_
_
_
_
_

En la era de la zapatilla el tacón sigue siendo el rey

Pese a que la zapatilla gigantesca arrasa, los tacones siguen siendo un complemento que integra, sin edad, condición o género, por su empoderamiento y habilidad para elevar el ‘look’ a las alturas.

Fele Martínez lleva jersey de cuello vuelto de SANDRO, calzoncillos de ABANDERADO, 
pantis de CALZEDONIA y sandalias de TOMMY HILFIGER. Taburete Morph de ZANOTTA para BATAVIA y alfombra de piel grabada de ZARA HOME.
Fele Martínez lleva jersey de cuello vuelto de SANDRO, calzoncillos de ABANDERADO, pantis de CALZEDONIA y sandalias de TOMMY HILFIGER. Taburete Morph de ZANOTTA para BATAVIA y alfombra de piel grabada de ZARA HOME.Antártica.

DECLARACIÓN DE PODER

Fele Martínez pasea su 1,78 m de estatura encaramado a unas imponentes sandalias con la expectación de quien disfruta de la fruta prohibida. «Me hacen buenas piernas, ¿verdad? Tendría futuro en el cabaret», bromea. «No es la primera vez que me subo a unos tacones. Ya lo hice en 2005 en el Teatro María Guerrero para Flor de otoño. Daba vida a un travesti que por las noches vestía zapatos con tacón de carrete para ir al Bataclán». Gesticula sin parar mientras habla, pero deja los pies anclados en el suelo. «Cuesta mantener el equilibrio sobre un tacón de aguja. Admiro a las mujeres que se atreven a llevarlos. Ahora mismo estoy pensando ‘virgencita, que me quede como estoy’, porque te puedes meter un leñazo formidable. Pero no te negaré que cuando estás arriba y estiras la pierna, te sientes especial. Te ves más alto, más estilizado. Otra cosa ya es caminar».

En otros tiempos, elevarse del suelo era cosa de hombres. Los otomanos y los cowboys para engancharse en el estribo. Luis XIV para marcar poderío sobre el populacho. «Y luego está el mítico tacón cubano de El Fary», ríe. Acabado el rodaje de la segunda temporada de la serie Estoy vivo, Fele se ha embarcado en la gira de Todas las mujeres. «No le haría ascos a un papel femenino como Paquita Salas. Es un reto cambiar de sexo en la ficción».

Joana Pastrana lleva mono de OYSHO, sandalias de GIVENCHY y el cinturón de campeona del mundo logrado en Alcobendas en junio de este año. La alfombra efecto degradado es de ZARA HOME.
Joana Pastrana lleva mono de OYSHO, sandalias de GIVENCHY y el cinturón de campeona del mundo logrado en Alcobendas en junio de este año. La alfombra efecto degradado es de ZARA HOME.Antártida.

ANDARES DE CAMPEONA

Un rápido ejercicio de memoria lleva a Joana Pastrana a recordar la última vez que se elevó sobre unos tacones: «Fue en junio. La noche que gané la pelea que me convirtió en campeona del mundo de boxeo en la categoría de peso mínimo. Salimos a celebrarlo, aunque mis pies no están acostumbrados». Una ocasión perfecta para cambiar su look de diario, que es «ropa cómoda y zapatillas deportivas». «Veo los zapatos en otras chicas y me gustan, sobre todo, los de aguja. El problema es que yo no sé caminar bien con ellos. Así que los dejo solo para ocasiones especiales, como una boda o una gala. Incluso entonces, prefiero cuñas o un tacón ancho que me resulta más estable».

El 5 de octubre toca revalidar el título y no duda de que lo logrará. «Será mi segundo cinturón. Pesa casi seis kilos, así que ya puedo ir haciendo fuerza en el brazo para coger los dos». La cita es en el ring del José Caballero de Alcobendas (Madrid) frente a la tailandesa Siriporn Thaweesuk. «Lo organizamos nosotros. Corremos con los gastos de todo y solo ganamos si hay taquilla». Es el coste extra de competir en un deporte minoritario: «Toca entrenar duro, entre gimnasio, ring y correr. Y dieta espartana. Tengo que pesar 47,6 kg y ahora estoy en 53-54 kg. El pesaje es el día anterior al combate. Si te pasas, pierdes el título». Acaba de cerrar una colaboración con Oysho, firma para la que dará una master class. El boxeo está de moda. En sus planes de futuro piensa montar una empresa de formación de profesores de boxeo aprovechando su experiencia. No cree en la violencia. Le irrita el maltrato a la mujer: «¿A qué esperas? Pide ayuda, y sal de ahí».

Blanca del Rey lleva camiseta de WOLFORD, falda de MAX MARA y sandalias de AQUAZZURA. Alfombra de ZARA HOME.
Blanca del Rey lleva camiseta de WOLFORD, falda de MAX MARA y sandalias de AQUAZZURA. Alfombra de ZARA HOME.Antártida.

ARMONÍA DESDE ABAJO

La bailaora Blanca del Rey –Medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes, Premio Nacional de Flamenco y Medalla de oro de Córdoba– no recuerda cuántos pares ha roto taconeando. «Apenas hablaba y ya bailaba. De niña le destrozaba los zapatos a mi madre, fui autodidacta y debuté como profesional en el tablao El Zoco a los 12 años». A los 14 llegó al Corral de la Morería de Madrid y ya no abandonó esta institución del flamenco, propiedad de la familia de su marido, que para ella y sus hijos, que continúan el legado, «más que un negocio, es una devoción». Allí, la bailarina y coreógrafa Pilar López le enseñó la importancia del calzado para subirse a un escenario: «Decía que todo lo que recoge mucho el empeine hace perder belleza a la pierna, insistía en que el baile también es visual», recuerda.

Esa máxima ha guiado sus pasos. Como cuando inventó la soleá del mantón: «Para esa pieza los zapatos no podían tener hebilla, porque se enganchaba, y diseñé unos que llevaban una goma forrada con un volante a cada lado. El calzado es fundamental en el baile». Porque, sostiene, «sirve para hacer percusión musical, es un instrumento más en el que tienes que saber sacar el sonido de la punta, de la media punta, de la planta, los lados y el tacón». A sus 72 años, reconoce que no se acostumbra a ir sobre plano. Para ella, «el tacón es la culminación del buen vestir, hay que caminar con él como si no lo llevaras, porque así se logra la armonía». Incluso puede reforzar la autoestima: «Si tú te ves bonita la pierna con el taconazo, póntelo; no tienes por qué buscar la aceptación del otro. Te aceptas a ti misma, que es lo más importante». Esa seguridad y pasión que desprende Del Rey se plasman en su defensa a ultranza del género al que ha dedicado su vida: «Los flamencos lo hacemos todo por nada, nos dejamos la salud en un escenario. Hay que reconocer su valor de una vez por todas en nuestro país».

REBELIÓN EN PLANO

De su pasado como bailarina, la actriz y directora Silvia Munt guarda una relación de amor-odio con los pies. «Son fuertes y me han hecho muy feliz. Pero no son bonitos, prefiero no exhibirlos. Si no tengo más remedio que llevar sandalias, mejor unas muy cerradas». ¿Y con los tacones? «Veo un zapato bonito y me parece una maravilla. Los he llevado mucho de joven. Supongo que me pasaba como a otras mujeres: me enamoraba de esos ideales que ya en la zapatería ves que no te van a ser del todo cómodos, pero los compras porque te encantan. Pensaba ‘ya los domaré’. Con la edad me he vuelto práctica: sacrifico la estética por la comodidad».

Hace 18 años dejó la actuación para convertirse en autora y directora de éxito. Se sentía más libre tras la cámara. Exigente y realista, para los largos ensayos y rodajes, se decanta por el calzado plano. «Incluso unas bambas con estilo». Aun así, no renuncia a una horma elevada cuando lo prescribe el protocolo. «Aplaudo a las actrices que se sublevaron en el Festival de Cannes contra la imposición de acudir con tacones. Asociar la imagen de una mujer poderosa al taconazo o a una imagen perfecta tiene mucho de machista. Debería ser una opción individual».

Munt rechaza los dimes y diretes de la cuestión catalana: «Conmigo Madrid siempre ha sido muy hospitalaria». Y tiende un puente profesional entre Madrid y Barcelona, llevando a la capital dos montajes avalados por el aplauso de crítica y público en Cataluña, El precio, de Arthur Miller (estreno, el 11 de octubre), y Las chicas de Mossbank Road, de Amelia Bullmore ( julio 2019). Ambos en el Pavón Teatro Kamikaze.

Ana lleva abrigo y body de MARINA RINALDI, pantis de WOLFORD, culotte de PRIMARK y zapatos de JUAN VIDAL.
Ana lleva abrigo y body de MARINA RINALDI, pantis de WOLFORD, culotte de PRIMARK y zapatos de JUAN VIDAL.Antártica.

LA TALLA NO ES UN PROBLEMA

«A mí me da igual que mi pies se vean grandes, porque lo son y los acepto como tales, me sujetan cada día y tengo que estar orgullosa. No tengo ningún complejo, pero sí que hay gente que lo siente, existe un estigma tremendo cuando eres más grande de la norma», sentencia la bloguera, fotógrafa y colaboradora de S Moda Ana Pizarro (The Duchess) mientras se prueba unos tacones del 41. En noviembre cumple 25 años, y lleva desde los 18 conjugando talla y estilo. «Empecé a escribir porque seguía a blogueras como Tavi Gevinson y veía que faltaban referentes para mí, quería reivindicar la posición de la mujer gorda en los mass media», explica esta bilbaína afincada en Madrid desde hace dos años. Confirma que se aprecia un cambio hacia la diversidad: «El movimiento body positive ha evolucionado mucho en poco tiempo por un cimiento claramente feminista. Ahora reclamamos que la no normatividad es positiva y nos atañe a todas las mujeres, porque ninguna cumplimos con el estándar, el estándar no existe».

Para ella, los tacones contribuyen a romper esquemas, son un símbolo de alegría y liberación. «A mí no me atan, me empoderan, y creo que todas las mujeres y hombres deberían ser libres de elegir llevarlos y sentirnos bien con ellos». Para lucirlos, asegura, no es necesario un físico determinado: «A veces algunas mujeres con las piernas más anchas tienen complejo al llevar un tacón fino o muy alto, pero yo creo que cualquiera puede llevar cualquier zapato, independientemente de su forma o su peso». Ella estrenó los primeros, junto a su gemela María, «a los 12 años, para ir a una boda», y su par preferido «son unas botas de purpurina morada con plataforma y tacón, muy especiales porque me recuerdan a RuPaul».

 
PISAR FUERTE EN POLÍTICA

En 2015, con 25 años, esta socialista nacida en Cullera se convirtió en el miembro más joven del Congreso de los Diputados y desde agosto de 2016 es la directora general del Instituto Valenciano de las Mujeres y por la Igualdad de Género. «Se puede ser feminista y usar tacones o zapatillas», afirma. «Yo me siento mucho más cómoda con unos más planos, pero creo que no está reñido con la emancipación de la mujer, con utilizar según qué zapatos», continúa, y reconoce que, aunque no es su caso, «los tacones pueden dar sensación de seguridad, pero no es exclusivo de las mujeres, de hecho hay hombres que utilizan plataformas para parecer más altos».

Such opina que su significado se está transformando con la sociedad: «Yo admiro a las mujeres que saben llevar los zapatos bien puestos, ya sea un tacón, una plataforma o unas zapatillas. Creo que ha simbolizado durante mucho tiempo un complemento de empoderamiento, de liberación de la mujer, pero estamos en una fase en la que estas tendencias cambian y se buscan una mejor movilidad y más comodidad». Ella prefiere las cuñas y no busca zapatos para ocasiones especiales «ni para ir al Congreso ni para hacer campaña», antepone la comodidad. Además, admite, la estética de las mujeres en política es mirada con lupa. «Se nos juzga mucho más, no solo por el calzado o la ropa, sino también por nuestro aspecto físico», lamenta. Pero también ve que el feminismo está promoviendo –y reafirmando– nuevos enfoques: «Pedimos ser tratadas por igual, que no se transmita una imagen distorsionada, ni cosificada ni hipersexualizada, de lo que somos las mujeres».

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_