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La vida sin él también es vida: Carrie Bradshaw o el dilema de las viudas repentinas

Desde ‘And just like that’ a ‘Anatomía de Grey’, las protagonistas que mueven la ficción amorosa reniegan del luto eterno que se impone a las que pierden al amor de su vida.

Aviso, todo este texto de principio a fin contiene ‘spoilers’ de ‘And just like that’

«Y así, sin más, Big murió». Se podría decir que la frase que Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker) pronuncia al final del primer episodio de And just like that, la secuela de Sexo en Nueva York, apenas se procesa ante el shock de lo que se acaba de contemplar: la muerte abrupta de Mr. Big, el amor de su vida, por un ataque al corazón tras una clase virtual de spinning desde una bicicleta estática en el baño de su casa. Y así, sin más —ahora cuadra a la perfección el título de esta continuación—, el personaje interpretado por Chris Noth, el mismo sobre el que dependía la existencia de la protagonista desde que lo conoció —»un hombre tejido de banderas rojas»—, como hábilmente etiquetó la crítica televisiva Emily Nussbaum–, desaparecía de escena para siempre.

El abismo que supone plantear un escenario sin el sol sobre el que ha orbitado siempre Carrie es una estrategia no poco arriesgada para la trama de una serie que hizo del envenenamiento y esclavitud sentimental de la protagonista, el mismo con el que se machacaban muchas mujeres de la época, su ADN narrativo. Todo valía por la atención de un hombre que, no olvidemos y pese a las cenas gratificantes y los vinilos sonando al calor de su luz cálida en su epílogo amoroso, hasta la dejó tirada en el altar el día de su boda. «¿Soy la única que recuerda lo cabrón que fue con ella?», susurra acertadamente, para resumir y poner en contexto, una de las amigas periféricas de Carrie en el entierro. Entre Las cinco horas con  Mr. Big y El año del pensamiento mágico, ¿qué futuro le espera a una mujer a la que siempre conocimos obsesionada por esa persona y la vida que proyectaba con él?

Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker), en un momento de ‘And just like that’.
Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker), en un momento de ‘And just like that’.HBO MAX

«Mejor amar y perder que no haber amado» 

Más allá del paradigmático efecto que ha supuesto la muerte de Mr. Big en la serie, de los artículos que analizan qué hubiese pasado si Bradshaw hubiese llamado a Urgencias para salvarlo o del desplome de acciones de Peloton, la marca de bicicletas estáticas por la que sufre la parada cardíaca  —con posterior anuncio de Noth vivito y coleando en un apaño orquestado con la compañía—, que Big se esfume de la vida de Carrie en el primer episodio, precisamente en el primer capítulo, tiene lógica. No solo por los hábitos de vida poco saludables que estilaba en la serie el personaje, sino porque desde la ficción televisiva y las mujeres que la conforman, se lleva casi una década apostando por giros narrativos que reniegan del drama existencial o del luto perenne y depresivo sobre las viudas repentinas que pierden al que, a todas luces, parecía el amor de su vida.

«Quería ver si es mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca», ha justificado a Entertainment Tonight el showrunner de la serie, Michael Patrick King. El productor es el único culpable de este abrupto y dramático giro. «Quería hacer un arco asombroso para Carrie porque sabía que podía ser increíble interpretando tanto la oscuridad como la luz. Quería que todos lo vieran», ha dicho, haciendo hincapié en que Big, después de todo, «no ha sido la relación más importante del show«, recordando y pronunciando las palabras que pronunció Carrie al final de su precuela: «La relación más emocionante, desafiante y significativa de todas es la que tienes contigo misma. Y si encuentras a alguien que ame ese yo que tú amas, bueno, eso es simplemente fabuloso».

Aunque a And just like that se le puede acusar, con muchísima razón, de caer en los caminos perversos que rigen el destino de la protagonista de la rom com (a los 20 solo puede enamorarse, a los 30 ser madre y a los 50 enviudar), su planteamiento en la secuela ha pillado a todo el mundo con la guardia bajada. Todo apunta a que se regirá por esa defensa acérrima  «de la relación con una misma» y del bastión emocional y afectivo que son y serán siempre las amigas. No será la primera vez que lo vemos. Si Blanche Deveraux fue la viuda alegre de una comedia coral como Las chicas de oro,  y el (injustamente minoritario) éxito de Dead to me (Netflix) también se sustenta en la idea de la amistad inquebrantable de dos viudas que se conocen en un grupo para pasar el duelo, ¿qué pasa cuando, si lo que mantenía enganchados a millones de espectadores, el sustrato de todo, era una historia de amor de las de siempre? ¿Qué pasa cuando esa historia acaba, inesperadamente, matando al queridísimo héroe de forma abrupta? Pues que habrá que pelear por salirse del estereotipo de viuda deprimida para siempre o que necesita ser rescatada ipso facto por otro caballero. Que se lo pregunten a Meredith Grey y a Alicia Florrick, cuyas actrices pelearon lo suyo por su independencia emocional en la ficción.

No es lo mismo convertirse en viuda repentina en una serie que engancha por la historia de amor que plantear una serie sobre viudas y amigas, pero ‘Dead to me’ refresca el formato a través de la exploración del duelo entre una extraña pareja de amigas y viudas.
No es lo mismo convertirse en viuda repentina en una serie que engancha por la historia de amor que plantear una serie sobre viudas y amigas, pero ‘Dead to me’ refresca el formato a través de la exploración del duelo entre una extraña pareja de amigas y viudas.Netflix

Contra la crueldad de los fans

«Me sorprende que alguien que quiere a un personaje pueda desear que no tenga otra relación durante el resto de su vida sin importar cuánto llegue a vivir. Eso es cruel. No puedo entenderlo, esa idea de que alguien apoye que no encuentre el amor nunca más después de quedarse viuda tan joven me vuelve loca». Estas palabras las entonó la showrunner de Anatomía de Grey, Krista Vernoff, rebelándose contra un sector de la audiencia que se negaba a volver a emparejar a su protagonista después de que enviudase de forma repentina. Sabe lo que se dice: en televisión no es fácil liberar a las mujeres del duelo.

En el podio de muertes súbitas y traumáticas de héroes románticos de la reciente ficción televisiva, junto a Mr. Big, estaría la del Dr. Macizo aka Derek Shepherd (Patrick Dempsey) en esa serie de médicos y Will Gardner (Josh Charles), el amante de Alicia Florrick en The good wife. A diferencia de la de Big, planeada por el bien del guion, en Anatomía de Grey y The Good Wife los actores estaban deseando largarse de la pantalla. Su partida dejó a las intérpretes que se ponían en la piel de las mujeres que los amaron peleando por seguir siendo fuertes e independientes en sus tramas.

Ellen Pompeo (Meredith Grey) en un fotograma de ‘Anatomía de Grey’.
Ellen Pompeo (Meredith Grey) en un fotograma de ‘Anatomía de Grey’.Cordon Press (ABC)

Paradojas del destino, Chris Noth (Mr. Big en Just like that) también era Peter Florrick en The good wife, el marido adúltero de Alicia (Julianna Margulies). Era él, y no Will, el que estaba destinado a morirse de un ictus para que Alicia pudiese vivir tranquila su idilio a ratos resuelto con el tercero, pero fue Josh Charles el que decidió dar el portazo del show y dejarla, insatisfecha y rota, atada emocionalmente a su marido. Margulies, poco dada a las entrevistas, solo bromeó tras la muerte de Will con que su buena esposa no se convertiría en «The Good Slut». Aunque la serie nunca llegó a recuperarse anímicamente de esa pérdida por el poderoso triángulo amoroso que representaba, sí que sirvió para que su personaje pudiese emanciparse de su marido divorciándose, marcarse un inesperado Walter White, ensombreciendo al personaje para siempre y bucear así en su lado más salvaje, sexual y menos comprometido afectivamente.

Quien sí ha hablado sin tapujos es Ellen Pompeo, protagonista de Anatomía de Grey y la actriz mejor pagada de la televisión. En la temporada 11 moría en accidente de tráfico el hombre perfecto por el que Meredith suspiraba desde el primer capítulo. Tras múltiples disputas detrás de las cámaras entre Dempsey y Pompeo, Derek Shepherd fallecía dejando bastantes capítulos a aquella viuda, huida de todos y petrificada en el tiempo —se  hizo un salto temporal dando a entender que Meredith pasó aislada de todos en la otra punta del país su duelo—. Una solución temporal para el shock instantáneo que se alargaría después durante casi una temporada dejándola sin apenas maquillaje, peinados estudiados o laca de uñas para simbolizar que todavía seguía suspendida en una pena en la que los fans se regodearon.

A diferencia de su personaje, Pompeo detestaba la dependencia amorosa que Meredith tuvo con  Derek. «La frase que más odio es aquel ‘Mírame, elígeme, ámame’ que imploré al inicio de la serie. Cuando lo dije pensé: ‘¿Por qué estoy rogando que un hombre me quiera? Eso no me da poder», explicó la intérprete en una entrevista. Quizá por eso contó después a The Hollywood Reporter que sintió cierta alegría cuando Dempsey dejó la serie y la audiencia no se desplomó, contrariamente a lo que muchos pensaban. También que le dio rabia que ABC, el canal en que se emite en EE UU, se obsesionara con buscarle un sustituto inmediatamente. «Estaba de vacaciones en Sicilia, relajándome porque fue un final tumultuoso y necesitaba un momento para relajarme con un poco de vino y ya me estaban llamando, diciendo: ‘¿Qué piensas de este tipo?’ ‘¿Qué piensas de este otro?’, enviándome fotos. Yo decía: “¿Estáis locos? ¿Por qué sentís que hay que reemplazar a esta persona?». Ahí apareció Martin Henderson (Nathan Riggs) porque, como dijo Pompeo, «parecía que el estudio y la cadena necesitaban un pene urgentemente». Como bien saben los fans, en este universo en el que las viudas transitan por un limbo que las asfixia frente a cualquier decisión vital, al final aquel intento de arreglo amoroso con la Dra. Grey tampoco cuadró. Nadie, ni la propia Meredith, se lo quiso creer.

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