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La verdadera historia de la policía chivata de ‘El juicio de los 7 de Chicago’

El personaje interpretado por Caitlin Fitzgerald es la única mujer relevante en la trama de la nueva película de Aaron Sorkin, pero la veracidad de su existencia e implicación en los hechos es más que cuestionable (con spoilers).

Caitlin Fitzgerald da vida a la agente infiltrada Daphne O'Connor.
Caitlin Fitzgerald da vida a la agente infiltrada Daphne O'Connor.Netflix

– ¿Y si en realidad lo que había eran siete manifestantes a la cabeza de una protesta de 10.000 policías de paisano?

Ha sido uno de los grandes estrenos del raquítico curso cinematográfico. El estreno en Netflix de El juicio de los 7 de Chicago, la nueva película del celebrado guionista y director Aaron Sorkin, ha supuesto todo un oasis para todos aquellos espectadores sedientos de llevarse a los ojos un entrenamiento ‘oscarizable’ en este año de salas vacías y lanzamientos postergados. La recreación de los disturbios del verano de 1968 con motivo de la Convención Nacional del Partido Demócrata, y el infame juicio posterior a los siete líderes de los grupos de izquierdas que fueron brutalmente reprimidos por miles de agentes de la ley, llega en el momento más pertinente posible: tras las revueltas antirracistas más convulsas desde aquella fecha y a pocos días de las elecciones en Estados Unidos. Pero como en cualquier adaptación para la pantalla, la línea entre la ficción y la realidad a veces es más borrosa de lo que debería (con spoilers).

La agente infiltrada O’Connor (en el lado izquierdo de la imagen) es el único personaje femenino con peso en la trama del filme.
La agente infiltrada O’Connor (en el lado izquierdo de la imagen) es el único personaje femenino con peso en la trama del filme.Netflix

En el amplísimo reparto masculino que protagoniza El juicio de los 7 de Chicago, la agente de contrainteligencia Daphne O’Connor se alza como el único personaje femenino relevante en la trama. La policía infiltrada, interpretada por Caitlin Fitzgerald (Succession), seduce al líder yuppie Jerry Rubin (Jeremy Strong) para conocer de primera mano los planes del cabecilla y desenmascararlo –rompiéndole de paso el corazón– en los tribunales. Rubin se encapricha de ella nada más conocerla y, en uno de los momentos claves del filme, cuando están a las puertas de iniciar una batalla campal con los agentes, ella llega incluso a tomar la voz cantante en el grupo. Sin embargo, O’Connor solo ha existido en la mente de Aaron Sorkin, quizá anhelante de alimentar la cuota femenina del filme para evitar posibles reproches mediáticos.

El personaje podría ser una amalgama de dos agentes concretos del Departamento de Policía de Chicago que sí se infiltraron en la multitud dirigida por Rubin y Abbie Hoffman (Sacha Baron Cohen). El primero, Robert Pierson, testificó en el décimo día del juicio y, según la crónica realizada aquel día por The Harvard Crimson, incriminó a cinco de los detenidos y atribuyó sentencias inflamatorias a Rubin. “Me dijo, ‘Tenemos que tener nuevos Chicagos en todas partes. Tenemos que tener disturbios en otras ciudades”, alegó el testigo, que se ganó su confianza ofreciéndose como guardaespaldas. Pierson también confirmó haber escuchado al activista gritar la proclama ‘Matar a los cerdos (Kill the pigs)’, en referencia a las fuerzas del orden. La réplica de Rubin en el juicio fue digna de su excéntrica personalidad: “Este tío llega como un motero de Chicago y empieza a gritar, ‘cerdo, cerdo, cerdo’. Era el hombre más militante de todos y ahora parece inmerso en un viaje fantasioso”.

Ilustración del testigo Robert Pierson.
Ilustración del testigo Robert Pierson.Getty (Getty Images)

La segunda, y probablemente mayor inspiración para Sorkin a la hora de dar vida a O’Connor, responde al nombre de Mary Ellen Dahl. El libro The Chicago Conspiracy Trial de John Schultz, un investigador presente durante todo el juicio, califica a esta agente como “una muñeca, una belleza rubia vestida de paisano”, descripción que encaja con el físico de la actriz Caitlin Fitzgerald. Dahl, que vestía un casco de la Primera Guerra Mundial, explicó que se había unido en Lincoln Park a un grupo liderado por Abbie Hoffman en la noche del 27 de agosto y que el activista había pedido a los allí presentes que consiguieran misiles. Aunque Hoffman negó haber estado en el parque a la hora desgranada por ella, Dahl añadió que su objetivo no era otro “asaltar el Hilton”, hotel que albergaba la convención. Pero en ningún momento de su testimonio se deja entrever que la agente hubiera intentado seducir a cualquiera de los cabecillas para ganarse su confianza, confirmando la licencia dramática de un guionista con inclinación a romantizar la realidad.

El rol de Daphne O’Connor no es el único hecho de la historia alterado por Sorkin. Desde el enfrentamiento entre la policía y los estudiantes en la colina del parque Grant de Chicago –los agentes no estaban esperando a los manifestantes, llegaron después para disuadirlos– hasta el rol en el juicio de Bobby Seale, miembro de los Panteras Negras, que al contrario de lo mostrado no recibía ningún tipo de orden o información por parte del líder de la organización. Pero quizá la variación que más pueda desilusionar a los espectadores sea la concerniente al heroico clímax del filme, cuando Tom Hayden (Eddie Redmayne), líder del movimiento estudiantil, decide sublevarse al juez y utiliza su alegato de clausura para leer los nombres de las víctimas de la Guerra de Vietnam. Los nombres de algunos soldados caídos se pronunciaron por los acusados en el juicio, pero en una de las primeras jornadas del mismo y durante solo unos segundos antes de que el juez entrara en la sala e interrumpiera el discurso sin mayor problema. Los finales épicos siguen ocurriendo casi siempre en la mente de los guionistas de Hollywood y este no es una excepción.

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