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Charlotte Rampling, la seducción continúa a los 70 años

Icono de cine y de moda, celebra sus 70 años con su primera nominación a los Oscar por la película 45 años mostrando arrugas y los ojos más enigmáticos del cine.

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Cordon Press

Hace cincuenta años Charlotte Rampling asomaba fugazmente su rostro por primera vez en la pantalla en la película The Knack y cómo conseguirlo (Richard Lester, 1965) uno de los títulos que configuraron la nueva cultura juvenil en los agitados años del Swinging London. Junto a ella, otra joven debutante llamada Jane Birkin, a la que esperaba a la vuelta  de la esquina el director italiano Michelangelo Antonioni y la película talismán Blow Up. Cada una, a su manera, acabarían convirtiéndose en iconos, modelos femeninos transgresores y símbolos de un estilo y de una  modernidad que el paso del tiempo no ha dejado de revalorizar. Y el título compartido de las actrices británicas más francesas del cine.

El pasado cinco de febrero la actriz cumplió 70 años y los celebró con su primera nominación al Oscar a Mejor Actriz gracias a su papel en la película 45 años  (Andrew Haigh, 2015), un poderoso drama de trazos íntimos al lado del veterano actor británico, Tom Courtenay. A la celebración cinematográfica se sumaba la publicación de sus memorias, Qui je suis (Grasset), un emocionado texto donde la actriz expone por primera vez y de forma pública pasajes de su infancia y su juventud, señalados por momentos dolorosos como el suicidio de su hermana Sarah cuando tenía 21 años o misteriosos, como el descubrimiento de unos diarios ocultos escritos por su madre, Isabel  Anne Gurteen, un personaje de novela de F. Scott Fitzgerald que sacrificará su vida al casarse con un militar de la OTAN, Godfrey Rampling, héroe deportivo de las Olimpiadas de Berlín de 1936.

Charlotte Rampling atravesó la década de los sesenta como uno de los rostros luminosos e iconoclasta centro de atracción. Actrices como Julie Christie, Vanessa Redgrave, Sarah Miles, Rita Tushingham representaban entonces un soplo de aire fresco alejadas del modelo típico de las estrellas de Hollywood. Su primera gran oportunidad la tuvo lugar al otro lado del Canal de la Mancha gracias al director Luchino Visconti –una especie de segundo padre para ella– que la sumerge en ese gran fresco histórico, La caída de los dioses (1969), sobre la  ascensión del Nazismo en la Alemania de los años treinta; Charlotte fija ese modelo de belleza elegante, de perfil aristocrático y lado misterioso moldeado por el creador italiano y padrino artístico. La actriz coincide con el actor Dick Bogarde con  el que volverá a encontrarse en el explosivo Portero de noche (Liliana Cavani, 1974), un cuento de seducción y sadomasoquismo  que proyecta su imagen  de actriz transgresora. La fotografía de la actriz  semidesnuda con uniforme nazi se convierte en uno de los iconos de la década de los setenta junto con la pareja Marlon Brando y Maria Schneider de El último tango en Paris.

Luchino Visconti, Charlotte Rampling y Helmut Berger en 1969.
Luchino Visconti, Charlotte Rampling y Helmut Berger en 1969.Cordon Press

No será ésta la única ocasión donde la actriz encienda las alarmas de las tribunas más conservadoras, sus desnudos fotografiados por Helmut Newton marcaron un hito en la fotografía de moda y rompen con los clichés de los clásicos desnudos protagonizados por las actrices para Playboy y otras publicaciones similares. Newton sublima en el  poderoso desnudo de la actriz ese estilo bautizado como porno-chic  que acabará contaminando los magazines de lujo y ha llegado hasta nuestros días. Fotógrafos como Peter Lindbergh, Alice Spring, Juergen Teller  o Bettina Rheims intentaron desvelar esa mirada misteriosa que Dick Bogarde había bautizado como The Look, el mismo título que Lauren Bacall, década atrás había recibido para su debut cinematográfico. Una cualidad física, esa mirada encriptada, que la actriz en todos estos años no se ha cansado de desmitificar refiriéndose a ella como «una particularidad física» pero que ha acabado formando parte de su leyenda como estrella enigmática.

‘Rotten to the core’, Charlotte Rampling, 1965.
‘Rotten to the core’, Charlotte Rampling, 1965.Cordon Press

Diva a contracorriente, Charlotte Rampling ha construído una carrera cinematográfica señalada por el cine de autor sin renunciar a grandes producciones como la fábula de ciencia ficción Zardoz – formando pareja con Sean Connery–, El veredicto junto a Paul Newmann o como heroína de cine negro, Adiós, pequeña, entrando en el Olimpo femenino de heroínas de cine negro junto a Lauren Bacall, Barbara Stanwick, Gloria Grahame y otras femmes fatales. A medio camino entre París y Londres, Rampling se convirtió en la actriz fetiche de directores como François Ozon o el malogrado director teatral Patrice Chereau en su debut cinematográfico, La carne de la orquídea.  El director Nagisa Oshima potenció su lado más transgresor en Max, mon amour, en una vuelta de tuerca del cuento fantástico de la bella y la bestia. Frente a otras estrellas que han visto apagarse su carrera en ese tránsito siempre delicado entre la madurez y la vejez, Rampling ha conseguido iniciar una segunda y brillante etapa profesional trabajando con directores como Lars von Trier (Melancolía) o afrontando papeles arriesgados como  la protagonista de Hacia el sur (Laurent Cantet, 2006), en la que interpretaba a una mujer practicante del turismo sexual en Haití.

A sus setenta años Charlotte Rampling forma parte de esa generación de mujeres  que por primera vez  han subvertido los códigos de la seducción transformándola en algo mucho más profunda y reflexiva. Una mujer madura que expresa –y ejerce con su experiencia–  su poder femenino de seducción sin esconderlo ni camuflarlo. Que piensa más en su vida que en los años que cumple…

Cartel de ’45 años’, la película que le ha valido la nominación.
Cartel de ’45 años’, la película que le ha valido la nominación.Cordon Press

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