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La rebelión contra el miedo a correr solas

Según una encuesta, el 83% de las practicantes planea horarios en función de la zona y una de cada cuatro ha vivido algún ataque.

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Yeray Menéndez

El 83% de las españolas que salen a correr solas planean la zona por la que van a hacerlo en función de si es de día o de noche. El 28%, una de cada cuatro, ha sido atacada mientras lo hacía. El miedo a sufrir violencia de género también se manifiesta en el ámbito del ocio deportivo. Estos son los resultados de la encuesta a 2.519 mujeres del estudio que llevaron a cabo el pasado mes de noviembre la plataforma Sincronizadas –web que organiza quedadas de corredoras de forma segura y con espíritu motivacional de grupo– y la revista Runners World.

El caso del asesinato de la profesora sustituta de El Campillo (Huelva), Laura Luelmo, ha vuelto a reactivar las alarmas. Aún todavía sin corroborar, las primeras informaciones apuntaban a que la joven había desaparecido al salir a practicar deporte sola. Pero en otros casos recientes se ha confirmado la inseguridad que sienten las mujeres al practicar actividades deportivas por su cuenta: la golfista Celia Barquín fue asesinada mientras entrenaba en un campo de golf en Iowa –el asesino confesaría que lo hizo porque «quería violar y matar a una mujer«–. En agosto, la turista española Arantxa Gutiérrez salió a pasear sola por la playa cercana a su hotel en Costa Rica a primera hora de la mañana y fue asxifiada en un crimen con motivación sexual. En mayo del año pasado, los Mossos abrieron una investigación para encontrar al hombre que intentó agredir sexualmente a una runner en Salt (Girona). «Nadie debería cuestionar nunca la ropa que llevamos puesta cuando salimos a correr, por dónde vamos a pasar o a qué hora lo hacemos», lamenta Cristina Mitre, fundadora del movimiento Mujeres que corren

Rebelándose contra una cultura del miedo que condena a las mujeres a no traspasar la frontera del ámbito doméstico por su supuesta seguridad, y tras el hallazgo del cuerpo de Luelmo, grupos de corredoras de toda España se organizaron para reivindicar poder salir a correr «libres y solas». Mitre, en este sentido, pide centrar la mirada en «la desprotección» frente a las agresiones a mujeres (ya sea practicando deporte o no). «La sociedad tiene un problema de fondo al que debe hacer frente de forma educativa, social y jurídica, no vetándonos espacios a nosotras mismas», recuerda la corredora y embajadora de Sincronizadas e indica que nunca ha sido atacada mientras practica deporte pero sí que suele planear sus rutas y horarios en función del espacio por el que vaya a transitar. «No tengo miedo al salir a correr, me rebelo contra la idea de que deba tenerlo. Lo que sí que hago es planear mis rutas. No me aventuro. Cuando estoy de viaje en otro sitio, paseo por esa ruta para comprobar que me vaya a sentir segura al hacerlo. Eso sí, más de una vez me he dado la vuelta por no tenerlas todas conmigo», explica.

Con el caso de Laura Luelmo, la crónica negra revive ahora un caso similar al que vivió hace 25 años cuando el asesinato de Anabel Segura conmocionó a la sociedad española: la joven de 22 años fue captada mientras corría sola por La Moraleja y ahorcada en una fábrica abandonada unas horas más tarde por dos hombres que buscaban a alguien adinerado para conseguir un cuantioso rescate. El caso de Segura sacudió la sensación de supuesta seguridad de la población española más privilegiada, al igual que lo hizo el caso de la corredora de Nueva York que fue brutalmente violada y agredida mientras corría por Central Park de noche en 1989. La mujer, una ejecutiva del Upper East Side, soltera y de 29 años, llegó con el cráneo deformado al hospital y tras haber perdido el 75% de su sangre. El caso copó la atención de los medios y alcanzó una narrativa en prensa y televisión en la que se juzgaría el supuesto carácter de libertad y acerbo de la ciudad frente a la realidad del hecho en sí: pese a que no había pruebas fehacientes contra ellos, Donald Trump llegó a posicionarse pidiendo la cadena perpetua de cinco adolescentes pagando de su propio bolsillo anuncios de prensa en los que los acusaba personalmente. Trece años más tarde, un violador en serie confesaría un crimen que ya había prescrito. Joan Didion recogería en el texto Viajes Sentimentales –incluido en España en la antología Los que sueñan el sueño dorado– el caso de la corredora de Nueva York para analizar las motivaciones y lecturas emocionales que esconden este tipo de casos mediáticos. “Más tarde alguien recordaría que aquel año se habían denunciado otras 3.254 violaciones más, incluyendo una en que una mujer negra había sido prácticamente decapitada en Fort Tyron Park […] pero se trataba de una cuestión retórica, porque todo el mundo sabe que los crímenes solo son noticia en la medida en que ofrecen, aunque sea de forma errónea, una historia, una lección, una idea trascendental”. Uno de los últimos retuits de Laura Luelmo en su cuenta Twitter, que deja una ilustración del 8-M presidiendo su perfil, adquiere ahora una trágica perspectiva: «Te enseñan a no ir sola por sitios oscuros en vez de enseñar a los monstruos a no serlo. ESE es el problema«.

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