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Gwyneth Paltrow y la ropa que clama inocencia: así consiguió la actriz su «mejor interpretación en años»

Durante el juicio por el accidente de ski, uno a uno, Paltrow ha clavado una serie de looks que podrían inspirar una colección llamada: “No hay más preguntas, señoría”.

Gwyneth Paltrow durante el juicio por el accidente de ski celebrado en Utah.
Gwyneth Paltrow durante el juicio por el accidente de ski celebrado en Utah.Getty (POOL/AFP via Getty Images)

Dior celebró hace unos días en Mumbay su gran desfile Pre Fall 2023. Qué despliegue de brillo, flores y estrellas. Mientras tanto, en la otra punta del planeta, el mundo entero (o el que pasa horas pegado a las redes sociales) estaba pendiente de otro desfile involuntario protagonizado por una sola estrella: Gwyneth Paltrow. Tenía lugar en el juzgado de Park City, en Utah. Allí, la actriz y empresaria era la protagonista del caso Sanderson v. Paltrow, en el que ha sido juzgada durante ocho días por haber estado involucrada en un accidente de esquí en 2016 en el Deer Valley Resort. El juicio ha sido doble, porque sus apariciones, desplegando estilo invernal-Succession-judicial han sido sobre analizadas y convertidas en meme. Si el desfile de Dior exhibió sedas, este mostró lanas. Si en India había tacones, en Utah había botas de montaña. El veredicto se leyó el pasado día 30 de marzo: No culpable. La fundadora de Goop no fue responsable de herir al optometrista Terry Sanderson, quien la había demandado por 300.000 dólares. Ese mundo entero es ágil y, en segundos, ya tenía un nuevo titular: Gwynnocent.

Gwyneth Paltrow durante la primera vista del juicio por el accidente de ski.
Gwyneth Paltrow durante la primera vista del juicio por el accidente de ski.Getty (Getty Images)

Gwyneth Paltrow es el último eslabón de una larga cadena: la de los personajes públicos juzgados o llamados a declarar como testigos. Desde la época de Fatty Arbuckle, en Hollywood siempre ha habido estrellas acusadas de crímenes y todas ellas acuden a testificar con su ropa bien elegida; lo hacen sin olvidar quienes son, pero recordando donde están. La ley de Utah aconseja vestir de manera “apropiada” y acepta el atuendo casual. La ley española, según los juristas consultados, no cuenta con código de vestimenta: Lola Flores se sentó ante el tribunal vestida de napa negra y tacón e Isabel Pantoja envuelta en chales. Winona Ryder ya apuntó en 2002 las claves del subgénero de la ropa de juicios. Acusada de robo se sentó ante el tribunal vestida de negro, chic y modesta. Robin Givhan ya escribió en el Washington Post sobre el estilo en el juicio: “Puede que sea una ladrona, pero tiene un gusto impecable”. Paltrow ha continuado la estela de Ryder y ha consolidado un estilo: el de la ropa que clama inocencia.

No hay situación que iguale más a una estrella y a un anónimo que estar sentada en un banquillo o estrado. Nunca son más ciudadanas y, sin embargo, nunca son más estrellas. Las dos identidades han de conciliarse y lo hacen a través de la ropa. En ese momento de enorme exposición deben realizar un ejercicio de funambulismo: la ropa debe hablar, pero en voz baja. La celebridad ha de aparecer despojada de vanidad y, lo más importante, lanzar, desde que pone el pie en la sala, un solo mensaje: “No soy culpable”; y debe ser directo, sin distracciones, sin logos. Sin embargo, no puede dejar la autoconsciencia en casa: ese es también una performance y, en el caso de Gwyneth Paltrow, las lenguas más viperinas la han calificado como “su mejor interpretación en años”. Quizás haya sido verdad. La actriz, cuyo último papel protagonista fue en 2020, ha desplegado su sentido de la puesta en escena, se ha plegado al guion y ha creado un personaje que se sujeta en ella: la de mujer WASP que vive una injusticia. Lo ha vestido y lo ha interpretado con gestos más o menos contenidos. Ella ha orquestado una puesta en escena a la que ha sido difícil sustraerse, una alfombra roja llena de intención, como siempre tienen las alfombras rojas, pero en la que era la única protagonista. Vanessa Friedman, crítica de moda de The New York Times, ha bautizado a este estilo como courtcore.

Hay algo que gusta más que una estrella sufriendo: una estrella sufriendo con un buen jersey. Y los de esta californiana son excelentes. Paltrow, con sus ocho looks ha transmitido la confianza que le otorga ser nepo baby, ganadora de Oscar, gurú del bienestar extremo y dueña de un imperio empresarial multimillonario. Aunque ha evitado parecerlo demasiado, se le ha transparentado bajo las capas de lana. El primer día del juicio, cuando aún no sabíamos que cada aparición suya se convertiría en meme, la actriz, una mujer afable, apareció sonriente con un jersey marfil y abrigo verde seco de alpaca de The Row; no lo busquen, está agotado.

Paltrow, con abrigo verde de alpaca de The Row.
Paltrow, con abrigo verde de alpaca de The Row.Getty (GC Images)

El siguiente día apareció con un traje gris cruzado de Brunello Cucinelli, que la hacía parecer lo que es: una empresaria de estilo de vida.

El tercer día fue el del vestido negro y las chunky boots: Prada siempre es buena opción cuando se trata de pisar fuerte y parecer la persona más lista de la sala. Dos días acudió a testificar con sendos cardigan de su propia marca, G. Label, que podría haber llevado Carolyn Bessette.

Gwyneth Paltrow, con botas de Prada.
Gwyneth Paltrow, con botas de Prada.Getty (Getty Images)

En otra sesión lo hizo con una camisa de seda con lazada, un clásico del courtcore ¿Accesorios? Un bolso vintage, que siempre transmite confianza, de Celine, un cuaderno de Smythson, unas Ray-Ban y botellas de agua de una marca local. Uno a uno, Paltrow ha clavado una serie de looks elevados como una montaña de Deer Valley que podrían inspirar colección llamada. “No hay más preguntas, señoría”.

Gwyneth Paltrow, con camisa con lazada.
Gwyneth Paltrow, con camisa con lazada.Getty (Getty Images)

 Su desafío era importante: debía aparecer formal, pero no agresiva, educada, pero no snob, tranquila, pero no relajada y sí muy norteamericana: es uno de ellos; de ahí detalles como las mangas subidas de las americanas y el zapato plano en todo momento. La suya es ropa neutra, cara, de alguien que compra en The Row porque es la opción que tiene más a mano. Ella, maquillada y peinada con limpieza es también una mujer de mediana edad que usa gafas graduadas; las suyas son de Caddis. Aunque no es originaria de Utah conoce los hábitos locales: el après ski, el ambiente acostumbrado a las celebridades (allí se celebra el Festival de Sundance) en el que la gente se sabe arreglar con prendas de abrigo y zapato de suela gruesa: todo un arte. La suya es ropa de su tiempo (esas botas de seudomontaña de Celine y esos pantalones de napa de Proenza Shoeler), pero sin despistar: un juicio no es un desfile. No ha caído en vestir como si estuviera en una reunión con inversores, porque la comunicación verbal que lanzaría colaría la palabra dinero en el discurso, algo que no necesita: a ella se la ha compensado con un dólar. Tampoco en elegir ropa muy estructurada, que habría resultado agresivo. Todas y cada una de sus decisiones sartoriales han reforzado su mensaje: “aquel día en la montaña yo no hice nada”. Su ropa insiste en que alguien bien educado (ella lo es) que cuida su aspecto con control extremo también cuida a sus semejantes. “Cómo voy a hacerlo, si soy Gwyneth Paltrow”, expresa ella sin hablar.

Gwyneth Paltrow, con conjunto ‘preppy’ de Ralph Lauren.
Gwyneth Paltrow, con conjunto ‘preppy’ de Ralph Lauren.Getty (Getty Images)

 El último día del juicio la actriz apareció con un uniforme preppy del mejor explorador del término, Ralph Lauren. Fue el atuendo más modoso, el más norteamericano, el que más la aniñaba, el que más invitaba a la compasión de los miembros del jurado. Su camisa Oxford cerrada ilustraba algo de la que ya habló Barthes en su Sistema de la Moda, un mismo significante cambia de significante según variaciones: un cuello abierto sugiere desenfado y un cuello cerrado formalidad. Y cerrada hasta el último botón estaba la prenda de Paltrow. El suyo era el atuendo perfecto para la lectura de un veredicto. Ann Roth, o cualquier director de vestuario de una de sus películas habría elegido algo similar. Ese fue el traje de la victoria. Entonces Gwyneth Paltrow sí habló y pronunció cuatro palabras: “I wish you well” (te deseo lo mejor). Y salió de la sala. El desfile había terminado.

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