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Egeria, la «monja de El Bierzo» que se adelantó 1.500 años al Tripadvisor

Durante tres años, una enigmática mujer viajó de Gallaecia a Tierra Santa anotando sus impresiones en lo que hoy se considera la primera guía de viajes de la historia.

Egeriaokweb

“Como soy un poco curiosa, pregunté enseguida qué valle era aquel para que un santo monje hubiera plantado allí su eremitorio”, escribió una enigmática dama a finales del siglo IV a orillas del río Jordán. En solo una frase, revelaba más información sobre su personalidad (inquieta, extrovertida, religiosa, comunicativa y decidida) de la que se ha podido recopilar sobre su vida. De Egeria, la “monja gallega”, ni siquiera se puede asegurar que fuera ninguna de las dos cosas. Sí sabemos con certeza que en su periplo de tres años recorrió más de 5.000 kilómetros (a pie, caballo, burro, barcas…) y recaló en las actuales Írak, Turquía, Siria, Egipto y Palestina. Y se adelantó en más de 1.500 años a muchas tendencias: para Egeria, como para tantos millennials, contar el viaje es tan importante como realizarlo. También entendía el esfuerzo del camino como un proceso espiritual: «Si de continuo debo dar gracias al Señor por todas las cosas, cuánto más habré de hacerlo por tantas y tamañas mercedes como ha consentido concederme a mí, tan poco digna y tan poco merecedora de ellas, permitiéndome recorrer todos aquellos lugares tan fuera del alcance de mis méritos».

¿Monja gallega? Quizá

Al margen de su itinerario, es poco lo que se sabe de la intrépida Egeria. Se disputan su origen varias localidades gallegas y leonesas que formaban parte hace entonces de Gallaecia, la provincia en la que acababa el Imperio Romano y desde la que se asume que partió para conocer Tierra Santa. Aunque también Aquitania e Italia han reivindicado a la autora como paisana, ella misma hace alusiones a que el punto de partida de su viaje fue el “último extremo de la Tierra” y en el siglo VII, Valerio del Bierzo la menciona en una carta («la bienaventurada Egeria, más fuerte que todos los hombres de su siglo»), dos evidencias que respaldan la hipótesis galaica (que no exclusivamente gallega).

Tampoco hay consenso sobre su estatus: quienes sostienen que era monja se basan en las motivaciones religiosas del viaje y en el hecho de que las cartas estuvieran dirigidas a unas ‘dominae et sorores’, señoras y hermanas. Carlos Pascual, que las ha editado y traducido en Viaje de Egeria: El primer relato de una viajera hispana (La Línea del Horizonte), afirma que eso es sencillamente imposible: “lo cierto es que en aquella época temprana del cristianismo, las monjas no se habían inventado aún”. Tampoco es compatible el voto de austeridad con las condiciones del viaje: a Egeria la acompañaba un séquito de sirvientes y escoltas que se movía con desenvoltura por un Imperio Romano acosado por las invasiones bárbaras ante las que sucumbiría solo décadas más tarde (al menos el de Occidente): necesitaba por tanto el diploma, un salvoconducto reservado solo a ciudadanos pudientes. Y además describe algunos recibimientos impensables para una novicia anónima, como el dispensado por el obispo de Edesa: “Como veo hija mía, que, impulsada por tu religiosidad te has tomado la molestia de venir hasta estos confines desde las tierras más apartadas si te parece bien te mostraremos todos los lugares que hay aquí y que resultan apetecibles de ver para los cristianos”.

La primera peregrina

Lo que hace de Egeria, de su viaje y de sus escritos algo excepcional y pionero es que se trataría de la primera mujer escritora ibérica cuya identidad conocemos. Sus cartas manuscritas compondrían también el primer libro de viajes de no ficción y con cierta intención de guía (describe entusiasmada lo que encuentra y decepcionada lo que no, como en un arqueológico Tripadvisor). Están escritas en un latín vulgar trufado de hispanismos, lo que las convierte en una piedra de Rosetta para filólogos. Y estaríamos hablando también de nuestra primera peregrina, como subraya José Eduardo López Pereira, catedrático de Filología Latina de la Universidade da Coruña, «Egeria no hace un viaje turístico, sino una peregrinación, y ese es su mérito especial». Su camino estaba literalmente guiado por la Biblia: en cada lugar mencionado en las Escrituras, la dama y sus acompañantes se detenían y leían el pasaje correspondiente.

López Pereira fue quien en los 90 despertó el interés del público en general por Egeria, hasta entonces casi desconocida a pesar de que en los 70 el vanguardista Luis Seoane creara para Sargadelos una jarra inspirada en ella y que Correos le dedicara un sello en los 80. El catedrático aclara también otros mitos sobre el relato conocido como Itinerarium ad Loca Sancta: lo que ha llegado a nuestros días no es el manuscrito original de Egeria, sino una copia realizada siglos después que se conserva en Santa María de Arezzo en Italia (donde se encontró por casualidad en 1884). Y aunque también por azar aparecieron en la Biblioteca Nacional de Madrid en 1909 nuevas hojas (pertenecientes a otra copia), las cartas de Egeria originales no existen y sus copias siguen estando incompletas.

El viaje de Egeria

En el mutilado texto, del que faltan el principio y el final, hay una descripción de la liturgia en Jerusalén, además del relato de los viajes propiamente dicho. Está redactado en un estilo fresco, natural, directo y animoso. De la mujer que lo escribe en primera persona se puede deducir un buen estado físico, necesario para varios tramos del viaje. «Proseguí adelante no sin grandes fatigas, pero el cansancio apenas hacía mella en mí; y si no acusaba la fatiga se debía a que al fin veía cumplirse mi deseo, según la voluntad divina», escribe sobre el ascenso a pie al Monte Sinaí, el primer lugar descrito.

En el último, Constantinopla, escribe en un tono más apagado: «Tenedme en vuestra memoria, tanto si continúo dentro de mi cuerpo como si por fin lo hubiere abandonado». No se sabe ni dónde ni cómo murió Egeria, ni si cumplió con los apuntados deseos de visitar Éfeso y de regresar por fin a su hogar. Hay en cada página una constante alusión a Dios, a quien agradece “no solo el anhelo de ir, sino también las fuerzas necesarias para recorrer los lugares que deseaba”.

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