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Meritxell Batet: «La desigualdad ha de ofender por igual a hombres y mujeres»

Hablamos de política inclusiva, feminismo y cambios necesarios con la actual ministra de Política Territorial y Función Pública, cabeza de lista del PSC por Barcelona para las elecciones generales.

Cinco imágenes destacan en su despacho. En un extremo de la mesa de la ministra asoman dos fotos pequeñas, casi de tamaño carné, de sus gemelas, Valeria y Adriana. Cerca, cuatro instantáneas más. Curiosamente, en tres de ellas aparece junto al rey Felipe VI. No ha dormido bien. En nuestra reunión en el Ministerio de política Territorial y Función Pública, Meritxell Batet, confiesa con total naturalidad: «Una de mis hijas me ha dado una noche horrible». Es la titular de la cartera que tiene en sus manos volver a enamorar a Cataluña desde Madrid. Ha conseguido que, de momento, el tema no le quite el sueño, pero sabe que la misión es tan complicada que cuando se le pregunta directamente por ella, controla la cadencia de sus palabras para expresar exactamente lo que siente: «Sufro desgarro», dice contundente. Catalana de nacimiento, aunque su carrera política lleva el marchamo de la capital, fue elegida por el presidente Pedro Sánchez para formar parte del primer ejecutivo español con más mujeres que hombres. Aunque para Batet lo importante no es el número sino las políticas que llevan a cabo.

A punto de cumplir 46 años, rezuma estilo sin que asome un ápice de coquetería. Su sello personal lo imprimen su melena rizada y unos sempiternos pantalones con corte de campana que acentúan una forma de andar que recuerda a la de una bailarina. No en vano confiesa  sentir pasión por la danza.

Batet, hija única y de padres divorciados, con una madre orgullosa de que se dedique a lo que más le gusta, hizo correr ríos de tinta cuando contrajo matrimonio con el exdirigente del PP, José María Lassalle, padre de sus hijas de cinco años. Ese detalle biográfico puede resumir su forma de ser y de entender la política a la que ha consagrado su vida y a la que ha concedido todas las renuncias. «Sobre todo he renunciado a la familia. Necesito a las niñas más que ellas a mí. Pero quizá algún día se sientan orgullosas de una madre que tuvo una dedicación plena y reconocimiento social».  Aunque admite que hoy la profesión política está en entredicho.

Su agenda está repleta de reuniones, viajes, cambios de rutinas y sacrificios. ¿Compensa ser ministra?
Hay mucho de pasión. Si midiera la compensación con datos objetivos, del tipo ‘el poco tiempo que me queda para ver a la gente que me importa’ –yo pienso mucho en mis hijas, por ejemplo– habría un balance negativo. Pero cuando se tiene esta vocación de intentar mejorar las cosas, aunque pueda sonar utópico, ese motor es básico para dedicarte y entregarte a esta profesión y sentir que, sí, que este trabajo compensa.

¿Cuándo aparece esa vocación en su vida?
Yo me he sentido parte de la política desde siempre, desde que era pequeñita, cuando me presenté para ser delegada de curso, cuando intentaba conseguir mejoras para el conjunto de la clase. Después monté un sindicato en la universidad. Eso es otra manera de hacer política. Pero fue en 2004 cuando entré en el Congreso de los Diputados.

¿Y cómo vivían ese interés sus padres?
A mi madre no le sorprendió porque siempre había mostrado interés por ello aunque nunca me había acercado a un partido político. Esa pulsión la he tenido siempre. Y por eso ella se siente feliz de que me dedique finalmente a lo que me gusta.

Usted está divorciada y tiene dos niñas pequeñas de tan solo cinco años, ¿qué precio paga la familia para que usted se dedique al servicio público?
Supongo que aquí utilizamos autoengaños o hacemos razonamientos que compensen ese sentimiento de culpa.  Por un lado, siento que les estoy robando tiempo de estar con su madre, y por otro, yo me las pierdo a ellas, que es lo que me sienta peor. Pero también sé que muchas de las cosas que yo les pueda enseñar o transmitir las habré adquirido gracias a esta profesión. Esto es lo que sentimos la inmensa mayoría de madres y padres. Que trabajemos donde trabajemos siempre consideramos que estamos poco con los niños y niñas. Por supuesto, no es algo exclusivo de los políticos.

Forma parte del gobierno más feminista de nuestra historia. Son 11 mujeres y 6 hombres. Mucho más allá de la paridad. Pero ¿para cuándo una presidenta?
Lo cierto es que la composición del gobierno ya es una declaración de intenciones y por supuesto que el feminismo va por delante. Pero más allá de las caras o de lo números, este gobierno es feminista por las políticas que quiere impulsar y su proyecto político. Y eso lo puede potenciar un presidente del Gobierno hombre o mujer. Creo que es básico, si queremos avanzar en la igualdad real, que toda la sociedad se implique y se sienta interpelada. No puede ser que solo las mujeres sintamos el peso de la desigualdad, sino que esta ha de ofender por igual a hombres y mujeres. Es una batalla de toda la sociedad.

España está preparada ya para tener una presidenta.

Parece que son los propios partidos los que no están preparados para elegir a una candidata que les presida. Ahí están los casos de Soraya Saénz de Santamaría, Dolores de Cospedal o Susana Díaz, que no superaron unas primarias.
Bueno, esto son procesos internos que responden a lógicas distintas que no tienen nada que ver con el género. Se puede llegar a esa conclusión y puede impactar, pero no creo que en ningún caso no las eligieran por ser mujeres. Opino que la sociedad española sí que tiene un alto grado de madurez como para asumir candidatas a la presidencia. Hay ya presidentas autonómicas y alcaldesas de ciudades importantes. La línea está trazada, abierta y no tiene más problema.

Pero no nos engañemos, el poder sigue siendo básicamente masculino.
Así es, objetivamente en los núcleos de poder –no solo en lo público, sino también en el sector  económico, empresarial y en la sociedad en general– el hombre todavía sigue teniendo una presencia mayor que la mujer. Es más, creo que en el ámbito público se ha avanzado mucho más quizá porque se haya podido regular más. Al fin y al cabo, tenemos que dar ejemplo y tirar del carro, pero quedan muchos ámbitos que conquistar e igualar.

¿Usted cree que son necesarias las cuotas cuando el mérito no es suficiente para llegar a esos puestos de responsabilidad?
Siempre he dicho que la mejor ley de igualdad o de cuotas es la que no existe porque no es necesaria. Pero lo que nos ha demostrado la historia es que hasta que no habido alguna ley que ha establecido algún tipo de parámetro no se ha avanzado y esto es así en democracia. Si no hay esa obligación, no se hace el esfuerzo. Talento femenino hay un montón. El mismo o más que el masculino. Por tanto, nunca puede servir de pretexto.

Meritxell Batet asegura que tiene vocación política desde que era niña y se presentó a delegada de curso en la universidad. Trabaja en el Congreso de los Diputados desde 2004.
Meritxell Batet asegura que tiene vocación política desde que era niña y se presentó a delegada de curso en la universidad. Trabaja en el Congreso de los Diputados desde 2004.ANTÁRTICA

Hay muchas mujeres que siguen renunciando a la maternidad  o aplazándola para poder desarrollar sus carreras.
El elemento de renuncia en el hombre no se produce nunca. Y en el caso de la mujer, es cierto, todavía hoy se sigue produciendo. También hay quienes renuncian a su carrera profesional para poder ser y dedicarse a ser madre, y así no acarrear con ese sentimiento de culpa que tenemos la inmensa mayoría. Por eso, las políticas de conciliación y responsabilidad tienen que ir a la par. Y esto tiene que ser acción activa.

Entonces, ¿el hombre no renuncia porque los hijos ‘siguen siendo de las madres’?
Pasa en muchas conversaciones y ha ocurrido a lo largo de la historia. De muchos hombres que se han dedicado a gobernar, no se ha sabido nada sobre su vida privada. Sin embargo, es muy difícil que no acabe trascendiendo que las mujeres que estamos ocupando sitios de responsabilidad tengamos o no familia. Surge en las conversaciones, pero forma parte de nuestra vida y lo asumimos con normalidad.

Muchas veces escuchamos: «Si esto estuviera en manos de mujeres se solucionaba rápido». ¿Lo comparte?
Me gustaría pensar que podría ser cierto, pero creo que es más mito que realidad. No tenemos un elemento de homogeneidad absoluta. Cada mujer tiene su personalidad y muchas veces depende del carácter. Hay hombres que también resuelven rápido.

Hablemos de la situación en Cataluña. ¿Usted cree que va a ser imprescindible la mano femenina para arreglar los problemas que allí acontecen? Lo digo porque, aunque mandan ellos, al pie del cañón están usted, la vicepresidenta Calvo y la portavoz del gobierno catalán, Elsa Artadi.
Para resolver el tema de Cataluña que, como digo siempre es a muy largo plazo porque no tiene una solución mágica, necesitaremos la concurrencia de toda la sociedad catalana y eso quiere decir, de todos los partidos y actores políticos. Por tanto, también de todas las mujeres y de todos los hombres posibles porque es un situación muy complicada que no depende únicamente de unos dirigentes, sino de millones de personas que están detrás, de todos y cada uno los individuos que conforman la sociedad catalana. Lo que para mí urge es empezar a apostar por una mejor convivencia y tener menor fractura entre los ciudadanos. Y para eso nos tenemos que involucrar absolutamente todos.

Como catalana ¿qué siente ante esa fractura?
Siento desgarro. Y es inevitable que haya una carga personal. Yo intento aplicar objetividad, racionalidad, rigor porque forma parte de mi responsabilidad, pero la parte emocional está. Y tengo la sensación de que Cataluña ha cambiado en los últimos años y que se ha producido esa fractura interna ante la que, repito, siento desgarro. Por eso creo que lo más urgente es apostar por la convivencia.

Con Pedro Sánchez en un acto del PSC.
Con Pedro Sánchez en un acto del PSC.Gianluca Battista / ARCHIVO EL PAÍS

Hablemos del 8 de marzo de 2018. Un día histórico que marcó un antes y un después en la lucha del feminismo por la igualdad. Millones de mujeres se manifestaron para demostrar que sin ellas el mundo se para. ¿Usted cree que es así?
Por supuesto. Somos más de la mitad de la población y, por tanto, es lógico que tiremos del carro. Somos protagonistas y hemos de diseñar el mundo que deseamos. Eso es fundamental. Y efectivamente ese 8 de marzo fue un revulsivo que sorprendió a muchos. Seguramente había gente que todavía no había percibido que existía ese mar de fondo y por eso fue tan importante darle visibilidad y poner el tema encima de la mesa. Algunos partidos llevamos años teniendo como prioridad las políticas de igualdad, pero ese día la ola alcanzó a todos.

¿Estuvo en alguna manifestación?
El año pasado participé en los actos institucionales del Congreso de los Diputados porque había sesión. Hicimos una parada que establecimos y luego, por la tarde, decidí ir a buscar a mis hijas al colegio. Ese fue mi acto de reivindicación, recoger a las niñas y pasar una tarde con ellas.

¿A sus hijas las educa en el feminismo?
Bueno, son muy pequeñas. Tienen cinco años, pero es inevitable. Si ellas vienen con algún cliché que han adquirido en su clase, en el colegio, intento romper ese estereotipo mental porque creo que es bueno reforzarles que son iguales a todos sus compañeros.

Hay quien considera que se puede ser mujer y no ser feminista. ¿El feminismo tiene ideología?
Yo creo que el feminismo forma parte de los valores constitucionales y democráticos que nos hemos dado todos. Cuando se aprueba en nuestra Constitución un artículo como el 14 o el 9, en los que se habla de igualdad real y efectiva y eso compromete a los poderes públicos a remover obstáculos para alcanzar esa igualdad real, esto debe ser común y llegar a todos los partidos democráticos. Y por tanto, el feminismo ideológicamente me parece algo transversal. En el feminismo y su reivindicación creo que deberíamos sentirnos todos interpelados. Y no hace falta ser mujer, como decía anteriormente, para que te ofenda una desigualdad, igual que no te hace falta ser de otra raza para que te ofenda una discriminación.

Casi siempre me preguntan por mi familia; a un hombre eso no le pasa

Hay voces que aseguran que el movimiento feminista se ha pasado de frenada. ¿Usted cree que el hombre realmente puede sentirse amenazado?
Depende de cómo definamos amenaza. Si el hombre considera que tiene derecho propio a ocupar determinados cargos y ahora ve que se los disputa una mujer e interpreta que eso es una amenaza, pues sí, se puede sentir amenazado. Pero en ningún caso lo es. Lo único que se está pidiendo es que los derechos y libertades reconocidos en la Constitución se apliquen exactamente igual.

La batalla contra la violencia de género, que parecía una cosa asumida por toda la sociedad, desgraciadamente ha vuelto a centrar el debate político. Hay un pacto de estado firmado, 200 medidas que se están poniendo en marcha. ¿Hay riesgo de retroceso en esta lucha?
No debería haber ningún riesgo de retroceso. La violencia y la lucha contra la violencia machista ya no es un problema de valores constitucionales, de valores democráticos, de igualdad entre hombres y mujeres, sino que es una cuestión de dignidad como sociedad. Aceptar o frivolizar sobre el hecho de que un ser vivo pueda morir solo por ser mujer, que es exactamente lo que describe la violencia de género, debe repugnar a cualquier demócrata. Y por tanto, ese pacto contra la violencia machista debe ocupar la ideología de todos los partidos políticos, y todos deberíamos estar en el mismo barco y en la misma lucha intensa contra esa lacra social.

¿Qué le pasa por la cabeza cuando Vox pone esa lucha en entredicho?
Pues que no tienen interiorizados los valores de la Constitución y eso es inquietante. Me preocupa que exista un partido político que haya obtenido representación en un parlamento autonómico y que esté cuestionando el corazón de nuestra Constitución.

¿Negociaría con Vox?
Los derechos fundamentales y los valores democráticos reconocidos en nuestra Constitución no son negociables. Creo que para retroceder en las conquistas democráticas que han costado tanto en España, pero también en otros muchos países, no puede haber ningún tipo de negociación jamás.

La violencia de género debe repugnarnos a todos

¿La lucha contra la violencia de género debería también enseñarse en los colegios?
Todo suma. Las modificaciones legales, por difíciles que sean, son más fáciles de cambiar que ciertos hábitos culturales o paradigmas mentales. Y en eso es básica la educación, por supuesto. Y hay datos inquietantes para quienes consideran que esto ya es algo superado y que hemos conseguido toda la igualdad que podíamos obtener. Siempre recomiendo que se miren los estudios del CIS sobre la juventud porque te dan información muy preocupante. Como por ejemplo, los porcentajes muy elevados de chicas jóvenes que ven normal que su pareja controle su teléfono o que les digan a quién pueden ver o no. Desde luego, no es nada edificante. Pensamos que las nuevas generaciones deberían tener esto absolutamente superado y no lo está. 

¿Y qué papel deberían jugar en esa situación los medios de comunicación?
Son básicos porque llegan a muchísima gente y aunque son proyectos empresariales, tienen una vertiente de servicio público y de garantía a una información veraz. Y pueden
hacer mucho para transmitir de manera directa y sencilla estos valores que deberíamos interiorizar todos desde la infancia. Por eso, la complicidad de los medios, su implicación, creo que es imprescindible.

¿Y qué ocurre cuando sentencias como la de La Manada siguen haciéndonos pensar a las mujeres que no estamos suficientemente protegidas?
El sistema de garantías y la actuación de las Fuerzas de Seguridad del Estado, de nuestro poder judicial, y por tanto de jueces y magistrados, están bien articulado. Eso no quiere decir que no haya fallos, resoluciones o actos concretos que nos despierten las alarmas. Pero yo creo que eso no es una enmienda a la totalidad en absoluto a nuestro sistema de garantías, que es bueno, que funciona, que se puede perfeccionar y que desde los poderes públicos intentamos mejorar. Pero la perfección no existe y hay que seguir avanzando para reforzar y conseguir ese objetivo, que ninguna mujer se sienta insegura por el hecho de ser mujer.

*Esta entrevista se publicó originalmente en el número de marzo de la revista ‘S Moda’.

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