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‘Menos es suficiente’: cómo Marlota conquistó Japón con sus prendas sin fecha de caducidad

Mar García, fundadora de la etiqueta, reflexiona sobre por qué no cree en las rebajas, cómo calidad y atemporalidad se han convertido en conceptos manoseados o qué será de la industria de la moda tras la crisis.

La diseñadora fotografiada en su estudio durante el confinamiento.
La diseñadora fotografiada en su estudio durante el confinamiento.Ximena y Sergio
Elsa Fernández-Santos

Mar García fundó Marlota hace ya 15 años. Sus antiguos vecinos de la calle Piamonte de Madrid la recuerdan infatigable, una obsesa de su trabajo capaz de apasionar a su leal clientela. Una fidelidad que se ha extendido a Japón, país con el que mantiene una relación de trece años que ha supuesto uno de los pilares de su empresa. El giro a la marca lo dio en 2013, se trasladó a un estudio-showroom más amplio y luminoso y decidió dejar de vender dentro de España a tiendas multimarca para así reforzar la relación directa con su público. Ese plus de humanidad que siempre tuvo el verdadero lujo.

También entonces fijó una serie de principios que, aunque ya llevaba tiempo aplicándolos, quiso proclamar en un manifiesto que resumía sus ideas y trayectoria. Marlota defendía “valores en olvido y desuso” como la atemporalidad, los métodos tradicionales de sastrería y costura, la artesanía, un Made in Spain 100% y un carácter local y de proximidad como base del consumo de calidad y responsable. La idea de que no hay nada más sostenible que algo que se usa eternamente (“less is enough” es el lema de su marca) no es en su caso un mantra oportunista sino una vieja cantinela. “Siempre he creído en el consumo responsable y en el factor emocional de la ropa. Un vínculo inmaterial que me gusta conjugar con otras disciplinas artísticas como el arte, la danza, la fotografía o el video”.

¿Qué supuso el giro que emprendió en 2013 bajo el lema ‘Menos es suficiente’?

Con el cambio de estudio empezaron a bullir mil ideas en mi cabeza que empecé a experimentar y a aplicar. Quería empezar a hacer las cosas de manera diferente, muy diferente. Queríamos acercarnos a las personas. Fue así como tomamos la decisión de dejar de vender a tiendas multimarca en España. Ya en aquel momento no creíamos más en el sistema tal y como estaba estructurado. Mucha gente no entendió mi decisión pero con el tiempo las cosas se ven de otra manera. El estudio-showroom nos permitía controlar los precios y márgenes para poder invertir en más calidad. Decidimos desde entonces una política de contención de precios y no hacer rebajas, el valor de nuestras prendas no reside en satisfacer un consumo compulsivo, sino en su atemporalidad y calidad. Las rebajas son en realidad el resultado de un precio artificial en origen, articulado en torno a un sistema aceptado.

¿Y la ausencia de rebajas no limita el acceso a tu marca?

No, porque entendimos pronto que hay personas que no se lo pueden permitir, pero aprecian igualmente la calidad y nuestras prendas. Por ello creamos unos eventos aleatorios en el tiempo que llamamos Venta de Archivo, prendas de otras temporadas a unos precios muy diferentes para llegar a otras personas.

¿Calidad y atemporalidad no son conceptos demasiado manoseados?

Lo son, sobre todo desde los años de la crisis del 2008, en la que este y otros conceptos se han vuelto lugares comunes. Entonces tuvimos que elegir entre mantener la calidad, y seguir produciendo en España, o bajar la calidad y producir fuera. Nosotros decidimos seguir con los mismos principios con los que fundé Marlota, manteniendo la calidad artesanal, fabricando todo en España, y utilizando los tejidos nobles de siempre. Construyendo la atemporalidad no solo en base a la estética sino a la calidad de materiales y costura. Exportando a Japón pasamos desde entonces controles muy rigurosos en este sentido y en muchos otros. En aquellos años nuestros resultados se resintieron muchísimo, y nuestra recuperación fue extremadamente lenta y compleja. Los mercados producían y producían para llenar tiendas, en muchos casos cuadruplicando su precio para luego ir a rebajas con un descuento altísimo y aun así seguir con márgenes. Pasamos de las temporales rebajas establecidas como algo excepcional hace años, a una rebajas continuas y permanentes durante todo el año.

¿No cree que la palabra sostenibilidad también está totalmente devaluada?

Los ‘sellos de sostenibilidad’ son a menudo otro negocio en sí mismos que no soportan en casi ningún caso un mínimo escrutinio. Ser responsables es como hacer ejercicio. Consumir menos y consumir mucho mejor requiere un esfuerzo. Supone un poquito de atención y de dedicación, un poquito de pausa, frente a la liviandad y aceleración a la que nos ha conducido nuestro propio consumo y comportamiento. Pero basta probarlo para descubrir el placer y beneficio que aporta ese plus de atención y dedicación. Contemos menos y hagamos más.

¿Cómo empezó la relación de su empresa con Japón?

A pesar de ser pequeños, Marlota tuvo buena acogida desde el principio, tanto en España como internacionalmente. También en Japón, donde las relaciones hay que construirlas despacio y están basadas en la calidad, la belleza de lo sutil, la confianza, la escucha y el respeto. Algo que me define. En mi primera feria, un señor japonés, Mr. Arai, me hizo un pedido de 400 prendas, y aquello me hizo reflexionar, necesitaba entender qué tenían mis prendas para que alguien que no me conocía de nada creyese en mí de esa manera, y así hice mi primer viaje a Japón, luego vinieron más. Allí empezó mi historia de amor con aquel país y así hemos construido relaciones con empresas internacionales que hoy cumplen 13 años.

¿Qué recuerda de sus inicios?

Era una principiante en un sistema muy establecido y rígido, con poco margen de maniobra. Entendí que necesitaba explorar otros límites, el mercado internacional. Era inexperta, pero atrevida. Y en aquellos momentos las ferias internacionales eran la plataforma ideal para contarle al mundo lo que hacías. Construir colecciones y venderlas a través de agentes o tiendas multimarca era la única vía del sistema. Pero nunca llegabas a entender directamente la necesidad del cliente final si no era, solo parcialmente, a través del intermediario.

¿Qué ha supuesto la moda rápida?

Hay que aclarar que la moda rápida no es sinónimo de low cost. La rapidez ha llegado hace ya tiempo incluso a las marcas de lujo que crean ocho colecciones al año para estar a la altura de la rotación de producto en tienda. Todo ello ha supuesto la pérdida de la dimensión y el valor de las cosas. Un modelo antisocial y antihumano. Las cosas, dejaron de tener valor para tener solo precio, y en la moda esta tendencia se ha llevado a límites inimaginables. Y “el valor” cuando algunos quieren reivindicarlo, se atribuye extrínsecamente, es decir por la publicidad, el lujo, el estilo de vida de los que lo comparten. Nunca tantos creyeron ser únicos siendo en realidad iguales. Lo explica muy bien La expulsión de lo distinto de mi admirado Byung-Chul Han.

En los años 90 el textil empleaba en España a más del doble de personas que ahora. ¿Cómo ha afectado el éxito del low cost a la producción propia?

Todo el mundo ahora habla de relocalización, volver a traerse la producción. Pero eso no puede hacerse simplemente volviendo a un status quo de hace 30 años. Hay que mirar al futuro. Volver no es lo mismo que no haberse ido. Los grandes y los no tan grandes se llevaron las producciones de moda a la India, Vietnam, Bangladesh o China. Máquinas de producir y contaminar. Deslocalizaron el tejido empresarial textil del país. Transfiriendo el know-how a aquellos países. Las empresas españolas y otras muchas tuvieron que echar el cierre y despedir a toda su plantilla, familias enteras se arruinaron. Y con ellos desapareció su saber hacer, la experiencia y el conocimiento de métodos tradicionales y artesanales transmitidos de generación en generación. Métodos que siguen siendo vanguardistas.

¿Todo ese conocimiento se ha perdido?

Pocos talleres permanecen. Pero hay esperanza. Necesitamos producir y consumir localmente para generar estabilidad y valor en nuestro entorno, donde vivimos. Integrar cadenas de productores de hilo, industrial textil, empresas de moda, y crear valor. Colaboración y cooperación.

¿Y cómo se revierte ese estado en un momento como este?

Formando y reestructurando el tejido empresarial textil. Reindustrializando y especializando la formación para añadir valor a los futuros profesionales y al sector antes de que sea demasiado tarde. Nos hemos limitado a transferir know-how. Hemos decidido no utilizarlo y a ser posible olvidarlo. Pero aún no está perdido, estamos a tiempo de recuperarlo. El saber hacer está. Ojalá nos dé tiempo a que nuestros profesionales más mayores puedan transmitir a las nuevas generaciones todo su conocimiento. Encontrando el equilibrio entre la artesanía y la tecnología. Dando valor a nuestro producto. Es el momento de apoyar localmente a los que tenemos más cerca, sin nacionalismos, sin chauvinismos, pero con empatía hacia nuestro entorno.

¿Cómo afectará del distanciamiento social a la moda?

La distancia social va a influir en los espacios comunes, tiendas, centros comerciales, hasta ferias, e incluso desfiles. Es el momento de encontrar nuevas formas en nuestra relación con el consumidor, romper calendarios obsoletos, de desfiles, de ferias, tiempos de colecciones y contribuir a ralentizar el ritmo de la moda, disfrutando del proceso y los resultados.

Estamos viviendo una aceleración de la venta online. Aún así, ¿cree que el consumo presencial se recuperará?

Sí, un consumo más moderado, asociado al placer, a espacios de relación, sosiego y confort, y por qué no decirlo, de seguridad. Espacios más reducidos, cálidos y acogedores. Y que ahora más que nunca adquieren su total relevancia.

¿Qué le han aportado las colaboraciones con artistas?

Enriquecernos mutuamente y compartir. Nuestra forma de pensar siempre estuvo cerca del arte. Por ello montamos desde 2015 eventos en la Galería de arte Travesía Cuatro, donde acercamos y vinculamos Marlota a otras disciplinas artísticas que frecuento desde hace muchos años, como la danza, la fotografía, el video, las flores, la escultura y la escritura, y todo lo que nos haga sentir. La artesanía y el arte como reivindicación.

En 2015 el manifiesto anti moda de Li Edelkört ya proclamaba la muerte del sistema de la moda. Decía que la moda tal y como estaba concebida había muerto.

Sí, un sistema obsoleto. Esta pandemia ha revelado nuestras inconsistencias. Y debemos poner en perspectiva lo que está pasando, dejando de negar la realidad, no solo en la moda. Estamos viviendo momentos históricos. Un frenazo a nuestro modo de vida que paradójicamente ha acelerado todo lo que nadie se atrevía a poner en marcha individualmente pero que todos sabíamos. Este ultimátum en forma de pandemia nos ha obligado a pulsar el botón de reseteo.

¿Y cómo imagina ese nuevo comienzo?

Tenemos que aprender a hacerlo todo como si no supiésemos nada, porque mucho de lo anterior no nos va a servir. Nada va a volver a ser como antes, estamos en un cambio de paradigma que esperemos sirva para ser más conscientes de hacía donde queremos ir. Aprender a parar, a no ser productivos las 24 horas. Pensar y reflexionar para tener una conciencia colectiva e individual diferente, y dirigirnos a un consumo más responsable, donde producir y consumir no sea la única prioridad. Habrá cambios a nivel individual, y ojalá sean esos los que nos ayuden a equilibrar el territorio y ¿por qué no? repoblar la España vaciada.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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