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Gabriele Grunewald: una carrera de fondo contra el cáncer

La deportista y estrella de Instagram no ha dejado que su enfermedadad le aleje de lo que más le gusta: correr.

La corredora Gabriele Grunewald.
La corredora Gabriele Grunewald.

Hay deportistas que se caracterizan por un rasgo en particular. La forma de moverse, alguna manía antes de entrar en juego o alguna prenda de vestir que se convierte en fetiche, como unas zapatillas o una cinta del pelo. Sin embargo, el rasgo que caracteriza a la corredora Gabriele Grunewald es uno que ya la acompaña siempre, una cicatriz en forma de media luna, que adorna de color púrpura casi todo su abdomen.

Es una señal de guerra, y no precisamente una marca hecha al correr, sino más bien una señal de su supervivencia, ya que corresponde a una cirugía para extirpar un tumor maligno adherido a su hígado el pasado año.

Su mejor terapia durante este tiempo ha sido seguir corriendo. A lo mejor no con la misma fuerza que al principio, pero sí con más ganas de seguir disfrutando de cada segundo y de cada carrera. “Quizás el cáncer me ha ralentizado, pero no me ha detenido”, era una de sus publicaciones en su cuenta de Twitter, que escribía mientras se preparaba para competir por un título nacional en la pista de Estados Unidos, a la vez que hacía frente a su ciclo de quimioterapia.

Grunewald comparte su historia de superación en sus distintas redes sociales, en una forma quizás no solo de darse ánimo a sí misma, sino de motivar también a todos los que quieran leerla. Si bien no es la primera deportista en luchar contra un cáncer, es de las pocas que se ha atrevido a seguir activa, también durante el tratamiento.

Una carrera de fondo

Gabriele Grunewald nació en Minnesota, donde ya se acostumbró a correr en condiciones adversas. Es mediofondista profesional desde 2010, compitiendo en distancias de 800 a 5000 metros. De ella no dicen que sea la corredora más rápida de 1.500 metros del mundo, pero sí que es competitiva y feroz hasta la recta final. Quizás sea así en el deporte y en la vida. Porque pese a hacer carreras con una meta en mente, podría decirse que también es una corredora de fondo.

Tal y como relata The New York Times, su comienzo en las carreras prácticamente coincide con el comienzo de su lucha contra el cáncer.

En 2009 sintió un pequeño quiste debajo de su oreja izquierda, que su médico diagnosticó como un carcinoma adenoide quístico, “un cáncer raro”. Por supuesto que sintió miedo, como ha declarado en algunas ocasiones “soy una joven adulta con cáncer, no es una película de la televisión, es algo real, y da miedo”. Sin embargo, cuando ya por entonces su entrenador le dijo que no realizase la siguiente carrera ella se negó rotundamente e hizo una de sus mejores marcas personales corriendo los 1.500 metros.

Grunewald pasó por cirugía y por radiación, pero tres meses después volvió a correr, y lejos de ver disminuida su fuerza física, consiguió seguir mejorando sus tiempos. Ella pensó entonces que no solo le habían extraído el cáncer, sino también su miedo al fracaso. “Es como si perdiera todas las excusas por no esforzarme para alcanzar mi máximo potencial”.

Sin embargo el cáncer volvió. En 2011 fue diagnosticada de cáncer de tiroides y entonces correr se convirtió en su meditación diaria, en su fuerza en esta nueva lucha. Algo en lo que ayudó su por entonces pareja y ahora marido, Justin Grunewald, fuera maratonista, y también un apoyo en cada piedra que encontraban en el camino.

Fue precisamente él, quien en 2016, tras abrazarla una mañana, sintió una masa extraña en la zona de su estómago. Esta vez el carcinoma adenoide era más grande, y supuso que le tuvieran que extirpar la mitad del hígado. Pero Grunewald ya estaba acostumbrada a que le dijeran que volvía a tener cáncer, y su perspectiva de la vida ya era otra por entonces. Dice que espera llegar por lo menos a los 40, tener hijos, vivir año a año e ir sumando.

Por eso, aunque no fue nada fácil, regresó a los entrenamientos el invierno pasado, y en marzo, según The Washington Post , mientras aún se recuperaba de la última operación, los médicos la informaron de que el cáncer había vuelto por cuarta vez en los últimos 8 años.

Este junio era su 31 cumpleaños, y ese mismo día publicaba en Instagram un alegato para todos aquellos jóvenes que sienten miedo de entrar en la treintena, como si fuera algo como el principio del fin: “Vuestros temores están bien fundamentados, esa “perra” (el tumor) estuvo cerca de matarme. Bromas aparte, no podría estar más feliz de dar la vuelta a la página 31. Fue el año más duro y extraño de mi vida, y se acabó. Los 31 serán más divertidos (…) Somos afortunados, no ‘viejos’. Porque es verdad, envejecer es un privilegio que se niega a muchos.”

El deporte como motor de vida

Todo el mundo recuerda la historia de Lance Armstrong, el ciclista estadounidense que con 25 años sufrió un cáncer testicular con metástasis pulmonares y cerebrales y que no sólo lucho contra el cáncer, sino que dos años después volvió a subirse a la bici.

Así surgen nombres de otros deportistas que no solo han vencido al cáncer, sino que han seguido peleando por sus sueños. La corredora jamaicana Novlene Williams-Mills que con 30 años fue diagnosticada de cáncer de mama, y que tras pasar por cuatro cirugías ganó dos medallas olímpicas más. O de forma más cercana al deporte de nuestro país, el futbolista Éric Abidal, que pasó por dos operaciones para extirparle un tumor en el hígado y hacerle un trasplante del mismo, pero que entre operación y operación no solo volvió a jugar, sino que pudo levantar la copa de la Champions en la victoria del Barcelona en Wembley en 2011. También el caso más reciente del jugador del Athletic de Bilbao del jugador de fútbol Yeray Álvarez.

Respecto a si el deporte ayuda a la enfermedad, o si la enfermedad es un motor para superarse dentro del deporte, la psicóloga deportiva Yolanda Cuevas https://yolandacuevas.es/contacto/ explica que por una parte “el ejercicio favorece la liberación de endorfinas, sustancias químicas que producen sensación de felicidad y euforia. Los estudios han demostrado que pueden aliviar síntomas de una depresión”. Además, “la actividad física reorganiza el cerebro y ante situaciones de estrés, como puede ser una enfermedad, la respuesta de las neuronas se reduce, lo que favorece poder mantenerse en calma. Limpia la sangre de cortisol en sangre que inhibe, entre otros, el sistema inmunológico, tan necesario en procesos de enfermedad”.

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