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Después de Murakami, Kusama

La marca espera repetir su bombazo comercial con la artista japonesa

vuitton kusama

Cuando Marc Jacobs visitó, en 2006, a la hoy octogenaria artista japonesa Yayoi Kusama en la institución mental en la que vive desde los años setenta, algo hizo clic. Ambos comparten una sensibilidad pop, una visión alucinógena de las cosas y una obsesión con los topos, entro otras cosas. Al fin y al cabo, Kusama los utiliza en su obra desde mucho antes de que Damien Hirst tuviera la idea de hacer cuadros de puntitos de colores y Jacobs los coloca en muchas de sus colecciones y acaba de lanzar un perfume llamado Dot, o sea Topo. En aquel primer encuentro, Kusama, que nunca aparece en público sin su peluca roja, le enseñó a Jacobs un bolso Speedy de Vuitton que ella había vandalizado-customizado pintándole topos encima. Estaba claro que de ahí nacería una colaboración.

El 10 de julio llegarán a algunas tiendas escogidas las primeras piezas de Infinitely Kusama, la colección que la artista ha creado para la casa, coincidiendo con la llegada al museo Whitney de Nueva York de la exposición itinerante de la artista que acaba de exponerse en la Tate Modern de Londres y que Vuitton financia. Además de cimentar su reputación arty, Vuitton espera obtener un éxito comparable a las que generaron las colaboraciones con Richard Prince en 2007, Stephen Sprouse en 2001 (su foulard de leopardo sigue reeditándose y se considera uno de los iconos de la década) y, sobre todo, la intervención de Takashi Murakami en 2003. El artista japonés rediseñó el famoso Monogram de Vuitton, las iniciales entrelazadas, en colores pastel y el resultado tuvo un enorme enganche comercial y rejuveneció el target de la marca. Esos diseños forman y aparte de las colecciones clásicas de la casa, que no podrían retirar aunque quisieran, por su popularidad.

Marc Jacobs y la artista, durante el encuentro que tuvieron en 2006 en el psiquiátrico de Tokio en el que ella reside.

Aunque es fácil percibir qué piezas de la colección de Kusama para Vuitton tienen más potencial icónico (el bolso rojo con topos blancos, los zapatos con lazada), la marca no expondrá ningún producto de la colección en los escaparates de sus 16 flagships, sus 16 tiendas principales en el mundo. Prefieren dedicarlos a las obras que Kusama ha creado especialmente para la marca: Beginning of theuniverse y Eternal bloomng flowers in mind. Según un reportaje en Le FIgaro, en la marca cuentan con que algunas piezas de la colección se agoten el primer día, com ocurrió con el bolso de cerezas de Murakami o los primeros bolsos con las letras-grafitti de Sprouse.

Aunque el universo colorista y accesible de Kusama puede propiciar sin duda un éxito para la casa como el que consiguió con Murakami, la vida de la artista difiere bastante de la de su compatriota, que ha borrado deliberadamente las fronteras entre arte y merchandising.  Nacida en 1929 en una familia acomodada, desde muy joven empezó a sufrir alucionaciones que después plasmaba en su obra. Sus cuadros repetitivos responden a sus visiones, lo que ella llama “redes infinitas”. A los 27 años se instaló en Nueva York, donde se integró en los movimientos de vanguardia. Organizaba happenings, como el llamado Orgía para resucitar a los muertos (1969), en el jardín del MoMA, que conseguían atraer enorme atención mediática y que consistían en pintar topos sobre cientos de voluntarios desnudos. Durante aquellos años manutvo una relación sentimental, aunque asexuada, con el artista Joseph Cornell.  En 1973 regresó a Japón y en el 77 ingresó voluntariamente en el psiquiátrico en el que vive todavía y desde el que trabaja, en un estudio que se hizo construir dentro de las dependencias.  La colaboración con Vuitton y la muestra que la marca le ha patrocinado puede servir para devolverle protagonismo.

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