Foto: Frida en 1950. Getty Images
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Frida Kahlo
“Su obra fue una amalgama de folclore, semisurrealismo y autobiografía al igual que su armario, que era una fiesta”, expone Newman. La mexicana encontró un estilo que hacía juego con su personalidad: chales, faldas largas de satén, flores, profusión de anillos y joyas… Una declaración al mundo sobre su herencia e identidad que no se limitaba sin embargo a prendas populares de México sino que las mezclaba con piezas de Guatemala o China. Tenía sus manías: sus icónicas gafas de sol doradas de ojo de gato solo las combinaba con su blusa favorita, con bordados de dragones en oro.
El Museo Frida Kahlo en México DF fue el primero en exponer su armario, que fue objeto de otra gran retrospectiva el año pasado en el Victoria & Albert de Londres. Había suficiente material: en los cajones y armarios de la Casa Azul conservó más de 300 de las piezas de ropa, accesorios y joyas que dieron forma a su imagen. Un estilo y una personalidad que han servido de fuente de inspiración a diseñadores tan heterogéneos como Christian Lacroix, Elsa Schiaparelli o Jean Paul Gaultier.