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El ‘boom’ de la ropa antiviolación, ¿necesidad o retroceso?

Sujetadores y chaquetas que emiten descargas eléctricas o faldas para camuflarse en caso de huída, las prendas de autodefensa despuntan para asistir a las mujeres frente a las agresiones sexuales.

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Getty

Evitar la minifalda o pantalones estrechos en el transporte público y taparse con el bolso, con periódicos o revistas para evitar las grabaciones de pervertidos con el móvil. Éste es el remedio que las fuerzas del orden chino han dictado al Daily China a raíz de un repunte de grabaciones y fotos indebidas sin consentimiento en el transporte público (son los denominados creepshots, que después los acosadores comparten en las redes sociales). Una vez más, las víctimas, y no los criminales, son las que se ven obligadas a cambiar actitudes para evitar el acoso callejero.

Con la subida de temperaturas, el uniforme femenino vuelve a estar en el punto de mira. Tras unos meses en los que la oleada de violaciones en grupo

ha sacudido al mundo, en India (donde se denuncia una agresión sexual cada 18 horas), las escuelas de moda y los centros tecnológicos afrontan el devastador panorama diseñando prendas que puedan asistir a sus ciudadanas para hacer frente a los depredadores sexuales.

Hace unas semanas, tres estudiantes de Chennai presentaron el primer prototipo de lencería antiviolación. El sujetador SHE (Society Harnessing Equipment) es una prenda capaz de dar descargas eléctricas de 3.800 kilovoltios y enviar un sms con la localización de la víctima, que se envía tanto a familiares como a la estación de la Policía. En Nueva Delhi, estudiantes del Instituto Nacional de Moda y Tecnología también se han hecho cargo de una prenda para repeler a agresores y han diseñado una chaqueta paralizadora. La prenda, que parece una cazadora vaquera común, es capaz de emitir descargas eléctricas al asaltante a través de unos remaches metálicos, que pueden ser activados mediante un botón escondido en uno de los bolsillos.

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La chaqueta ‘antiviolación’ desarrollada por unos estudiantes indios puede inmovilizar a los asaltantes con descargas eléctricas.

Cortesía de National Institute of Fashion Technology of India.

Aunque el modelo todavía no ha llegado a las tiendas, la profesora encargada de tutelar el proyecto, Noopur Anand, apunta a S Moda que el modelo podría costar unos 19 euros y «sería mucho más barata» si se aplicase una producción en masa. Anand, que recuerda que «una de cada tres mujeres en el mundo será agredida en algún momento de su vida», asegura que la chaqueta antiviolación «es una necesidad» y la moda también «debe penetrar en la vida de la sociedad, aunque sea de forma poco convencional, para apoyar causas sociales».

Tanto el sujetador como la chaqueta antiviolación no serán las primeras prendas ideadas para evitar agresiones. Tal y como describía extensamente hace unas semanas la periodista Soraya Roberts en un reportaje en The Daily Beast, el diseño de moda ha evolucionado a la par que añadía al armario femenino prendas ‘protectoras’ para las mujeres de su tiempo.

Roberts recuerda que los pins de los sombreros de las mujeres de principios de siglo XX, erán auténticas armas blancas para combatir a depredadores sexuales, que las trabajadoras de la industrialización optaban por cinturones de castidad para evitar agresiones en el trabajo y que hasta la Reina Victoria utilizó un parasol de malla en su sombrero que en realidad estaba diseñado para evitar atentados contra su vida.

Recreación de las tácticas que las mujeres de principios de siglo XX empleaban para defenderse gracias a los pins de su sombrero, publicadas en el ‘San Francisco Sunday Call’ en 1904.

Imagen vía bartitsu.org

Pero no solo el desarrollo tecnológico en India y los artilugios del pasado nos dan ejemplos de cómo la vestimenta busca proteger a las mujeres. Hace seis años, la diseñadora japonesa Aya Tsukioka ideó el denominado ‘camuflaje urbano’: faldas capaces de convertir a sus portadoras –en tres cómodos pasos– en una máquina de refrescos andante. Una prenda perfecta para esconderse en caso de amenaza de agresión.

No ha sido la única. Desde Suecia, en 2005, unas jóvenes transformaron el cinturón de castidad de antaño en un cinturón antiviolación: incluía un enganche en zig zag, para dificultar el proceso de apertura. Todo un surtido de prendas repele-agresores, que además, se suma al extenso mercado de productos de autodefensa ‘para chicas’ o al condón antiviolación que levantó más de una polémica en Sudáfrica con la llegada del Mundial de fútbol.

Pese a que muchos puedan criticar que el diseño de este tipo de prendas choca directamente con la lucha feminista para acabar con el mito de que las violaciones se dan en función de cómo viste la víctima, Roberts compara a las prendas antiviolación con las denominadas SlutWalks (las marchas de las putas). “Una SlutWalk es una protesta contra la concepción errónea que cree que vestir ‘como una puta’ favorecerá una violación. La moda antiviolación no es una respuesta psicológica al asalto, es una respuesta física para prevenir la violación. La moda antiviolación no ataca a la cultura de la violación como lo hacen las SlutWalks, pero ambas resaltan cómo las agresiones sexuales son sistémicas en nuestra sociedad”.

Cordon Press

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