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La verdadera historia de la científica sin estudios que descubrió los coronavirus

Olvidada por el paso del tiempo, el trabajo de la viróloga escocesa June Almeida hace más de medio siglo está siendo clave a la hora de combatir la pandemia de la Covid-19.

June Almeida, trabajando con el microscopio en 1956.
June Almeida, trabajando con el microscopio en 1956.Getty (Toronto Star via Getty Images)

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A pesar de ser una estudiante brillante, June Almeida (de apellido de soltera, Hart) tuvo que abandonar los estudios a los 16 años. El salario como conductor de autobús de su padre no alcanzaba para pagar los costes de la Universidad de Glasgow y la joven comenzó a trabajar en 1947 como técnico de laboratorio en un hospital analizando muestras de tejido. Su sueldo apenas alcanzaba las dos libras semanales (la mitad del sueldo de un becario actual). A pesar de su escasísima educación académica, la escocesa logró convertirse en una referencia científica por su trabajo pionero en la identificación y diagnóstico de los virus. Menos de dos décadas después de haberse visto obligada a dejar el instituto, se convirtió, a los 34 años, en la primera persona en identificar el coronavirus. Esta es la tristemente olvidada historia de la mujer cuyos hallazgos son hoy fundamentales en la lucha contra la covid-19.

Hugh Pennington, uno de los microbiólogos más importantes del Reino Unido, fue alumno de Almeida, de quien dice que fue tan brillante como poco convencional. En una entrevista ofrecida al diario The Herald, este profesor de la Universidad de Aberdeen se lamenta de que haya tenido que ser precisamente una pandemia la que haya sacado del olvido histórico a una de las científicas más sobresalientes de su generación. A pesar del medio siglo que ha pasado, “sin sus descubrimientos las cosas habrían ido mucho más lentas” para poder lidiar con la crisis sanitaria. “Su trabajo ha acelerado nuestro conocimiento del virus. Era una pionera con un talento increíble. Todo lo que tocaba en su investigación lo convertía en oro”, añade.

A los 24 años, June contrajo matrimonio con el artista venezolano Enriques Almeida –con quien tuvo una hija– y se mudaron a Canadá. Allí, menos estrictos a la hora de contar con personal sin titulación universitaria, contrataron a la escocesa como técnico de microscopio en el Instituto del Cáncer de Ontario. La metodología desarrollada por Almeida, que visualizaba mejor los virus mediante el uso de anticuerpos, permitió utilizar microscopios electrónicos para diagnosticar infecciones virales e identificó algunas como la rubéola. Su trabajo comenzó a ser reconocido en el mundo de la medicina y recibió una oferta para regresar a Londres y formar parte del equipo de la Escuela de Medicina del Hospital St. Thomas, el mismo en el que ingresó el primer ministro británico Boris Johnson el pasado 5 de abril.

Fue allí, formando parte de la unidad de investigación del resfriado común junto al doctor David Tyrrell, cuando conseguiría convertirse en la descubridora del coronavirus. Tyrrell había tenido problemas para cultivar en el laboratorio la muestra de un niño enfermo de un internado de Surrey, una ciudad situada a poco menos de una hora en coche al sur de Londres. Ante el fracaso, los investigadores pensaron que aquel patógeno podía ser un tipo de virus distinto pese a provocar síntomas similares a la gripe. Aunque el doctor confesó después que “apenas tenían esperanzas” de encontrar nada nuevo, decidieron enviarle la muestra, conocida como B814, a June Almeida. Con su técnica de microscopía, la viróloga consiguió imágenes claras del virus y recordó haber visto otros similares en investigaciones previas con pollos y ratones. Gracias a la cepa B814 identificaron el primer coronavirus humano, denominado así por Almeida, Tyrell y el profesor Tony Waterston por la estructura de halo del virus.

Como en tantas otras ocasiones a lo largo de la historia cuando hablamos de hitos conseguidos por mujeres, la primera reacción de sus colegas fue de absoluto rechazo. Una revista científica declinó publicar su descubrimiento aduciendo que las pruebas enviadas eran solo imágenes de mala calidad de partículas del virus de la gripe. No sería hasta 1965 cuando el British Medical Journal se hizo eco del hito y tuvieron que pasar dos años más para que el Journal of General Virology publicara las fotografías. Hoy ese artículo puede leerse gratis en Internet.

Como sostiene Hugh Pennington, el trabajo de Almeida sigue siendo relevante 56 años después del hallazgo y sus métodos están siendo utilizados para luchar contra la pandemia actual (la covid-19 es una enfermedad provocada por un coronavirus). “Los científicos chinos han utilizado su tecnología para identificarlo, han repetido lo que ella hizo”, ratifica. June Almeida se retiró en 1985 y cambió por completo de registro. Se mudó junto a su segundo marido (Phillip Gardner, también virólogo retirado) a la localidad costera de Bexhill-on-Sea, trabajó como profesora de yoga y dedicó su tiempo a la restauración de porcelana y a las antigüedades. En los ochenta volvió al hospital St. Thomas en calidad de asesora y participó en la publicación de las primeras imágenes en alta calidad del VIH. June Almeida murió en 2007, a los 77 años de edad.

“El éxito de June fue el resultado de una combinación de originalidad de pensamiento -al buscar y, normalmente, encontrar explicaciones simples a lo que parecían problemas complejos- y conocimientos técnicos. Cualquier conversación con ella, sin importar el tamaño del grupo, era tan estimulante como divertida: tenía un sentido del humor muy vivo y, en ocasiones, travieso”, escribió sobre ella su hija, Joyce Almeida, psiquiatra de profesión. “Nunca pensé que el hecho de ser mujer la detuviera en nada”, concluye el profesor Pennington en The Herald. “Se labró su propio camino y respondía enérgica ante cualquier crítica. Y normalmente llevaba razón”.

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