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En busca de un amor sereno: cómo diferenciar las mariposas en el estómago de la ansiedad

Las mariposas del enamoramiento deben tener tiempo de caducidad, si la estabilidad no llega a la relación viviremos la misma en una continua ansiedad que está lejos de ser un ideal romántico

Collage de Getty
Collage de GettyJorm Sangsorn (Getty Images/iStockphoto)

Las historias que más nos impactan en la literatura o en el cine no son esos amores apacibles y compenetrados. No, son esas historias de sí pero no, de ni contigo ni sin ti, de quiero y no puedo, de tira y afloja. No es raro que, en la vida real, cuando damos con una de estas personas que nos tiene constantemente en vilo pensemos que estamos enloqueciendo de amor. Sin embargo, es muy probable que eso que sintamos no sean mariposas en el estómago, es ansiedad.

Según datos del Consejo General de la Psicología, el 27,7% de los españoles puede presentar un caso probable de ansiedad y tal y como afirman desde el Ministerio de Sanidad, la ansiedad es el problema de salud mental más frecuentemente registrado en las historias clínicas de Atención Primaria. Y quizás por ser un problema tan frecuente lo tenemos tan interiorizado que a veces nos cuesta incluso identificarlo.

Por dar más pistas, la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) explica que la ansiedad presenta síntomas mentales como preocupación constante, problemas para concentrarse y para conciliar el sueño, pero también físicos como pulsaciones elevadas, sudoración excesiva o temblores. Es decir, problemas para pensar en otra cosa, para dormir, sentir que se nos acelera el corazón o nos tiemblan las piernas. ¿Tan raro es que a veces confundamos ansiedad con enamoramiento?

Montse Cazcarra, psicóloga clínica, corrobora que las consultas por ansiedad que tienen que ver con la relación de pareja son muy habituales. “Cuando la relación no nos proporciona seguridad, o cuando nuestras experiencias pasadas nos llevan a vincularnos desde un estilo en el que predomina el miedo y la inseguridad, es relativamente fácil que experimentemos ansiedad”.

¿Por qué idealizamos las mariposas?

En los últimos años hemos oído hablar mucho de los llamados “mitos del amor romántico”. Pero, ¿a qué nos referimos exactamente? Como explican desde el trabajo ‘Creencias sobre el amor romántico y las relaciones íntimas: implicaciones en los jóvenes de la Comunidad de Madrid’ estos vendrían a ser “los diferentes significados que hombres y mujeres han construido en torno al amor y que generan las condiciones simbólicas que mantienen la asimetría y la jerarquización en las relaciones íntimas heterosexuales”.

Y esta parece ser una de las claves del asunto. Lo explica Susana Ivorra, psicóloga experta en relaciones familiares y de pareja. “Cuantas más ideas de amor romántico tengamos, que no de romanticismo, que son cosas diferentes, más dura será esa ansiedad del principio de la relación”.

De hecho, cuando llegan estas consultas por ansiedad derivadas de una relación de pareja, Ivorra saca a colación los mitos románticos que se han instaurado en nuestro imaginario colectivo a través de fenómenos como el cine o la literatura. “No vende tanto el amor sereno como el enamoramiento intenso y a veces obsesivo”.

Hay que tener en cuenta que las llamadas “mariposas”, en realidad, suelen ser los síntomas en el cuerpo de la inseguridad típica en las primeras fases de la relación. “Estás conociendo, descubriendo a la otra persona y por tanto no tienes la garantía de que eso sea mutuo así que tu cuerpo y tu mente se mantienen alerta para intentar descifrar las señales de que la otra persona siente lo mismo que tú”, explica Susana Ivorra.

Pero, ¿cuánto tiempo es sano que convivan esas mariposas en nuestro estómago? Según los estudios que la antropóloga y bióloga estadounidense Helen Fischer cita en su libro Why we love (Owl Books), esta etapa de enamoramiento duraría de media entre 18 meses y dos años.

“Con el tiempo vas constatando, con palabras y hechos, que la otra persona te quiere y tú a ella, es decir, vas adquiriendo seguridad en la relación”, continua Ivorra. “Esa seguridad produce calma, serenidad y muchas veces esto se interpreta como el fin del enamoramiento, la desaparición de las mariposas, como algo negativo”. Y en realidad deberíamos de entender que es todo lo contrario.

Un apego inseguro

El problema en estos casos es precisamente que esas mariposas no desaparezcan, sino que se acomoden en nuestro estómago. Que se cronifiquen por así decirlo. Es entonces cuando los expertos hablan de un caso de apego inseguro. “Ante la posibilidad de que peligre el vínculo con nuestra pareja, nos sentimos inseguras/os y nos produce grandes dosis de ansiedad”, acuña la psicóloga Montse Cazcarra.

“El apego ansioso o inseguro se caracteriza por el miedo al abandono, que se traduce en estar muy atentos a posibles señales de fragilidad en el vínculo, a sobrepensar en la relación, tratando de dar con la fórmula mágica que nos permita mantener a nuestra pareja a nuestro lado, a preocuparnos en exceso por los obstáculos que encontremos en la relación de pareja, a gestionar con dificultad la distancia física y emocional de nuestra pareja…”

Lo que hay que tener en cuenta es que esta catalogación del apego no es estanca. Es decir, que una persona que tenía una relación serena en un momento dado, en una nueva relación puede generar un vínculo inseguro, según cómo sea la relación con la otra persona y las circunstancias.

“Es posible que nuestro estilo de apego cambie dependiendo de la persona con quien nos vinculemos. Los autores hablan de un estilo de apego primario, que es el que desarrollamos como consecuencia del vínculo que establecemos con nuestros cuidadores principales. Pero hay otros vínculos que se dan a lo largo de nuestra vida que pueden ejercer cierta influencia en nuestro estilo de apego”, insiste la experta.

Este es precisamente el caso de relaciones de idas y venidas. “Cuando nuestra pareja necesita más distancia emocional de la que le podemos ofrecer, cuando nuestra pareja tiene dudas sobre la relación, cuando nuestra pareja muestra una actitud inconsistente, cuando en un conflicto sentimos que la relación peligra…”, cita como ejemplos Cazcarra.

Dando un paso más, Susana Ivorra, asegura que “puede que nos pase por primera vez después de otras relaciones donde no fue así y entonces incluso nos cuestionamos si será que nunca antes nos habíamos enamorado”. Aunque también se da el caso inverso, el de no saber valorar una relación sana, por haber estado en muchas relaciones más inseguras. “Hay quien ha tenido una o varias relaciones de este tipo y luego confunde la tranquilidad y seguridad en una relación con el aburrimiento”.

Dejar volar a las mariposas

La pregunta del millón es entonces cómo dejar volar a esas mariposas, para que dejen de revolotear en nuestro estómago más tiempo del necesario. La respuesta es conseguir comunicarnos con la pareja para alcanzar una seguridad emocional.  Porque el tipo de apego en una relación, como todo, también puede trabajarse.

“El estilo de apego es plástico. Podemos aprender a establecer vínculos más seguros y a ser nosotros quienes tomemos las decisiones dentro de la relación, no nuestros miedos e inseguridades”, explica Montse Cazcarra.

“Los conflictos son esperables dentro de una relación; las diferencias en cuanto a necesidades emocionales y vinculación, también. Sin embargo, lo anterior debe poder entenderse dentro de un escenario en el que la seguridad emocional que experimentan cada uno de los miembros de la pareja sea protagonista”, argumenta la psicóloga.

Así, “si estamos seguros respecto a nuestro vínculo, no viviremos pensando en la relación constantemente, preocupados por la fragilidad del vínculo; sabremos que podemos contar con la presencia y el apoyo de nuestra pareja; que podemos mostrarnos tal y como somos; sabemos que nuestros límites se nos respetan; y, a pesar de que el área de pareja requerirá trabajo por nuestra parte para mantener la relación sana y segura, esta no será motivo de quebraderos de cabeza”, concluye la experta.

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