Ahora que Ana Locking está prácticamente haciendo las maletas (¿las atará también con cuerdas, como los accesorios que ha mostrado hoy?) para emigrar al extranjero y hacer las Américas, abre su cápsula del tiempo para plantarse en el (de) momento. Es por demás significativo que esta coleccion otoño-invierno 12/13 resetee un contador inactivo desde la Gran Depresión de los años treinta. Sus diseños, profundamente marcados por siluetas y estampados de la época, se actualizan cual software y se adapten al medio, no menos desalentador, de hoy.
Este momento de transición de Locking se perfila como profundamente optimista. Sabe a lima limón y se escribe con tinta sobre trajes, faldas y vestidos que abusan de sus típicas siluetas -con un juego de solapas y estructurado patronaje en faldas y pantalones de franela o sarga- y se ponen de tiros largos versionando una y otra vez el esmoquin. Siempre en blanco y negro, por bloques, y constreñidos por metálicos cinturones a modo del liberado universo de su caja.







