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‘Fleabag’: por qué «una mujer perturbada, pervertida y enfadada» ha arrasado en los Emmy

La guionista y actriz Phoebe Waller-Brigde ha creado un personaje cuyas neurosis reflejan el universo de las mujeres del siglo XXI y a la vez, conflictos universales.

Fleabag
Raquel Peláez

Una serie de la BBC que lleva ya varios años siendo el secreto mejor guardado del feminismo de tercera generación acaba de arrasar en los premios Emmy. Fleabag es un producto de culto, una gema extraña desconocida hasta hace poco para el gran público español, que en nuestro país solo se puede ver en Amazon Prime, y que ha llegado al podio que normalmente ocupan los grandes productos comerciales como Juego de tronos, serie a la que ha desbancado con una propuesta antiépica, pequeña y, sobre todo, radical, protagonizada por una mujer que su propia creadora ha definido al recoger su premio como «perturbada, pervertida y enfadada». ¿Qué hace a esta serie tan especial?

La protagoniza una “adicta al sexo”

Dirigida, escrita y protagonizada por la guionista y actriz británica Phoebe Waller-Bridge (quien también es la autora de Killing Eve y va a guionizar el próximo James Bond), la serie gira en torno a las vivencias de una mujer que el público conocería simplemente como Fleabag –una palabra que en castellano se podría traducir como “saco de mierda”– cuyo (aparente) principal problema es una irrefrenable adicción al sexo. Esa dependencia se va revelando a medida que evoluciona la serie como la proyección de otros conflictos humanos: el miedo al compromiso y al amor, los juegos de poder y dominación psicológica y los bloqueos emocionales paralizantes.

Es una mujer muy crispante (pero eso es bueno)

En la serie nunca alcanzamos a conocer el nombre real de la protagonista, pero sí podemos llegar a comprender el por qué del sobrenombre del personaje: Waller-Brige interpreta a una mujer narcisista, perversa, inquieta e inteligentísima, y, en consecuencia, tremendamente enervante. La guionista ha conseguido crear la némesis femenina de Larry David o de George Constanza, esos hombres mediocres llenos de neurosis que jamás pedirían perdón por ser “sacos de mierda”. Si en las mezquindades de David y Constanza podemos reconocer lo peor y lo mejor del alma humana masculina, en las manías y obsesiones de Fleabag se pueden reconocer muchos de los conflictos a los que se enfrentan las mujeres del siglo XXI. Y todo con la sutileza microscópica que hace falta para desmenuzar asuntos gigantes. Fleabag consigue, por ejemplo, explicar el infierno del ‘mansplaining’ sin dejar de ser ella misma una persona horrible un solo segundo.

Su humor es negro. Negrísimo

Masturbarse viendo vídeos de Obama con su dormido novio al lado o generar una conversación tórrida con un amante que “la pilla” comprando tampones en el supermercado es lo mínimo que puede hacer Fleabag para demostrarnos que primero va ella y luego el resto del mundo. La guionista convierte la buena cara de Fleabag en el asunto central del funeral de su madre o hace que el personaje se enamore de un cura (con todos los dilemas morales que eso puede suponer). Y, a pesar de todo, consigue que la queramos.

Fleabag habla directamente al público

Y no es una metáfora. La guionista rompe la llamada cuarta pared y hace que su personaje se dirija directamente a cámara para generar la sensación de que existen dos planos de diálogo: el que mantiene con el resto de personajes del reparto y el que tiene directamente con el espectador.

La interpretación de Waller-Bridge es un auténtico espectáculo

Tratar de explicar la profundidad emocional que la actriz británica consigue imprimir a su obra con su propia interpretación es como intentar explicar un color: ese acento británico que denota los mejores colegios de pago, esa expresividad elegante y a la vez cómica que solo está al alcance de las mejores actrices, ese no sé qué, hay que verlo para comprenderlo. A lo mejor esta noche es un buen momento.

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Sobre la firma

Raquel Peláez
Licenciada en periodismo por la USC y Master en marketing por el London College of Communication, está especializada en temas de consumo, cultura de masas y antropología urbana. Subdirectora de S Moda, ha sido redactora jefa de la web de Vanity Fair. Comenzó en cabeceras regionales como Diario de León o La Voz de Galicia.
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