_
_
_
_
_

«La nueva misoginia es hacer creer que las feministas son violentas ‘feminazis'»

Hablamos con la escritora madrileña sobre su último libro Los pacientes del doctor García, sus placeres culturales en forma de serie de televisión y el movimiento feminista en nuestro país.

Almudena Grandes.
Almudena Grandes.Samuel Sánchez

Las últimas novelas de Almudena Grandes (Madrid, 1960) se componen de las historias que ya no cuentan los abuelos. Para esta madrileña, su ciudad siempre tiene un papel destacado en sus creaciones, por eso no es difícil encontrársela paseando por las calles del centro buscando detalles que después pueda incorporar en sus libros. Camina la ciudad con ojos de guerra y transforma la mirada de sus lectores. “Me gusta andar un par de horas diarias. Por las tardes hago los recados caminando y si no tengo, me voy a patear mi novela. Me digo, hoy voy a buscar la casa de tal personaje, y elijo edificios que no hayan cambiado con los años, para escribir con más precisión. Mi madre era una madrileña típica a la que le encantaban los portales y busco los que le gustarían a ella. Y luego me hago las rutas que hacen mis personajes”. Tiene una disciplina férrea. Trabaja seis horas diarias “sábados y domingos incluidos”, desde que termina de desayunar hasta que se pone a cocinar. “Es mi oficio. Me levanto y escribo”, afirma.

Acaba de salir a la venta Los pacientes del doctor García, la última entrega de su serie Episodios de una Guerra Interminable, donde vuelve a dar una exhibición de ardua labor de documentación. En esta ocasión la trama gira alrededor de una red de nazis por la que, una vez perdida la guerra, escapaban a Argentina vía Madrid. Concretamente, vía Clara Stauffer y, más concretamente, vía Galileo 14. Clara Stauffer Loewe existió y su domicilio en esta calle también. Hay poca documentación sobre ella (una entrevista publicada en el Daily Express y poco más) pero Grandes ha logrado recomponer su historia y su personalidad. “Clara es un personaje lleno de contradicciones. Fue deportista de élite, nadadora y esquiadora, en una España en la que el deporte femenino era prácticamente inexistente, pero se benefició de los derechos y libertades de las mujeres en la república para lograrlo. Tras ganar la guerra (civil) funda la sección femenina e inmediatamente priva a todas las mujeres de las condiciones que le habían permitido a ella ser lo que es. Ella, que se había fotografiado en bañador y mono de esquí en 1931, después de 1939 impone los pololos a las niñas pequeñas cuando hacen gimnasia para que no se le vean las bragas en el colegio. Pero también se desvivió por todos los criminales de guerra nazis. Fue el hada madrina de los peores criminales que había producido Europa hasta la fecha pero también hay que reconocer que fue una mujer abnegada, que se entregó en cuerpo y alma a su causa, que su casa siempre estaba abierta, que se desvivió por ayudar. Es un personaje muy complicado e irresistible y se convirtió en el motor de la novela.

La documentación es clave en sus novelas, ¿la disfruta?

Me fascina. Estudié Historia en la Universidad y pensé que no me valdría de nada. Pero la vida te acaba poniendo en tu sitio. Yo no hubiera podido escribir estas novelas si no hubiera estudiado esa carrera y si no hubiera aprendido algunas cosas que me enseñaron en la facultad. Aprendí que la objetividad no existe, que es una quimera. También, que la honestidad de un historiador no es ser neutral sino no manipular los datos ni retorcerlos. Que no se puede exigir que alguien renuncie a su ideología y sentimientos cuando mire a la historia. Que los historiadores tienen imaginación y además, aprendí a documentar.

¿De dónde surgen sus novelas?

De taquicardias. En una temporada que me leía todo lo que tenía que ver con el franquismo me leí La guarida del lobo, una investigación del periodista Javier Juárez. Ahí me enteré que había una red de nazis en la calle Galileo,14 y descubrí a Clara Stauffer. Vi una foto de Clara en bañador y me fascinó. La taquicardia me dio al pensar que tan cerca de mi casa, en un portal por el que he pasado tantísimas veces, había sucedido eso.

¿Y por dónde empiezas?

Me puse a buscar toda la información posible y descubrí que había muy poco escrito sobre ello. Tuve que recurrir a mis amigos historiadores, a los que doy mucho el coñazo, como Ángel Viñas, que me recomendó: España refugio nazi. En España no encontré mucha información pero en Argentina sí. La red Stauffer no fue una red clandestina sino hermética. La dictadura jamás reconoció que tuviera relación con ella pero en Argentina, Perón fundó un organismo oficial para acoger refugiados nazis. Cuando se abrieron los archivos de ese organismo, un investigador argentino, el periodista Uki Goñi escribió: La auténtica Odesa y Perón y los alemanes. Gracias esos libros he podido rastrear algunos criminales de guerra que luego en Wikipedia decían que emigraron a España. De ahí fui tirando y tirando. Si vieras mis anotaciones… Trabajo con muchos cuadernos repletos de organigramas, flechas por todos los lados uniendo nombres, lugares, hechos.. .

¿Internet es clave en su trabajo?

Totalmente. Me dedico a buscar ciertos nombres históricos en internet como quien entra todos los días en idealista a buscar piso. A Clara Stauffer la persigo desde 2006. Y de repente, en junio de 2013, encontré en una página un álbum de fotos suyo de viaje por Sudamérica pero estaba vendido. Mi marido Luis, que es bibliófilo como puedes comprobar (dice señalando todas las estanterías de los pasillos habitadas por centenares de libros), llamó al librero de viejo que ponía que lo había vendido y éste nos dijo que lo había comprado un joven pagando en metálico. Si hubiera sido con tarjeta de crédito, por el nombre, lo hubiera buscado, pero ni por esas.

Al igual que en una cena en la que hay un médico y la gente acaba contándole sus dolencias, ¿a ti te cuentan las dolencias históricas familiares?.

Mucho. Y se me acercan amigos de mis amigos, de mis hermanos, gente por la calle, etc. Y es complicado porque todo el mundo cree que tiene una historia buenísima para que yo la cuente. Pero, a veces, la gente anónima te regala grandes cosas. Hubo un hombre que contactó a mi marido por Facebook y quedé con él en el Café Comercial. Me contó que la mili de su padre consistió en estar siempre disponible y vestido de paisano para acudir a la sacristía de la iglesia de la Glorieta de Iglesia (Madrid) a recoger certificados de bautismo con nombres alemanes y llevárselos a una señora que vivía en el centro de Madrid. Eso es oro.

Después de tanta documentación, ¿cuál es tu mejor tesoro testimonial?

El de Miguel, el hijo Manolita del Arco, la presa que más tiempo estuvo encerrada en las cárceles de Franco. Era una mujer admirable por su vitalidad, como dice su hijo: “A mi madre la metieron en la cárcel con 18 años, salió con 40, en un año se casó y me tuvo a mi”. El padre de Miguel también había sido preso político y Miguel cuenta algo muy emocionante: “Los dos celebraban meriendas en casa. Cuando se juntaban los amigos de mi padre estaban todos fatal, pesimistas, contando las putadas que les hacían. Cuando se juntaba mi madre con sus amigas empezaban: «Te acuerdas cómo nos reímos en Ocaña, anda que cuando Menganita se hizo pis encima…”. Y era todo lo mismo pero ellas tenían esa alegría. Pues cuando salió mi novela Las 3 bodas de Manolita, Miguel me dio un pañuelo con una “M” bordada que le habían regalado las presas a su madre.

¿Considera que estamos viviendo una revolución feminista?

Ojalá. Estamos viviendo en el siglo XXI una resurrección de demonios del pasado que creíamos enterrados para siempre. Y no vuelven con los ropajes del pasado sino con carcasas 3.0. Trump es el regreso de fascismo pero se presenta como un empresario neoliberal que toma decisiones para el bienestar de sus ciudadanos. Marine Le pen es una racista, pero llora en televisión cuando dice que no quiere que se mueran los argelinos. En el fondo es partidaria del exterminio porque está a favor de que se queden en su país, que nadie invierta allí y se mueran de hambre. El machismo se ha rearmado de una forma extraordinaria, envuelto en una cáscara teóricamente progresista y de la libertad de la mujer. Se supone que tenemos que aplaudir porque Apple deja que sus trabajadoras congelen sus óvulos para ser madres a los 40 años cuando las eche para contratar a becarias de 22 años a las que les va a pagar el 15% del sueldo y las va a animar a congelar sus óvulos entonces. Me parece escandaloso cómo se ha vendido la gestación subrogada, como un ejemplo de creer en la libertad de las mujeres. No imponer un permiso de paternidad obligatorio porque cómo vamos a privar a las mujeres de la felicidad de amamantar… todo esto es un machismo nuevo envuelto en una cáscara progresista. Y frente a ese machismo es razonable, justa y saludable la reacción del feminismo.

¿Y cómo lo valora?

El feminismo está en una encrucijada y hay muchas mujeres que no se dan cuenta. Ha sido la única revolución del siglo XX que ha triunfado. La única que ha logrado de verdad cambiar los condiciones de vida de la gente. Pero en su triunfo está implícito el fracaso porque la meta del feminismo clásico –crear un estatuto jurídico igualitario y leyes igualitarias– se ha conquistado y no ha traído igualdad. Hay que darle una vuelta a todo esto y repensarlo. Yo que no soy nada partidaria del “pos”, sí me parece oportuno el posfeminismo. Y es fundamental que las mujeres asumamos de una vez que somos la mayoría de la sociedad y no podemos seguir aceptando que nos den trato de minoría. Somos mayoría aritméticamente. En ese sentido esa arrogancia de las nuevas feministas tiene sentido. Yo tengo dos hijas más feministas que yo. Y me corrigen porque inevitablemente digo cosas que tienen que ver con lo que me han enseñado y ellas me dicen: estás siendo machista. Y a veces tienen razón. Este nuevo feminismo es un movimiento que está en construcción y cómo se tiene que repensar es lógico que busque tantos caminos paralelos y deje de ser monolítico. Es razonable que haya varios movimientos feministas, que se pudieran reunir o no. Es legítimo que cada uno busque su camino. Pero me parece mal que ahora resulte que las feministas son una turba, violentas, agresivas, feminazis… eso es una estrategia de la nueva misoginia. Lo que no puede ser es que en un país que después de 40 años de democracia todavía no se da la igualdad de salario ni igualdad de trabajo, pidan moderación, ¡que se moderen ellos!.

Sus novelas tienen enganchados a miles de lectores del mismo modo que hacen las series de televisión. ¿Le gustan las series?

Mucho. Creo que su éxito tiene que ver con que el proceso es muy parecido al de leer una novela. Soy de Juego de Tronos porque me leí las novelas antes de la serie y lo único que le reprocho a George R. R. Martin es que haya dejado de escribir. Y lo digo sin complejos. Es un cabrón que se ha forrado y no quiere trabajar. El quinto tomo salió hace muchos años… Juego de tronos además es muy interesante como proceso narrativo. No solo por las lideresas y heroínas femeninas, sino por cómo modernizan el genero de aventuras. Pero también veo otras series como la Bron / Broen, Ocupados, A dos metros bajo tierra o Sé quién eres. Me he hecho de HBO

¿Por El cuento de la criada?

Qué va. Llevo 20 años recomendado El Cuento de la criada. Cuando le dieron el Nobel a Alice Munro pensé: “Qué pena. Ya no se lo van a dar a su compatriota Margaret Atwood”. Me he acordado de ese libro tanto en los últimos tiempos… Se habla mucho de 1984, de Un mundo feliz, pero cómo presintió ella que la fertilidad iba a ser una de las crisis del mundo futuro y cómo la convirtió en la herramienta de un sistema totalitario, me parece de una clarividencia increíble.

* En esta ‘estantería’ de Librotea puedes descubrir las recomendaciones de libros de Almudena Grandes sobre el tema de la maternidad.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_