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El baile deportivo desfila

Chachachá. Entra en la pista una mujerona de pelo rubio oxigenado y corto a lo garçon. Sus facciones son duras, pero su movimiento, muy femenino. Tiene un aire a Antonia Dell’Atte. Lleva un vestido de corte sirena negro transparente, con tiras serpenteantes de terciopelo que cubren las zonas estratégicas. Es de Vesa, el mejor diseñador de moda del mundillo; no hace falta adivinarlo: lleva la marca por fuera. Los jueces solo la han visto dar tres zancadas hacia el centro de la pista, pero sus mentes se han puesto a trabajar. «Si está patrocinada por Vesa, será buena». Su estampa, que alcanza el metro ochenta, es inolvidable. «Es la misma mujer que nos impresionó en Stuttgart el año pasado». Chachachá. Joanna Leunis –ese es su nombre– ya tiene varios enteros ganados que pueden jugar a su favor en la puntuación final.

Los resultados la avalan: la bailarina francesa es, junto con su pareja, Michael Malitowski, bicampeona del mundo en Latino Profesional, seis veces campeona de Europa en la misma disciplina, cinco en Blackpool, seis en el UK Open y vencedora en siete ocasiones del International Open Professional Latin Champions. Una fiera. Su currículo se llena con algo más que trajes de ficción. Joanna y Michael someten la pista a sus pasos. Pero nadie olvida sus estilismos.

Aunque la belleza del vestuario no tiene ningún peso oficial en la puntuación, «afecta de alguna manera», revela la bailarina española Eva Nieto, quien junto a su pareja, Carles Cirera, ha alcanzado el cuarto puesto en el ranking mundial de Senior Latino (la categoría inmediatamente inferior a la profesional). «Cuando una pareja entra en la pista, genera unas expectativas».Y la mejor manera de asegurarse de que el efecto sea positivo es tener detrás el patrocinio de una firma de moda. Eso permite estrenar prendas en los grandes campeonatos (entre dos o tres veces cada temporada).

Los trajes de baile son un lujo para muchos bolsillos. Un vestido corto –el que se usa en los bailes latinos– puede costar entre 600 y 900 euros; el precio de uno largo –para la categoría estándar de bailes de salón– puede ascender a los 1.600 euros; y en la categoría profesional, las cifras se disparan hasta los 2.000 euros. Los patrocinados obtienen ropa a medida sin coste, a cambio de llevar la etiqueta de la firma visible en un costado. Es un privilegio solo al alcance de los mejores en las pistas.

A Eva y Carles los viste Merche Murillo, una diseñadora catalana que lidera el sector en España desde hace más de 23 años. «Sigue una línea esbelta y un estilo elegante, sin recargamientos», explica Eva. Esa imagen es difícil de asumir para el público general, que mira de lejos las pistas de baile como un desfile debling-bling. Pero a medida que uno se sumerge en este mundo, los matices pulen la mirada y lo que antes parecía una pasarela de excesos resurge ante la vista del espectador como un trabajo artesanal. «La estética del baile es muy particular», dice Murillo. «Se nota mucho en las parejas que acaban de llegar: les cuesta introducirse. Pero cuando pasa el tiempo y suben de categoría, van cogiéndole gusto, y se les ve mejor vestidos y conjuntados».

Javier Tomás Biosca

Normas de estilo. ¿Cómo no parecer que uno se ha colado en un certamen? Imprescindible cuidarse: se lleva el cuerpo musculado y delgado, la piel morena y depilada; y en la mujeres, moños muy tirantes y maquillaje fantasía. Tan importante es el bronceado que la casa DanceSport International tiene toda una sección de su tienda online dedicada a productos específicos para teñir la epidermis. En cuanto a la ropa, debe resaltar la figura y apoyar el movimiento. «¡Y que no te traicione!», apunta Merche. «Es un deporte y no se puede estar pendiente de que no se mueva el vestido». El traje está cosido sin posibilidad de fisura sobre un body del mismo color, que lleva el sujetador incorporado. «La magia consiste en conseguir que siempre vuelva a su sitio, que no se desmonte», dice.

El diseño se trabaja sobre una normativa estricta, que se suaviza a medida que se sube de categoría, hasta llegar al nivel profesional, en el que todo está permitido. Para el resto: «El vestuario tiene que cubrir las partes íntimas del cuerpo; no se pueden usar símbolos religiosos; la línea intergluteal no debe verse, así como la inferior de las bragas, que no pueden ser de color carne; la distancia entre las copas del sujetador ha de ser inferior a cinco centímetros…». Si una pareja no viste según el reglamento, se enfrenta a la descalificación inmediata e incluso a no poder participar en otras competiciones.

Estos mandamientos quieren proteger cuatro aspectos fundamentales en el baile: la forma característica de cada disciplina y categoría, la edad de los bailarines, las reglas de buen gusto y la seguridad. «Para evitar golpes, no podemos usar metales ni materiales pesados en las aplicaciones ni en los complementos», aclara Merche. De hecho, el chairman puede pedir al competidor que se quite una joya o una prenda si esta representa algún peligro. 

A partir de ahí, todo depende de la creatividad del diseñador. La elaboración de un traje puede ocupar más de un mes. «Los más complejos llevan incluso pedrería cosida a mano o boa de avestruz», señala la creadora catalana, quien comenzó en el diseño de vestuario para teatro. Un día de verano, hace 24 años, Merche se topó con la primera tienda de trajes para baile salón de España, en la calle del Perill, en Barcelona. «Empecé haciéndoles unas falditas y la cosa se fue complicando [ríe]».

Y más cuanto más elevada sea la categoría del bailarín. Es el tipo de vestuario con el que sueñan las chicas de los rangos inferiores, que deben llevar prendas de licra. Pero no todas se lo pueden permitir. Los precios son una gran limitación. «Por eso, hay mucha mamá costurera. A veces notas que observan los trajes para copiarlos, pero ¡qué vas a hacer!», dice Merche. Al fin y al cabo, en los campeonatos tampoco se gana dinero. «A no ser que esté patrocinado por una marca», aclara Eva. «Los certámenes oficiales no tienen premios en metálico».

La crisis ha hecho que los bailarines buscaran otras opciones. «Cada vez se vende menos. Ahora vienen muchos clientes con sus trajes antiguos para reformarlos». También se pueden comprar los de temporadas pasadas. Merche Murillo guarda 30.

Javier Tomás Biosca

Pasarela en la pista. Las colecciones se presentan en los grandes certámenes de danza –sobre todo Stuttgart (Alemania) y Blackpool (Inglaterra)–, donde los espectadores visten de gala. Los bailarines profesionales desfilan por la pista de baile con los trajes más espectaculares, y los senior visten indumentarias de fantasía con algunas limitaciones impuestas por la normativa. Los diseñadores, además, exponen sus creaciones en stands en los que se pueden adquirir sus prendas. Y las grandes firmas contratan a modelos para que sean su imagen, como el español Pol Chamorro, bailarín amateur conocido por su participación en Mira quién baila. Pol ha posado para los zapatos de Dance Sport International y la ropa de Iban Salgado y Abraham Martínez, dos jóvenes diseñadores de gran proyección.

«Son más barrocos», matiza Eva. Cuando Eva y Carles llegaron por primera vez al taller de Merche, los acompañaba su entrenador, quien, además de trabajar con ellos las coreografías, vela por su estilo. «“Ninguno de estos es para ti”, me dijo. No es que los diseños no fueran buenos, sino que yo soy más minimalista». Y le hicieron un vestido corto blanco a medida. Hay tres proveedores principales de materiales con los que Merche trabaja: Chrisanne, en Inglaterra; Choice, en Austria y los orientales Eda Chu. Y la calidad es excelente. La prueba: «Los trajes se lavan constantemente: esto es un deporte en toda regla», apunta Eva. «Y aunque está bien variar de modelo, si has tenido éxito con uno, repites para que los jueces se acuerden de ti. El desgaste es enorme». 

Chrisanne es también la proveedora de Vesa, el Christian Dior de la danza. Vesa Matti Hietala, quien comenzó diseñando para su pareja en las pistas, creó su empresa en 2011. En su lista de clientas: Yulia Zagoruychenko, Ekaterina Sokolova, Maria Manusova, Daria Chesnokova… Y así una larga lista de –ovas y –chenkos, que dominan los primeros puestos en el ranking profesional del mundo. Aunque entre su clientela, y en las listas vip del baile, también figura algún García. Como Nicolás García, que junto a su pareja, Masha Turlupova, son los profesores de Eva Nieto y de Carles Cirera.

Los bailarines son a la moda del baile lo que las maniquís a la pasarela internacional. Exfiguras de la rumba y el rock and roll se reconvierten en creadores una vez dejan el escenario. Como Roberto Villa y Morena Colagreco, una pareja que abandonó la competición en 2011 y, desde entonces, posee su propia línea de vestidos. También la tiene Tania Khelet, quien solía bailar con Emanuel Valeri. Son la alta costura del baile; firmas exclusivas a las que solo pueden acceder los más diestros en sus pasos. Pero el negocio gana ritmo en las categorías amateur. Ahí, el amo y señor es DSI London, marca creada en 1982.

En la actualidad produce el catálogo más completo del sector y durante las pasadas navidades la firma tuvo su propio escaparate en Harrods, con un espectacular vestido largo de danza estándar. Las Billy Elliot del siglo XXI soñaron ante el cristal del gran almacén con lucir algún día aquel traje de princesa; el resto pasaba junto a él con una extraña mueca: «¿Quién se pone eso?».

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