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La abertura de la falda es el nuevo escote

A la rodilla o por debajo del tobillo, cuanto más larga la falda o el vestido, más exagerada la abertura.

taylor portada
Imaxtree

Se acabó el reinado de las minifaldas y los minivestidos. Este otoño lo que toca es aplicarse el cuento de sugerir y no enseñar. La más atractiva del lugar ya no es aquella que escatima en tela como si los recortes presupuestarios hubieran llegado a su armario: las aberturas laterales o frontales en vestidos y faldas son ahora las que rompen con las siluetas estáticas para aportarle a cualquier look unas gotitas de picante. 

Las tendencias que triunfan sobre las pasarelas suelen ser la versión exagerada de lo que luego vemos en la calle pero las telas rasgadas que dejan al descubierto las pantorrillas parecen habernos conquistado sin necesidad de rebajar en la altura de su tiro. El día se reparte en varios ángulos: para un estilismo de oficina mejor reservarse tejido rígidos de silueta lápiz o tulipán con discretas incisiones más funcionales que otra cosa; a modo informal triunfa la medida midi o tobillera, y de cara a la noche, el boquete que abre al bies aquellos faldones que rozan el suelo toma posiciones pegado a la pelvis. Cuanto más larga la falda, más arriba queda su abertura. Más tela para hendir y, la verdad, más dramática es su caída por la movilidad y el vuelo que dejan los cortes. Este especie de efecto respiradero es, esta temporada, el preferido de Jason Wu, Alexander Wang, Dries van Noten o Michael Kors.

Así son también los vestidos que están llevando últimamente las celebrities y todo por culpa de Angelina Jolie. Ella fue quien empezó a hacer de las piernas el nuevo busto optando, en varios estrenos seguidos, por vestidos de líneas sencillas y aparentemente recatadas hasta abrirse el telón, de cintura para abajo, y ver la luz una de las partes más sexies de la anatomía femenina. Que se quiten las protuberancias cuando entran en la sala unas piernas de aúpa. O una cosa u otra porque las dos son incompatibles. Ventilar lo primero es cuestión delicada, y depende cómo, sobre todo si hay actividad de por medio, puede resultar algo grosero. Realzar lo segundo no admite más tope que el de los centímetros del tacón que lo encumbre y gana en encanto a cada zancada.

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