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La rabia de Isabel Santaló: la artista ninguneada que Antonio López reivindica

La sobrina de una de las pintoras más vibrantes de la vanguardia española rescata del olvido una figura tan misteriosa como actual.

Isabel Santaló, trabajando en su taller en mayo de 1962.
Isabel Santaló, trabajando en su taller en mayo de 1962.Nicolás Muller/ Archivo regional de la comunidad de Madrid.
Elsa Fernández-Santos

¿Quién era Isabel Santaló? ¿Una artista que destacó en la generación de los 50 para caer luego en el absoluto olvido o es ese misterioso espejo en el que ahora se mira Irene M. Borrego, su sobrina y la directora del documental La visita y el jardín secreto? A la primera pregunta va respondiendo en la película el pintor Antonio López, el único que parece recordar a la pintora. La respuesta al segundo enigma está en el propio filme, aunque sus capas no puedan resolverlo del todo.

Por lo que vemos, Isabel Santaló (Córdoba, 1923- 2017) acabó siendo una anciana hosca, solitaria y malhumorada, a la que le bastaba la compañía de Ramsés, un gato gigante, gordo y muy mimado. En una de las secuencias de La visita y el jardín secreto, la mujer que trabaja en su casa se pelea con Ramsés para poder hacer la cama mientras el gato se niega a moverse del colchón. La plácida pachorra del animal marca la energía general de una casa en la que, al parecer, Santaló guardó sus cuadros en un cuarto al que no dejaba entrar a nadie. “Su pintura estaba alejada de la búsqueda del éxito, despojada de retórica”, evoca Antonio López, el único que tiene alguna pista, algún recuerdo sobre quién era Isabel Santaló. “La pintura de Isabel era luminosa y seca, de formas simples, un poco áspera, honesta y auténtica. Era muy secreta: era como ella. Un jardín secreto con cosas bonitas, pero parecía que ella no quería mostrarlas”, añade López.

Isabel Santaló en un fotograma de la película.
Isabel Santaló en un fotograma de la película.59 en conserva

La voz del pintor realista atraviesa esta película hasta que la propia Santaló toma la palabra. Cuando llega ese momento ya sabemos que la artista era respetada por sus compañeros de generación (“y eso es muy importante, aunque quizá no suficiente”, asegura López), que el rechazo a sus propósitos de su conservadora familia tuvo consecuencias y que algo que nadie cuenta le ocurrió a su mejor colección de obras. Para su sobrina, Santaló era un tabú, un personaje maldito, “una sombra”. Sin recuerdos, sin fotos de archivo y sin obras, La visita y el jardín secreto quiere hablar del olvido y la memoria pero sobre todo de qué es ser artista, cueste lo que cueste. Como su gato Ramsés, Isabel Santaló parece adormilada hasta que la insistencia de su sobrina, sus preguntas naïf, le hacen salir de su letargo: “Tú tienes que encontrar tu camino trabajando y pensando, hay que estar abierta a todo, a equivocarte…”, le dice la anciana, que por un momento se revuelve y le suelta: “Pero Irene, tú no tienes rabia. Tienes rabia de mal genio maleducado pero no tienes rabia grande, porque la rabia grande es humilde”.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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