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El eterno retorno de las botas UGG, un icono gracias a la ocurrencia de unos surfistas

En pleno confinamiento, el informe de la web Lyst, una de las biblias de las tendencias globales en moda, se fijó en el brutal aumento de ventas de la marca. En parte gracias a que celebridades como Mila Kunis o Selena Gómez, entre muchas otras, han permanecido fieles a estas botas cómodas, calentitas y ‘feas’.

Imagen de la colaboración de UGG y Urban Outfitters en 2019.
Imagen de la colaboración de UGG y Urban Outfitters en 2019.UGG

Se suele establecer el año 2004 como la edad dorada de las botas UGG, el momento en el que consiguieron poner a sus pies (ejem) a medio Hollywood y, tras ellos, al resto del mundo. Oprah Winfrey, Paris Hilton, Sarah Jessica Parker, Gisele Bündchen, Beyoncé, Pamela Anderson y hasta Leonardo DiCaprio se calzaron en aquellos días unas botas que, odiadas por unos y adoradas por otros, se hicieron enormemente populares. Pero, al igual que otras tendencias que surgieron durante el ya lejano inicio del milenio como los chockers, los cinturones de cadena o los chándales de Juicy Couture, las botas UGG protagonizan, de vez en cuando, su propio regreso.

El invierno pasado, por ejemplo, en pleno confinamiento en muchos países occidentales, el informe de la web Lyst, una de las biblias de las tendencias globales en moda, se fijó en el brutal aumento de ventas que había experimentado la marca. Este año, las cosas han seguido el mismo camino: celebridades como Mila Kunis o Selena Gómez, entre muchas otras, han permanecido fieles a estas botas cómodas, calentitas y “feas” casi por definición, como veremos ahora mismo.

Cher es la nueva imagen de las botas UGG.
Cher es la nueva imagen de las botas UGG.UGG

El origen de las botas ugg

Nadie ha sido capaz de demostrar de manera convincente cuál es el origen de las botas ugg, escrito así, en minúscula, debido a que en su país de origen, Australia, ese nombre es una denominación genérica. Las ugg tradicionalmente se fabricaban de manera artesanal a partir de piel de oveja, con el borreguillo hacia dentro y comenzaron a utilizarse por los esquiladores de ovejas de ese país en la década de 1920, tras la Primera Guerra Mundial.

Estos trabajadores descubrieron que las botas de piel de oveja resistían mucho mejor sus largas jornadas de trabajo en contacto con la lanolina, la cera natural que segrega la piel del ganado ovino, que descompone el cuero fabricado a partir de la piel de otros animales como las vacas o los cerdos.

Pero nunca sabremos si los campesinos australianos dieron con la solución por ellos mismos o se inspiraron en algún modelo anterior. Ejemplos anteriores había muchos. Para conocer el primer vestigio de unas botas cómodas de piel de oveja nos tenemos que remontar muy atrás en la historia de la humanidad. Los monjes budistas del antiguo monasterio budista de Subashi las llevaban hace 2500 años, según se sabe por las momias que se encontraron entre sus ruinas.

Casi en la misma época, Platón describió en una de sus obras cómo los habitantes de la península de Casandra, al norte de Grecia, se protegían los pies del frío con unas toscas botas hechas de piel de oveja.

Así eran las ‘fug boots’.
Así eran las ‘fug boots’.Imperial War Museum

Ya en el siglo XIX, los exploradores europeos observaron cómo este tipo de calzado también se llevaba en las regiones del Tíbet y por el pueblo Inuit, los habitantes del Ártico, aunque ellos las solían engrasar para hacerlas impermeables.

Finalmente, durante los duros días de la Primera Guerra Mundial, los pies de los aviadores británicos que luchaban contra el temible Barón Rojo, se quedaban literalmente congelados debido a la deficiente presurización de sus aeronaves. Para protegerse de ese frío, el mayor Lanoe Hawker diseñó unas botas altas de piel de oveja, que llegaban por encima de la rodilla, y que fueron fabricadas por los almacenes Harrods. El modelo acabó convirtiéndose en un básico del equipamiento de los pilotos de la Royal Air Force, quienes las bautizaron como fug boots.

El término fug describe un ambiente cerrado, caliente y cargado, como el que se quería conseguir precisamente dentro de este tipo de botas, y de él podría proceder la palabra “ugg”. Otra teoría de su origen, podría ser que derivara simplemente de la palabra ugly (feo en inglés) debido a su basto diseño.

¿Se les ocurrió a los australianos comenzar a utilizar esas botas tras ver a los pilotos de su Majestad llevarlas? Podría ser, pero nadie puede demostrarlo. Lo que sí que está más claro es que a partir de los años 30, estas zapatillas comenzaron a fabricarse de manera industrial. La primera empresa comercial de la que se tiene noticia es Blue Mountains Ugg Boots de Nueva Gales del Sur.

Las ugg comienzan a ser cool

Tras utilizarse durante décadas en zonas rurales de Australia, a los surfistas profesionales del país se les ocurrió empezar a utilizarlas a partir de los años 70. El objetivo era mantener sus pies calientes tras surfear en las frías aguas del Pacífico en los meses invernales. A partir de entonces las botas dejaron de venderse exclusivamente en almacenes de material agrícola y comenzaron a ocupar los escaparates de las tiendas de surf que acababan de abrir pocos años antes en algunas ciudades del este del país.

En aquella época, el mundo del surf era relativamente pequeño, lo que facilitó que la moda de las ugg llegara rápidamente a las revistas especializadas de California. A mediados de los 70, comenzaron a verse en tiendas de surf del Valle de San Fernando y de Santa Cruz. Ni siquiera es que hubiera un canal de importación real, sino que eran los propios dueños quienes se traían unos cuantos pares cada vez que visitaban el país de los canguros.

En 1978, un surfista australiano que vivía en Santa Mónica llamado Brian Smith, viendo la oportunidad de sacar algo de dinero, comenzó a importar este tipo de botas junto a su amigo Doug Jensen. Ese será el origen de UGG Australia, que durante los años 80 y los 90 va creciendo en popularidad, gracias a pequeñas acciones de marketing como ser el calzado oficial del Equipo Olímpico estadounidense durante los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994 o del equipo de fútbol americano San Diego Chargers.

Anuncio de UGG de 1985.
Anuncio de UGG de 1985.

Pero, a mediados de los 90, las botas UGG nunca habían conseguido salir del circuito de la ropa deportiva. Era normal, debido al concepto que de este calzado se había tenido siempre en Australia. Allí, las UGG continuaban siendo un calzado de esquiladores de ovejas, siempre fueron consideradas un artículo para personas incultas a quienes no les interesaba la moda, paletos de pueblo. Así lo confirmó el estilista australiano Justin Craig en la entrevista que le hicieron para The Daily Telegraph en 2004: “las únicas personas interesadas en la moda que se atreven a llevarlas en Australia son las modelos, como dando a entender: ‘Soy tan guapa, que me veo bien llevando cualquier mierda’”.

Fue a partir de 1995, momento en el que Smith vendió la empresa a la multinacional de calzado Deckers Outdoor Corporation por unos 15 millones de dólares, cuando las cosas empezaron a cambiar. Los nuevos dueños de UGG comenzaron a enviar pares a todas las celebridades imaginables, a mandar varios pares a los sets de rodaje para ver si algún actor decidía ponérselas durante algún descanso y a pagar cantidades astronómicas para que su producto apareciera en series de televisión de éxito como Sex and the city o películas como Mamá a la fuerza, donde Kate Hudson las luce hasta en el cartel. Una potentísima campaña de publicidad que, como bien sabemos, funcionó de maravilla.

La marca le debe una gran parte de su éxito inicial a la presentadora de televisión y empresaria Oprah Winfrey, que alrededor del cambio de milenio se entusiasmó con este calzado, habló sobre él en antena y llegó a regalar públicamente 350 pares a todos sus trabajadores.

Según contó el año pasado a CNN el creador de la marca, Brian Smith, que vivió todo esto ya fuera de la empresa, “Nike despegó por el jogging, Reebok por el aeróbic, Zoom por la pandemia y las UGG por Oprah”. La presentadora no ha dejado de hablar de ellas desde entonces, de hecho, el año pasado volvió a citarlas en la recomendación de productos que realiza anualmente con motivo de la navidad: Oprah’s Favourite Things 2021.

Para el gran público, las UGG se convirtieron a partir de entonces en un accesorio imprescindible que capturaba ese espíritu californiano que series como The O.C., Laguna Beach y unos años antes Sensación de vivir o Melrose Place, habían hecho ansiar a los jóvenes de todo el mundo. Hacían que te sintieras Lindsay Lohan, Nicole Ritchie o Kate Moss acosadas por los paparazzis un domingo por la tarde de camino a tomar un café.

os primeros dosmiles: Kate Moss en Londres y Sienna Miller en Glastonbury, ambas con sus botas UGG.
os primeros dosmiles: Kate Moss en Londres y Sienna Miller en Glastonbury, ambas con sus botas UGG.Getty/Gtres Online

Entre 2002 y 2003, las ventas crecieron en más de un 300%. En ciudades como Nueva York se desató una locura tal que la gente se agolpaba a la entrada de las tiendas, discutiendo e incluso llegando a las agresiones físicas según contaron los diarios de la época, agotando remesas enteras en cuestión de horas y acumulando listas de espera de más de un mes. La reventa también era frecuente y muchos pagaban más del doble del precio original en eBay para conseguir su par.

Pero conforme la década llegaba a su final, el hype se fue enfriando un poco, el mercado se inundó de incontables imitaciones y las UGG fueron pasando temporadas cada vez más largas en los armarios de las personas que antes las habían adorado. Como en el cuento de la Cenicienta, el hechizo se disipó y, aunque seguían siendo cómodas y calentitas, volvieron a ser simplemente unas botas feas de piel de oveja.

Por qué han vuelto las UGG

Diez años después, sin embargo, esta rareza del calzado de nuestras antípodas volvió a la vida. Las búsquedas en Google repuntaron y comenzó a verse con ellas a gente como Irina Shayk, Gigi Hadid o Rihanna. También a antiguas fieles como Sara Jessica Parker o Sienna Miller. Si debemos culpar a algo de esta vuelta, hagámoslo a la pandemia, que fomentó el uso de calzado cómodo con el que podíamos estar por casa y a la vez salir a la calle a hacer pequeños recados como comprar unas mascarillas. La vuelta de las UGG se debe a las mismas razones que la de los Crocs, las Birkenstock y las Dr. Scholl, espoleadas además por la brutal fascinación por los 2000 que tanta influencia ha tenido en la moda de los últimos años.

La marca no se ha quedado quieta, reinterpretando su producto una y otra vez y colaborando con diseñadores como Eckhaus Latta, Feng Chen, Molly Goddard o Y-Project (que desarrolló una colección que curiosamente recordaba mucho a aquellas fug boots de los aviadores británicos), lo que la ha hecho ganarse un puesto en las mentes de los fanáticos de la moda más iconoclastas. Asegurando a la marca, lejos ya de la locura del principio del siglo, un lugar relevante en la moda de los próximos años.

Así fue la colaboración entre Molly Goddard y UGG.
Así fue la colaboración entre Molly Goddard y UGG.UGG

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