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Ivanka Trump y Chelsea Clinton, una historia de enfados y reconciliaciones

Las hijas de Donald Trump y Bill Clinton han tenido una muy buena relación en el pasado, se enfadaron el pasado mes de mayo y ahora se las ha vuelto a ver juntas. ¿Qué está ocurriendo?

Chelsea Clinton e Ivanka Trump, todo sonrisas en un encuentro ante la prensa en unos premios de la revista Glamour en 2014.
Chelsea Clinton e Ivanka Trump, todo sonrisas en un encuentro ante la prensa en unos premios de la revista Glamour en 2014.Getty

Hay amistades que están hechas con pies de barro. Este es el caso de Ivanka Trump y Chelsea Clinton cuyas familias son antagónicas a nivel político, pero ellas fueron capaces de dejar sus discrepancias a un lado y mantener una buena relación. Una amistad que habría llegado a su punto y final la pasada primavera. Cuando se creía que ya estaba todo perdido, se las volvió a ver juntas, charlando amigablemente, en el reciente funeral por el expresidente George Bush padre. Quizás una situación tan luctuosa y la casualidad hicieron el trabajo necesario para que dejaran sus diferencias al margen. Lo que no ha trascendido, porque ninguna de las dos se ha pronunciado al respecto en las redes sociales, es cuál fue el resultado de ese encuentro. ¿Se han reconciliado? Mientras la hija de Bill y Hillary Clinton lleva una vida de lo más apacible, la de Donald Trump está asediada por las polémicas y duras acusaciones, que podrían acarrearle incluso problemas con la justicia.

Para entender las raíces de su relación se debe remontar a cuatro años atrás. Por entonces, se publicó que ambas habían salido a cenar en Manhattan acompañadas por sus respectivos maridos, Jared Kushner y Marc Mezvinsky. No hubo constancia gráfica de esa buena sintonía hasta la entrega de los premios Mujer del año de la revista Glamour, también en Nueva York, en noviembre de 2014. Lo pasaron tan bien y el encuentro fue tan fructífero para ambas que la hija del presidente Trump colgó en sus redes una frase que había aprendido de su amiga: “La vida no es lo que te pasa sino lo que haces con lo que te pasa” y añadió el hashtag #sabiaspalabras.

Al año siguiente, en febrero, Chelsea Clinton aprovechaba para devolverle el cumplido a su amiga en un reportaje publicado por Vogue: “Siempre se ha preocupado por los que tiene alrededor y se ha asegurado de que todos disfruten el momento. Son unas atenciones que de alguna forma me recuerdan a las de mi padre y su capacidad de conseguir que la gente esté alegre en una reunión. Ivanka no es nada superficial. Pienso que alguien tan bonita como ella se podría haber convertido en alguien así”.

Es fácil pensar que las conversaciones que tendrían no versarían sobre política, pues habrían saltado chispas, pero tal vez se adentraran en terrenos menos pantanosos o cargados de minas, como sus respectivos trabajos, sus vidas de casadas o la maternidad. Chelsea tiene dos hijos, Charlotte y Aidan, de cuatro y dos años, e Ivanka Trump tres, Arabella, Joseph y Theodore, de siete, cinco y dos, respectivamente. Las tornas se torcieron cuando comenzó la batalla electoral en 2016 en la que se enfrentaron Donald Trump y Hillary Clinton. El multimillonario apostaba por meter en la cárcel a su rival por el escándalo de los emails que había mandado con su servidor privado cuando era Secretaria de Estado de Barak Obama, mientras que la mujer del expresidente Bill Clinton consideraba que los votantes de Trump eran deplorables y no escatimaba en descalificaciones.

Había mucho en juego y ahora todos sabemos cuál fue el resultado de los comicios, pero en aquellas circunstancias Hillary Clinton parecía destinada a convertirse en la primera mujer presidente de Estados Unidos. Por eso, esa retórica exacerbada puede interpretarse como un daño colateral de la batalla. Sin embargo, la derrota de la política fue un duro golpe para la familia, que esperaba volver a la Casa Blanca y pasar a la historia. A partir de entonces, su única hija, Chelsea se mostraba muy beligerante contra de las políticas de la administración Trump e incluso llegó a enfrentarse a él a través de Twitter. En este contexto de decepción, pero siempre con la actitud de no tirar la toalla, concedió una reveladora entrevista al diario británico The Guardian, justo unos días después de que se inaugurara la nueva embajada de Estados Unidos en Jerusalén, que acabó con la muerte de varias decenas de palestinos durante las protestas. Hasta la Ciudad Santa se desplazaba una radiante Ivanka Trump, en representación de su padre, mostrando una aparente indiferencia a lo que estaba sucediendo fuera del recinto, lo que le valió las duras críticas de Chelsea Clinton.

“Es una adulta. Puede tomar sus propias decisiones. Tiene 36 años. Somos responsables de nuestras decisiones. En 2008 estaba muy orgullosa de apoyar a mi madre, pero no compartía con ella algunas cuestiones fundamentales. Especialmente su oposición al matrimonio igualitario para la comunidad LGTBQ. Nunca defendí esa posición porque no creía que fuera lo correcto”, manifestaba Chelsea, quien en ningún caso quiso exonerar a la hija de Trump de su responsabilidad y a continuación afinó aún más el tiro: “Pienso que el presidente debería a contratar a quien crea que esté mejor cualificado, pero considero que mucha gente con la que ha contado no estaba preparada para hacer su trabajo. No solo quiero una administración que no sea venal, corrupta y centrada en hacer la vida más dura a millones de americanos, también quiero que sean competentes”.

La brecha entre ambas se haría aún mayor si Ivanka decidiera seguir los pasos de su padre y se presentara como candidata al partido republicano para cumplir esa meta que no alcanzó Hillary Clinton de convertirse en la primera mujer presidente de Estados Unidos. Chelsea no considera que ser mujer o no sea clave para determinar la idoneidad de alguien para el puesto: “No apoyé a Sarah Palin en 2008 y espero que mi hijo sea tan feminista como mi hija. Creo que lo importante aquí es por lo que luchamos y cómo lo hacemos no el género de la persona”, afirmaba en esa misma entrevista, en la que también reconocía que llevaba meses sin estar en contacto con su amiga.

El pasado mes de noviembre, Ivanka Trump se veía envuelta en un escándalo por el uso de su correo electrónico similar al que se vio involucrada Hillary Clinton y que pudo ser determinante para su derrota electoral. Como avanzábamos antes, el asunto se remonta a la época en la que era Secretaria de Estado en la Administración Obama y utilizó su servidor personal para enviar miles de e-mails relacionados con su trabajo. La explicación que dio para justificarse es que prefería tener un solo teléfono con una única dirección de correo, para que le resultara más fácil organizarse, pero no resultó convincente y fue interpretado como una estrategia para gestionar ella misma la información que quería mantener privada y al margen de cualquier tipo de control.

Ivanka Trump está en el punto de mira por un caso similar. Según ha desvelado The Washington Post, ha enviado centenares de emails con un dominio privado que comparte con su marido, muchos de ellos relacionados con la intendencia casera o con instrucciones para el personal que trabaja a su servicio. La Casa Blanca se ha escudado en que no estaba familiarizada con las reglas y que dejó de hacerlo una vez fue informada convenientemente y le fue asignada una cuenta oficial. Es más, marcan distancias al afirmar que, a diferencia de Hillary, que borró accidentalmente miles de emails, ella no habría mandado correos electrónicos con información clasificada (110 de los de Clinton sí lo eran, según determinó el FBI) y habría aportado al Gobierno todos los relacionados con su trabajo en aras de la trasparencia.

Este no es el único problema al que hace frente Ivanka Trump en estos días. Los fastos por la toma de posesión de su padre como presidente de Estados Unidos están en el punto de mira de la Fiscalía de Nueva York, que ha abierto una investigación para determinar si pudo incurrir en financiación ilegal. El comité organizador recaudó más de 100 millones de dólares, lo que suponía todo un récord, pero no se ha conseguido demostrar en qué se gastaron al menos 40 de esos millones, según diferentes informaciones periodísticas. Y es aquí donde entra en juego Ivanka Trump, pues en aquel entonces era una ejecutiva senior de la Trump Organization, a la que el comité organizador pagó el alquiler de salones y habitaciones del Trump International Hotel de Washington D. C. Una de las personas encargadas de la planificación del evento comunicó por email a la propia Ivanka para su preocupación por las tarifas que estaban cobrando y que podrían violar la ley tributaria. Como en ocasiones anteriores, ha sido Peter Mirijanian, una miembro del equipo legal de la hija de Trump, quien has salido en su defensa: “Cuando alguien la contactaba con cuestiones relativas a la inauguración, la señora Trump pasaba las peticiones a algún responsable del hotel y decía que las discrepancias debían resolverse siempre con tarifas que se ajustaran al precio de mercado. La señora Trump no estuvo vinculada en ninguna otra negociación”.

El lujoso estilo de Ivanka Trump es también puesto en cuestión de manera habitual e incluso hay medios que inciden en que sus constantes viajes privados repercuten en los impuestos del contribuyente, porque ha de correrse con los elevados gastos de su seguridad, pero también se subraya la delgada línea que separan el servicio público y el beneficio personal. Por eso, ha llamado poderosamente la atención que con sus negocios privados, su marido y ella hayan ganado el año pasado al menos 82 millones de dólares.

Mientras tanto, Chelsea Clinton, que sigue trabajando en la Fundación Clinton, no parece tener intención alguna de dar el salto a la política a corto plazo, pero no descarta hacerlo en un futuro. Recientemente ha sido incluida en la lista 100 Women que confecciona la BBC, para la que cada año seleccionan a mujeres inspiradoras que están contribuyendo a construir un mundo mejor. También es noticia porque en abril publicará un nuevo libro infantil, en este caso ilustrado, Don’t Let Them Disappear (No dejes que desaparezcan) con el que quiere llamar la atención sobre doce especies animales en peligro de extinción.

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