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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las neurosis son las mismas

Claudia Weill dirigió ‘Girlfriends’ en 1978. Cuando Lena Dunham la vio le pidió que dirigiera ‘Girls’.

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Elsa Fernández-Santos

Lena Dunham descubrió a Claudia Weill por su madre, la multifacética artista y fotógrafa Laurie Simmons, quien encontró importantes conexiones entre la segunda y bastante autobiográfica película de su hija, Tiny Furniture, y una de las cintas que más le habían impactado en su juventud, Girlfriends (Las amigas, 1978).

Rescatada ahora en el catálogo de TCM, Girlfriends cuenta la historia de Susan Weinblatt, una joven fotógrafa judía de pelo rizado y gafotas, interpretada por Melanie Mayron, que se da de bruces con la soledad el día que su mejor amiga y compañera de piso, Anne, le anuncia que va a casarse con su novio, un plasta de cuidado. Weill ha dicho en alguna ocasión que quería hacer una película sobre la chica que nunca es la protagonista, la que no se casa, alguien que se parecía mucho a ella misma y cuyo principal secreto es no tomarla demasiado en serio porque en su relación con sus amigas, los hombres, el arte y Dios (la película entra en todos esos ámbitos con una encantadora y profunda ligereza) tiende al egoísmo y a meter la pata. Rodada con dos duros en las calles de un Nueva York que ya es prehistoria, la película se inspiró en la última frase del primer capítulo de un libro que Weill había leído años antes, Advancing Paul Newman, una novela sobre la liberación sexual de los sesenta escrita por la autora de Dirty Dancing, Eleanor Bergstein. La frase venía a decir: «Esta es la historia de dos chicas que sospechan que la otra tiene una conexión mayor y más apasionada con la vida».

La actriz Melanie Mayron en un fotograma de la película.
La actriz Melanie Mayron en un fotograma de la película.Warner Brothers / Everett Collection / CORDON PRESS

Girlfriends es obviamente una película de iniciación al desastre y a las maravillas de la vida. Susan mantiene una relación confusa con su paternal rabino, interpretado por un fabuloso Eli Wallach, y con una bailarina sin techo que se instala en su apartamento. Es, en definitiva, una película sobre algo tan común, doloroso y complejo como perder a tu mejor amiga, gestionar el vacío que deja y aprender a no proyectar tus miedos y anhelos en los demás. Cuando Lena Dunham vio la película, le fascinó tanto que le pidió a Weill que dirigiese su famosa serie Girls, como finalmente hizo. Las décadas pasan, pero las neurosis son las mismas.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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