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Adicciones que casi le llevan a la muerte: ¿está Jordan Peterson para dar consejos de vida en un libro?

El gurú favorito de la manosfera y la alt right tiene listo un nuevo pack de reglas para la vida tras pasar por un proceso de adicción y desintoxicación que le llevó al borde de la muerte.

Jordan Peterson en una imagen de 2018.
Jordan Peterson en una imagen de 2018.Getty (Getty Images)

Casi nadie ha tenido un buen 2020, pero lo de Jordan Peterson es otra cosa. El gurú de la anticorrección política explicó ya en febrero que se estaba recuperando de los efectos de la desintoxicación brutal a la que se sometió en Rusia para superar su dependencia de más de la benzodiacepina y la ketamina. Su hija Mikhaila, apóstol de una extraña dieta que consiste en ingerir solo carne roja, sal y agua, que siguen tanto ella como su padre, se llevó a Peterson a Rusia, de donde procede su marido, porque allí los médicos podían aplicarle un détox a lo bestia. Le indujeron un coma para sobrellevar los efectos secundarios pero cuando despertó pasó semanas en la UCI, incapaz de hablar, comer o escribir y sufriendo delirios. Su estado se complicó con una neumonía y, según su propia hija, estuvo varias veces cerca de la muerte.

Justo en el momento en que el mundo se encerraba en sus casas, la familia llevó a Peterson a una clínica de Florida, y más tarde a otra en Belgrado, donde contrajo el coronavirus.

Por eso a todo el mundo le sorprendió cuando la semana pasada se anunció que en breve publicará un nuevo libro, que ha debido escribir en medio de todas estas calamidades transcontinentales. Será la secuela de su ensayo más vendido y famoso, 12 reglas para vivir: un antídoto al caos, y se titulará Más allá del orden: 12 reglas más para la vida y se publicará en marzo en Estados Unidos y Canadá.

Antes de imprimirse, el libro ya ha generado polémica. Algunos empleados de Penguin Random House en Canadá pidieron en una reunión la semana pasada, llegando a las lágrimas, según reportaron medios como Vice, que el libro no se publicase, buscando de la editorial una reacción similar a la que tuvo Hachette cuando se retiró de la publicación de las memorias de Woody Allen. Esos empleados señalaron a la gerencia que Peterson es un icono del discurso del odio, de la transfobia, la islamofobia y del supremacismo blanco. Otros señalaron que la empresa ha estado desde el pasado verano organizando talleres de antirracismo y profesando esfuerzos en ese terreno, que ahora parecen “totalmente performativos”. La empresa ha abierto un canal de comunicación para seguir recibiendo protestas y sugerencias, pero de momento se mantiene firme en su decisión de publicar a un autor híper polémico pero también súper ventas. Se calcula que el académico antifeminista ha vendido más de 30 millones de copias de sus más de 50 libros y es el autor canadiense vivo que más vende, por delante de su compatriota Margaret Atwood.

Si Penguin Random House se retira de la publicación, que no parece probable, no sería la primera vez que una gran empresa escoge dejar de ganar dinero con la peligrosa retórica del gurú de la anti izquierda. Tras el atentado en la mezquita de Christchurch en 2018, la principal cadena de librerías de Nueva Zelanda, Whitcoulls, dejó retiró de sus estanterías las Doce reglas para la vida por no alimentar el odio. En su gira por el país, Peterson se había fotografiado sonriente con un fan que llevaba una camiseta que decía “soy un orgulloso islamófobo”.

Los actos multitudinarios son una parte clave del negocio de Peterson. En las charlas y seminarios que organiza por todo el mundo –o que organizaba, antes de su serie de catastróficas desdichas– y a los que acuden sus enfervorizados seguidores blandiendo figuras de langostas o llevando a veces merchandising con ese crustáceo, que el académico ha convertido en símbolo de su ideología, ya que suele usar a las langostas en sus charlas como ejemplo de animal que se adhiere a una jerarquía. Con ese argumento, el pensador trata de probar que las clases sociales y la estructura capitalista no son construcciones sociales sino parte de una tendencia natural que hace que algunos seres sean dominantes y otros dominados.

Aunque Peterson pasa un tiempo considerable en sus entrevistas negando ser un misógino y colocándose políticamente más cerca de la tradición “británica liberal” que de la ultraderecha, lo cierto es que tanto los círculos de la alt-right como la manosfera (en un diagrama de Venn, ambos casi se superponen), la red de hombres que aboga por la superioridad masculina, tienen en Peterson a su ideólogo favorito gracias a teorías como las que expone en su libro Mapas del conocimiento, donde dice que los hombres son el “orden” y las mujeres son el “caos”. En una entrevista con The New York Times, Peterson justificó el atentado del supremacista incel Alex Minasian, de 25 años, que asesinó a diez personas en el centro de Toronto en 2018 arrollándolas con una caravana, explicando que Minasian estaba “enfadado con Dios porque las mujeres le rechazaban” y que la solución es la “monogamia forzosa”. De lo contrario, explicó en la misma entrevista, las mujeres heterosexuales solo querrán emparejarse con los hombres de más estatus y “ninguno de los dos géneros estará contento”.

En su próximo libro, Peterson aboga por la idea de que el orden puede dar seguridad y confort, pero también tiene sus inconvenientes. “Una estructura ordenada tiene que permitir ciertos elementos de caos para convertirse en algo nuevo y para garantizar su propia supervivencia”, asegura. Y aunque no está claro si en el libro aborda su propio periplo hospitalario –polémico porque Peterson abjura de las dependencias químicas y cree que el hombre solo necesita estoicismo y fuerza de voluntad para imponerse a cualquier circunstancia. “Nadie se sale con la suya nunca, así que responsabilízate de tu vida”, les dice a sus pupilos en los seminarios– o si habla del coronavirus en el libro, todo apunta a que tiene teorías al respecto. Según un artículo de la organización neoliberal FEE (Foundation for Economic Education), el teórico podría trazar una línea entre nuestra “obsesión por la esterilidad”, la extensión del virus y la del socialismo o la economía planificada.

El escritor Hari Kunzru calificó el pimer set de reglas para la vida de Peterson como una experiencia análoga a “que te grite un entrenador de rugby vestido con un sarong”, por su mezcla de asertividad testosterónica y estilo orientalizante. Las 12 reglas en sí van de un grado cero de la autoayuda (la regla 3 es “hazte amigo dela gente que quiere lo mejor para ti”), al consejo de madre o de militar, según se mire (la primera: camina recto con los hombres firmes) a principios categóricos como “decir la verdad o, al menos, no mentir”. En este último punto, la regla ocho, el propio Peterson ha patinado, puesto que ocultó a sus seguidores su dependencia al clorazepam, que, asegura, empezó en la Navidad de 2016. Toda su familia comió algo que les sentó mal en un restaurante de Vancouver, pero el psicólogo desarrolló una reacción exagerada y pasó tres semanas sin dormir y sin poder entrar en calor. Dado que creció en las regiones nevadas de Alberta y hace alarde continuo de sus machadas (pilotó un avión de fibra de carbono, manejó un barco de madera alrededor de la isla de Alcatraz), esto era grave para él, por lo que aceptó la prescripción que le hizo su médico de Toronto de benzodiacepinas contra la ansiedad. En sus entrevistas solía decir que curó su depresión con su extraña dieta ketogénica llevada al extremo.

El domingo pasado, Peterson apareció en el podcast de su hija Mikhaila, su primera aparición en un programa de radio tras superar sus enfermedades. Muy delgado y desmejorado, charló con el controvertido escritor Coleman Hughes de uno de sus temas preferidos, el conflicto racial, y ambos se dieron la razón mutuamente en torno a la perniciosa influencia de la “extrema izquierda” y las políticas identitarias.

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