_
_
_
_
_

Malika Favre, la ilustradora más copiada del mundo: «Los hombres no saben dibujar el erotismo»

Creó el elegante abecedario del Kamasutra y es una habitual en las portadas del ‘New Yorker’. Charlamos con la francesa sobre ser un ‘expat’ en el Londres del Brexit, la influencia de la mirada masculina o por qué la gente cree que es igual a las mujeres que dibuja.

Malika Favre dice tener el remedio para el pánico que asalta a todo freelance creativo con vocación: el miedo a verse prostituido en su trabajo, no identificarse con lo que produce, pero acabar haciéndolo porque, al fin y al cabo, hay que llegar a fin de mes. Para evitar el temido síndrome Kellyanne Conway, Favre encontró la fórmula. «Es bastante simple. No importa cómo lo hagas, pero ahorra todo lo que puedas antes de hacerte autónomo e ir por tu cuenta; así sabrás que tienes un colchón detrás y podrás darte el lujo de decir que no a lo que no te convence. A mí me funcionó, no sé si fue suerte, pero prácticamente ni llegué a tocar esos ahorros y pude centrarme en lo que realmente quería hacer». Llámenlo suerte o llámenlo genialidad, pero esta parisina residente en Londres se ha erigido en la última década como una de las ilustradoras de referencia a escala global. Y también en la más copiada y apropiada sin su consentimiento, o como se dice en la jerga anglicista del diseño gráfico, Favre es la más ripeada. Será por el seductor allure de sus glamurosas mujeres, por su característico y preciso uso del negativo y del positivo o por esa sugerente fantasía de perfección que emana su pop art, pero la parisina ha conseguido ese hito artístico de escuchar el «esto es muy Favre» al ver las múltiples y descaradas variaciones de su trabajo. Como ella misma dice entre risas, tras aclarar que un equipo legal persigue sin descanso estas infracciones, «al final, es una pena que te copien tanto, porque en el proceso se pierde el sello y esencia del trabajo original».

Colaboradora habitual de The New Yorker y la editorial Penguin, templos contemporáneos de la creatividad en la ilustración, Favre visitó Barcelona para celebrar su alianza con la firma catalana Arrels, la marca creada por Javier Llaudet, ex trabajador de Inditex que ha decidido lanzar lo que el denomina «el festival Sónar de las zapatillas ilustradas por creativos». Aquí Favre ha estampado una colección de calzado y bolsos de playa inspirada en altinha, el popular fúbol que se juega en las playas de Rio de Janeiro. «Estaba en en Brasil visitando a un amigo de Londres, me asomé a la terraza y allí vi a centenares de persona jugando en grupos de diez. Era como un patrón casi perfecto», cuenta, aclarando que la inspiración le llegó en pleno viaje de un parón profesional y desintoxicación «necesaria» de 8 semanas, que aprovechó para recorrer Sudámerica, Australia y Nueva Zelanda. «Mis padres nunca me sacaron de París. No empecé a viajar hasta que tuve 25 años y me he convertido en una auténtica adicta», cuenta la ganadora del prestigioso World Ilustration Award en 2015.

Así son las zapatillas que Malika Favre ha ideado para Arrels.
Así son las zapatillas que Malika Favre ha ideado para Arrels.Arrels

Da la impresión que en la última década la relación entre moda e ilustración ha evolucionado muchísimo, tanto en revistas como en las colaboraciones de las firmas, como es el caso de Arrels. ¿Has notado ese cambio?

Sí, muchísimo, pero no sólo en moda, en otros campos también se está está utilizando más. Vivimos una gran época en el gremio. Antes había una gran diferencia entre la vertiente comercial y la artística, pero ahora esas fronteras han desaparecido y convergen sin problemas. Las marcas se han interesado por los ilustradores, pero también hay un lado muy comercial que pretende exigirte lo que debes hacer. Eso es un error. Yo, que siempre tuve problemas con la autoridad, no quería ser alguien a quién le dijesen lo que tenía que hacer y no suelo congeniar con ese tipo de demandas. Creo que te hace mucho más atractivo como ilustrador, especialmente para las marcas, el tener tu propia voz. Aunque somos muy pocos los que podemos hacer cosas así.

¿Es muy distinto el planteamiento de una ilustración para el New Yorker o para una revista de moda?

Totalmente. El tipo de trabajo es diferente, además, ya no trabajo mucho con la moda. Con el gran lujo es muy duro y asfixiante, porque tienen una identidad de marca tan fuerte que te ves obligada a adaptarte a ellos. Por eso prefiero marcas como ‘Arrels’, que te dan más libertad. Mi favorito es el trabajo editorial. Revistas y libros. Es el mayor reto, cuando tienes grandes artículos y escritores detrás es un reto increíble poder ilustrarlo. Y luego, claro, el New Yorker es mi favorito (ríe).

Las mujeres de tus ilustraciones son glamurosas, con clase y prácticamente perfectas. ¿Por qué ese ideal tan marcado?

La gente que no me conoce siempre imagina que yo soy igual que ellas… ¡y en casa voy en pijama! Desde pequeña siempre tuve esta fascinación por la belleza, pero no sólo en lo físico,  tanto en el arte como en los objetos que nos rodean. La estética de lo bello me fascina. Las mujeres que dibujo sí, son bellas, pero también son independientes, fuertes y tienen muchísima clase. Es una fantasía, pero no es una fantasía masculina cosificadora. Es una fantasía femenina que va sobre celebrar a la propia mujer. Cuando empecé a ilustrar me di cuenta de que la mayoría de mujeres estaban dibujadas por hombres y no captaban ese appeal. Algo que también ha pasado muchísimo en la ilustración erótica, totalmente dominada por la mirada masculina.

Una vez dijiste que «el sexo se dibuja fatal» y atribuías la culpa a los hombres.

Sí, por supuesto. Es que hay una diferencia tremenda en cómo se dibuja lo erótico entre hombres y mujeres, porque, básicamente, tampoco vivimos el sexo igual. Los hombres lo ven de una forma más tribal y el resultado es una percepción de sexo totalmente distinta. En consecuencia, hay muchíimas ilustraciones en las que se pierde la sensualidad de lo erótico. No lo consiguen. Es muy respetable y válido que lo vean así, pero yo lo hago de una forma totalmente distinta. Creo que es más sobre lo que no se ve, sobre el juego de la sugerencia. Vamos, que tienes que ser muy, muy, muy raro si te ofendes al ver mis ilustraciones eróticas.

Tengo entendido que uno de los mayores retos que has tenido fue el alfabeto del Kamasutra.

Sí, fue uno de los más duros. Fue en los inicios de mi vida como freelance, uno de mis primeros trabajos (Favre estudió publicidad y trabajó cuatro años para el estudio Airside hasta dar el salto e independizarse). Tenía muchísima presión, porque, hasta ese momento, tampoco había dibujado a muchos hombres. Tenía que salir de mi zona de confort, porque aunque conocía muy bien el cuerpo femenino, no sabía si lo podría conseguir con el masculino. Tardé como tres meses en hacer la portada. Llegó a un punto en el que el director de arte de Penguin me mandaba mails muy directos diciendo: «No. No es sexy», «esto es una mierda, no» o cosas así. Me aterrorizaba perder ese trabajo, porque era un punto de inflexión. Pero lo conseguí, así que mereció la pena toda la angustia.

¿Cómo vive un ‘expat’ en el Londres del Brexit?

En Londres se habla todo el rato del Brexit. Yo no pude votar, por ser extranjera, pero nadie de mi entorno se imaginó que esto pasaría. He procurado todo este tiempo no entrar en pánico, para mí es básico no hacerlo. Por supuesto que ha habido incidentes racistas con extranjeros en Reino Unido, pero no es la tónica general y Londres, además, votó en contra del Brexit. Yo no percibo esa sensación de miedo que algunos medios quieren imprimir. El día perciba que se ha evaporado ese sensación de libertad y de diversidad, me iré de la ciudad a otro lugar donde me sienta tan acogida como me he sentido aquí. Obviamente, no vivo en Londres por el clima, así que si todo eso desaparece, que es lo que me atrae y me hace seguir en la ciudad, me marcharé. Tengo el resto de Europa. No es el fin del mundo. No sé, podría irme a Portugal o Barcelona, pero, por ahora, no tengo esa sensación.

En España existen grupos como Hits with Tits, que buscan visibilizar la ilustración hecha por mujeres y denuncian la segregación de género del sector. ¿Cómo te posicionas dentro de esta cuestión?

No tengo una posición muy clara. Tengo como una dualidad interior con este tema. Hay un grupo similar en Reino Unido al que me cuentas que se puso en contacto conmigo para unirme a ellas y no sé muy bien por qué, pero nunca vi claro el implicarme de esa manera. Quizá es porque he tenido suerte, pero nunca me he sentido menos valorada por ser mujer en mi trabajo. No he sentido que he tenido menos acceso o menos éxito por serlo. Para mí, la ilustración va sobre el talento, y sé que hay muchísimas áreas profesionales en las que no es el caso y que es muy difícil triunfar o ascender si eres mujer. Eso es muy preocupante. Por otro lado, si te soy sincera, el 80% de los ilustradores de éxito que conozco son hombres.

¿No te parece significativa y aclaratoria esa cifra?

No sé, ¿por qué esa cifra? No sé la respuesta. Sé que las mujeres debemos luchar mucho pero insisto en que no ha sido mi caso.

Pero cuando estudiabas o en tu trabajo antes de ser freelance, ¿no has percibido una mayoría masculina a tu alrededor?

Sí, honestamente, cuando miras en la industria creativa hay muchísimos hombres. Cuando trabajaba en el estudio, era la única chica diseñadora de un equipo de cinco. Una de las fundadoras era mujer, y por ejemplo en marketing y en relaciones públicas había una presencia femenina abrumadora, pero si miramos en la ilustración, una de las cosas que más me llama la atención es por qué las mujeres dominan la ilustración de libros para niños. ¿Por que? No sé por qué las mujeres se sienten más atraídas en dibujar libros para niños o los hombres hacen más ilustración contemporánea. No creo que sea culpa del sistema. Pero sí que sé que yo nunca tuve problemas para entrar ahí, ni se me pusieron trabas. De hecho, todos mis amigos siempre me han dicho en broma que era ‘muy tío’ o que reacciono como un hombre. La industria creativa es dura, tienes que jugar fuerte y tienes que estar centrado, algo que siempre se ha relacionado con las cualidades masculinas. Yo nunca sentí una brecha en lo profesional, así que no podía luchar contra algo con lo que no me puedo identificar. Igual depende de los países. En Londres no importa el idioma, de dónde vienes o lo que hagas, lo que importa es el talento. Pero luchar por la mujer y por nuestros derechos es algo crucial. Yo dibujo para todas las mujeres, y las dibujo fuertes. Creo que este, en el fondo, es el menor de los problemas a los que nos enfrentamos como mujeres día a día.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_