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Los zapateros que defienden el prestigio de la artesanía española

Rafael Castañer y Pedro García, directores creativos de Castañer y Pedro García, respectivamente, hablan sobre el presente y futuro del diseño de accesorios que se hace aquí.

Campaña p-v 2017 de Castañer.
Campaña p-v 2017 de Castañer.Cortesía de Castañer y Pedro García

¿Qué hay detrás de un diseño español?

RAFAEL CASTAÑER: Autenticidad, artesanía y creatividad. La tradición es el motor y el alma de las grandes casas de diseño españolas.

PEDRO GARCÍA: Hoy ya vivimos en un mundo global. En un entorno así creemos que no se puede hablar de características concretas que identifiquen el diseño de un país. Diseñamos para un público internacional y un mercado integral. Si tuviéramos que destacar un rasgo español, sería nuestra tradición manufacturera, que hace que los creadores mimen la producción, busquen el detalle, recuperen técnicas del pasado y emprendan proyectos artesanales contemporáneos. En España hay mucho talento, un alto nivel de diseño y creatividad, materias primas inigualables y una elaboración excelente. Esas características se perciben en el producto.

La industria española pasó de pequeños talleres artesanales a la fabricación en serie para importadores en los años 60. Y de ahí a la creación de marcas propias en torno a la calidad y el diseño. ¿Qué ofrece hoy un producto made in Spain que sigue atrayendo a los colosos del lujo (como Fendi) y también a los consumidores?

R. C.: En España siempre ha habido grandes marcas como la del maestro Cristóbal Balenciaga, Loewe… aquí sabemos hacer las cosas muy bien, el made in Spain cada vez se valora más. Lo que nos pasa es que a veces nos lo tendríamos que creer más y sabernos vender mejor.

P. G.: Nuestro producto es de una gran calidad y esto, unido a la relación calidad-precio existente en nuestro país, se convierte en un argumento de mucho peso para ciertas marcas que nos distingue en la industria del lujo. Estas características nos hacen muy atractivos, tanto para estas firmas como para el consumidor final. En Pedro García siempre hemos sido incondicionales y entusiastas de la manufactura española. Empezamos a mostrar nuestra adhesión al made in Spain haciendo que formara parte de nuestra imagen corporativa junto al logotipo. Hoy, además, es el nombre de nuestro proyecto editorial, una publicación en formato de periódico que selecciona cada temporada un punto de España para fotografiar la colección.

Sus firmas siempre tuvieron vocación exportadora. ¿Las marcas patrias que hoy empiezan lo tienen más fácil para vender fuera?

R. C.: Empezamos en los 70, así que lo llevamos muy interiorizado. Siempre hemos exportado alrededor del 70% de nuestra producción. El concepto ‘fuera’, con la revolución digital, ya está casi obsoleto. Es más fácil tener visibilidad y pasar a ser conocido muy rápidamente gracias a los canales digitales. Pero también hay multitud de marcas intentando ser globales a la vez y, por lo tanto, hay mucho ruido.

P. G.: Las dos épocas se caracterizan por sus propias ventajas e inconvenientes. Diferentes realidades económicas y tecnológicas, distintos mercados y hábitos de compra. Actualmente, la digitalización de la comunicación posibilita que las marcas vendan a todo el mundo fácilmente a través de plataformas e-commerce, pero el escenario es increíblemente competitivo. Justamente lo opuesto a lo que ocurría en el pasado. Desde que se fundó, Pedro García tuvo claro el objetivo de convertirse en una marca del segmento superior de la moda internacional. Ahora, después de tres generaciones, nuestras colecciones se pueden comprar prácticamente desde cualquier país. Es necesaria la estrategia, así como dedicar tiempo y recursos.

Con los años, ¿ha aprendido España a venderse mejor? ¿O sigue a la cola de países como Italia?

R. C.: Nos lo hemos creído siempre menos que los italianos y los franceses, siendo una cuna de creativos y artesanos del mismo nivel. Nunca hemos sabido vendernos tan bien como ellos y aunque últimamente hemos aprendido un poco más, nos llevan mucha ventaja.

P. G.: Hemos avanzado mucho, aunque aún nos queda un largo camino por recorrer. El consumidor valora el producto made in Spain y la percepción es de compra de alta calidad. De todas formas, aunque la evolución es muy positiva, en el sector de la moda existe aún una cierta desventaja respecto a Francia e Italia como países exportadores. Sin embargo, estamos dando pasos importantes y el público lo percibe. Por ejemplo, la calidad de los zapatos que se fabrican en Elda, Alicante, donde se encuentra Pedro García, es reconocida mundialmente, de lo que nos sentimos muy orgullosos.

Imagen del proceso de fabricación y bobinas de seda empleadas en la colección o-i 2017-18 de Pedro García.
Imagen del proceso de fabricación y bobinas de seda empleadas en la colección o-i 2017-18 de Pedro García.Cortesía de Castañer y Pedro García

¿Es la exportación el mejor salvavidas de la industria española?

R. C.: Ser global es el único camino para crecer, mantenerse o simplemente ser marca; vivir solo del mercado local es muy difícil.

P. G.: Vender al mercado internacional puede ser la solución para muchas empresas de la industria de la moda. Siempre es mejor atomizar que concentrar. Pero es muy arriesgado recurrir a la exportación como salida de emergencia. Es una decisión a tomar en el momento preciso, cuando la compañía esté preparada para ello. Los mercados de las economías más prósperas requieren poseer recursos e infraestructura, así como una rápida capacidad de reacción. Vender a los compradores de los establecimientos de moda internacional, en un país económicamente solvente, implica establecer un compromiso comercial muy exigente a todos los niveles: diseño único, calidad impecable, innovación continua, renovación constante de colecciones.

Sandalia Evia en cristal pavé y satén de o-i 2017-2018 de Pedro García.
Sandalia Evia en cristal pavé y satén de o-i 2017-2018 de Pedro García.Cortesía de Castañer y Pedro García

¿Cómo ha cambiado la apreciación que tradicionalmente ha tenido el gran público español de la artesanía en la última década?

R. C.: Ante un mundo global, donde la creatividad de las grandes maisons y de las marcas es tan rápidamente recogida, convertida en un producto de gran consumo masivo en un tiempo récord por el fast fashion, creemos que hay espacio, y debe haberlo, para productos y firmas que preserven su autenticidad. Hay un segmento de consumidores que aprecia las enseñas pequeñas y originales y de hecho hay muchos nuevos proyectos lanzados por jóvenes makers que recuperan métodos tradicionales de hacer las cosas. Y no solo pasa en la moda, también en gastronomía, joyería, decoración… Castañer, siendo una marca casi centenaria, se mueve en este entorno. Somos slow fashion en un mundo veloz. Y aunque estemos digitalizados, hay conceptos antiguos que mantenemos y potenciamos como la experiencia de compra y el saber explicar qué hay detrás de la marca y de los objetos que vendemos.

P. G.: El cambio ha sido sustancial. Hace solo una década, el público con mayor conciencia histórica consideraba la artesanía como un bien tradicional, patrimonio de la sociedad, que había llegado hasta nuestros días gracias a los conocimientos técnicos del maestro artesano que, con suerte, se encargaría de traspasar a la siguiente generación. Diez años después, son las generaciones jóvenes las que se emocionan con la labor del artesano. Hoy, el consumidor ha aprendido a asociar la artesanía con la producción de objetos de calidad inigualable. No solo por su maestría manual para conseguir un resultado perfecto, sino porque, frente a la producción mecanizada, el operario dispone de todo el tiempo necesario para que el acabado sea el que él desea y, al estar hecho a mano, nunca habrá dos iguales. Se trata de un objeto insuperable, único y exclusivo. El paradigma del lujo.

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