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Cómo Aretha Franklin hizo de sus abrigos de piel más una reivindicación racial que una cuestión de estilo

La reina del soul utilizó esta prenda en casi todas sus actuaciones. Una pieza con importantes significados para la comunidad femenina afroamericana.

Aretha Franklin durante su actuación en la investidura de Bill Clinton en 1993.
Aretha Franklin durante su actuación en la investidura de Bill Clinton en 1993.ana regina / getty

Aretha Franklin vino al mundo el 25 de marzo de 1942. Con 14 años ya se ganaba el pan con el timbre de su voz. Era madre soltera de dos hijos. La de Memphis empezó su carrera siendo una niña en el coro de la iglesia bautista New Bethel de Detroit donde su padre, Clarence LeVaughn Franklin, era predicador. Seguía los pasos de su madre que también fue cantante de góspel; Bárbara Franklin murió cuando Aretha tenía una década. Con 18 años hizo el petate para probar suerte en Nueva York, donde firmó con la Columbia Records y abandonó la música religiosa por la seglar. La suerte estaba echada.

Franklin logró su primer gran éxito en 1967 con el álbum I’ve never loved a man. El tema Respect, que se incluye en este trabajo grabado ya con el sello Atlantic Records, se convirtió en uno de los himnos de los activistas de los derechos civiles. Ella misma utilizó su fama en favor de la igualdad racial y de la liberación femenina en Estados unidos (fue la primera mujer en formar parte del Salón de la Fama del Rock and Roll en Cleveland). Desde entonces, su carrera fue ascendente, aunque no fue un camino de rosas. Murió el 16 de agosto de 2018 en Detroit con 18 premios Grammy en el bolsillo y la gloria de haber sido incluida como una de los 100 mejores cantantes de la historia según la revista especializada Rolling Stone. Cuando Rocío Jurado murió en 2006, su hermano y manager, Amador Mohedano, destacó que La más grande podría haber cantado lo que le hubiese dado la gana; hasta ópera. Franklin, apodada como La reina del soul y Lady soul, sobresalió también interpretando temas de góspel, jazz y blues. También podría haber entonado todo lo que se hubiese propuesto.

En enero de 1993 cantó durante la investidura de Bill Clinton como presidente de Estados Unidos. Franklin interpretó su himno Respect en las escaleras del monumento a Lincoln en Washington D.C. vestida con un traje chaqueta carmesí al resguardo de un abrigo de piel. Probablemente la pieza de su armario que mejor resuma su estética. La cantante de ópera Marian Anderson también cantó My country, ‘Tis of Thee abrigada con una pieza similar en los mismos escalones, durante la proclamación de Franklin Delano Roosevelt, después de que las Hijas de la Revolución le negaran la entrada al Constitution Hall, reservado solo a artistas blancos, en abril de 1939. Tenemos que hablar del abrigo de piel de Aretha Franklin.

Aretha Franklin en un momento de su actuación durante la investidura de Bill Clinton.
Aretha Franklin en un momento de su actuación durante la investidura de Bill Clinton.getty

El estriptis más célebre del cine es el de Gilda (1946). Y eso que Rita Hayworth tan solo se deshace de una estola de piel con los primeros acordes de Put the Blame on Mane, de su guante derecho mientras recita (en playback) la letra de la canción y del izquierdo y una gargantilla de diamantes al final, animada por los aplausos del público de un ficticio casino argentino. La reina del soul utilizaba, también, su prenda fetiche para desnudarse ante sus seguidores.

Por ejemplo, en 2015 Aretha se subió a las tablas del Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas de Washington para interpretar (You Make Me Feel Like) A Natural Woman (la coautora de la canción, Carole King, había recibido minutos antes el galardón Kennedy Center Honors que otorga el Gobierno de EEUU) con un abrigo de visón chocolate hasta los pies. Coincidiendo con el subidón del tema (you make me feel/ You make me feel/ You make me feel a like natural woman) la de Memphis se levantó del piano y se deshizo de su capa. El público entró en éxtasis, incluido Barack Obama que luchaba por reprimir las lágrimas mientras tarareaba el estribillo final y su mujer, Michelle, dibujaba una sonrisa de oreja a oreja. Meses después el entonces presidente de los Estados Unidos de América confesó al editor del diario The New Yorker, David Remnick, que solía llorar cuando escuchaba a Aretha entonar esa oración. «Nadie encarna más plenamente la conexión entre el espíritu afroamericano, el blues, el R&B, el rock and roll y la forma en que las penas y el dolor se transforman en algo lleno de belleza, vitalidad y esperanza. La historia de Estados Unidos surge cuando Aretha canta», dijo Obama.

Franklin seguía esta estrategia, la de desabrigarse sin contemplaciones en el momento cumbre de una melodía, casi desde el comienzo de su carrera. Era su forma de decir: aquí está mi voz, totalmente desnuda. Para la periodista Robin Givhan de The Washington Post era una forma de proclamar su libertad, una manera de librarse de todos sus grilletes. De género y raza. Otras veces, como en su última actuación durante la gala de la AIDS Foundation de Elton John en noviembre 2017, simplemente dejaba caer sus prendas de pelo sobre los hombros con cierta coquetería sin perder un ápice de la fuerza huracanada que la definía.

La elección de las piezas de piel (también presumió de plumas exóticas) no es baladí. Aretha Franklin, además de para conseguir un efecto dramático durante sus interpretaciones, vestía estos abrigos porque era una estrella; y las estrellas llevaban abrigos de piel. Evita Perón, por ejemplo, visitó España en julio de 1947 y lo hizo cubierta de las más diversas pieles. En absoluto era una forma de tapar su curvilíneo cuerpo; La dama del soul se vistió siempre como le dio la gana –generalmente con prendas ceñidas– mucho antes de que el movimiento body positive echase a andar. Cuando un dependiente de Detroit le dijo que el tono morado no era su color, Franklin apareció vestida en su siguiente bolo con un vestido púrpura brillante. Cuando los medios se referían a su forma de vestir les enviaba telegramas preguntando: «¿Qué era exactamente lo que tenían que decir sobre mi aspecto?».

Era una época en la que a las mujeres, especialmente a las negras, se les decía qué estaba permitido y que no. Aretha se crió en una iglesia evangélica, donde los domingos las mujeres acudían adornadas con sombreros y visones; para ella todos los días fueron domingo. Daba igual que acudiese a un concierto, la Casa Blanca, una alfombra roja o una entrevista. Era su forma de decir que era digna de ocupar su sitio en ese espacio. En 2019 la ensayista Jasmine Sanders publicó en The New York Times un artículo sobre la importancia que los abrigos de piel han tenido en la comunidad femenina afroamericana durante décadas. En él recoge las declaraciones de Paula Marie Seniors, historiadora y profesora de estudios africanos en la universidad Virginia Tech, que afirma que cuando la mayoría de la población afroamericana no podía acceder a la compra de una vivienda (los códigos federales prohibían que se ofrecieran préstamos justos a las personas negras) destinaba esos ahorros a otros indicadores de prosperidad personal. Bienes tangibles que conservan su valor y pueden ser legados de generación en generación como las joyas y las pieles. Aretha Franklin envuelta en sus abrigos de pelo alentaba a su comunidad con el grito silencioso de «sí, se puede».

La fuerte personalidad de la cantante no fue suficiente para disuadir las críticas de PETA. En 2008 le enviaron una carta abierta que decía: «los amantes de la música pueden pensar en ti como una reina, pero para los amantes de los animales eres un bufón de corte. Lo siento, Aretha, pero tus pieles te hacen parecer un payaso, ¿por qué no te deshaces de esa apariencia anticuada que aumenta el peso de tu cuerpo y resta valor a tu hermosa voz? ¿Por qué no donas tus pieles a los pobres como ‘reina de la compasión’, como hizo Mariah Carey? Obtendrías una desgravación fiscal por la donación y en PETA todos cantaremos tus alabanzas». La respuesta de Franklin fue seguir llevando sus abrigos. El rechazo de los blancos a las pieles coincide en el tiempo con el aumento del poder adquisitivo de los negros. Después de la muerte de Aretha, PETA les pidió a sus herederos que donasen las pieles a la organización para que las pudiesen repartir entre refugiados, personas sin hogar o transformarlas en ropa de cama para los centros de rehabilitación. «Si bien no podemos traer de vuelta a los animales que sufrieron y murieron por ellos, estos abrigos pueden ayudar a otros al brindarles el calor que tanto necesitan a los animales huérfanos y humanos», escribió Tracy Reiman, vicepresidenta ejecutiva de la organización por los derechos de los animales. Aretha, tristemente, no está entre nosotros para justificar sus decisiones. Si es que fuese su menester.

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