que el creador debe conservar la impertinencia. ¿Es posible en un momento como el actual, en el que cualquiera puede liártela a la mínima? Los cambios los propician quienes actúan en los márgenes (sin salir de ellos, porque si operas del todo fuera del sistema pierdes la oportunidad de influir). Las vanguardias siempre han surgido así. Y quiero pensar que sigue habiendo margen para los márgenes. Luego ocurren cosas como lo de Balenciaga, que me parece lamentable, y te das cuenta de lo peligrosa que puede ser la cultura de la cancelación. Existe cierto temor, y es normal andarse con pies de plomo. Al final, la ventana que tienes para expresarte es muy reducida, incluso más que hace 20 años. Hay cosas que hoy no se pueden hacer ni decir, tampoco en moda, eso es así.

Diversidad, equidad, sostenibilidad… ¿Nos engañan? Cualquier cuestión tiene connotaciones ideológicas. Pero que se hable de estos temas ya es señal de mejora. No quiero hacer una lectura marxista de lo que pasa, pero si el poder responde es porque existe una presión desde abajo, se ve obligado. La moda también. Si nos ponemos cínicos, podemos hablar de blanqueamiento, pero el mero hecho de que la industria se vea empujada a ello ya me parece positivo.

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