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La piedad cansada, por Ana Pastor

«La tolerancia al sufrimiento tiene un límite y la tele ha convertido al espectador en insensible»

Televisión
Gtres

Duelen aunque no sean nuestros. Duelen porque son reales. Y hacen daño porque son una buena bofetada a nuestra cómoda y segura vida. Son las imágenes que a menudo emitimos las televisiones de lo que están pasando millones de personas, especialmente niños, ahora mismo en el Cuerno de África o hace 20 años en otros países del continente, como Etiopía. Son las mismas pero son diferentes. Son otros seres humanos aunque representen exactamente el mismo sufrimiento. O quizá mayor, porque las cosas no han cambiado lo suficiente en todo este tiempo. Hace unas semanas Unicef organizó un debate sobre desnutrición infantil en el que participaba la gran Rosa María Calaf, una de esas veteranas periodistas a las que nunca te cansas de escuchar las historias vividas en sus décadas como corresponsal y su crítica mantenida en el tiempo al sistema del que todos participamos. Explicaba Calaf que en Estados Unidos se habla ya del Síndrome de la piedad cansada.

Los ciudadanos se han hartado de ver imágenes en los medios de comunicación que nos recuerdan lo mal repartido que está el mundo y la vergüenza que produce comparar nuestra vida con la de quienes habitan lugares insufribles. Hay quien piensa que la tolerancia al sufrimiento tiene un límite y que las televisiones hemos convertido al espectador en insensible, precisamente por el abuso de este tipo de iconos de un siglo XXI de nuevo profundamente injusto para muchos. Nos hemos cansado de asumir tantas tragedias. Es posible que sea así, pero también es verdad que no se suele plantear un debate parecido con otros temas con los que también podemos saturar al espectador, noticias positivas o negativas referidas a la política o al deporte, por ejemplo. La situación económica en Europa es de sobra conocida gracias a la importancia que tiene y que le otorgamos los periodistas.

En España es, desde luego, un drama pertenecer a la terrible lista de los cinco millones de parados. Pero la devastación que supone esta crisis en África es inimaginable. En lugares como Níger, el país más pobre del continente, provoca la pérdida de dos de tus ocho hijos. Y la causa no es solo la falta de lluvia. Los medios estamos obligados a explicarle a la gente que la especulación en los mercados no solo destroza nuestra prima de riesgo y pone en jaque a nuestros gobiernos, sino que también provoca la subida del precio de alimentos básicos con los que sobreviven estos países. Explicar, luchar contra el cansancio y evitar la resignación pueden ser las claves. Si algo puede hacernos reaccionar es la empatía, como única ideología capaz de cambiar realmente las cosas, la empatía, y no el rechazo, que deberían sugerirnos esas imágenes de un bebé como el de cualquiera, como el mío, a quien la lotería de la vida le ha hecho nacer en el infierno. Instantáneas con las que se nos amarga el desayuno pero que nos apuntan el camino del mundo en el que vivimos y que dejamos. Sí. Estamos saliendo de la Navidad, pero llega una nueva amenaza de hambruna para varios países del Sahel y hay que recordarlo. E Issouf acaba de cumplir un año y su madre aún no sabe si pasará sus primeros mil días de vida o si tendrá que enfrentarse a la dolorosa decisión ya tomada en la familia, la de elegir entre uno de sus pequeños o el ganado para poder mantener con vida al resto. Bienvenido 2012.

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