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Les rapaban la cabeza por hacer huelga y consiguieron una sentencia por discriminación histórica: así fue el papel fundamental de las mujeres en las minas de carbón

Hablamos con Noemí Sabugal, autora de ‘Hijos del carbón’ (Alfaguara), sobre el papel que las mujeres tuvieron en las cuencas mineras, donde fueron cuidadoras, trabajadoras y militantes obreras que lucharon para mejorar sus condiciones laborales y las de sus compañeros.

Noemí Sabugal.
Noemí Sabugal.Pablo J. Casal

En 2016, Noemí Sabugal comenzó a escribir Hijos del carbón, libro recién publicado por Alfaguara en el que esta periodista, hija, nieta y bisnieta de mineros, repasa los más de dos siglos de minería española. Desde las primeras explotaciones, hasta el reciente cierre de las cuencas.

 Riguroso y ameno, Hijos del carbón descubre a los lectores ajenos a ese mundo la complejidad de una actividad que empapa todo lo que tiene a su alrededor y que, en muchos casos, determina la vida, y en ocasiones la muerte, de aquellos que residen en las cuencas mineras, sean estos hombres, ancianos, niños o mujeres.

«Las mujeres siempre trabajaron en el carbón. Aunque cuando se habla de minería se suele pensar en la extracción pura y dura dentro de los pozos, que es un trabajo muy masculinizado, ellas desarrollaron tareas como el lavado y escogido del carbón. También fueron lampisteras, vagoneras, guardabarreras, hicieron trabajos de limpieza y estuvieron en líneas de baldes transportando el mineral, lo que también les provocaba silicosis, porque todo lo que implique polvo de carbón la provoca. Tampoco hay que olvidar que fueron ellas las que establecieron la red de asistencia y servicios que necesitaban los mineros jóvenes que iban a las cuencas. Cuando todavía no había ni casas, ellas abrieron pensiones, fondas, hostales, tiendas, mesones y todo aquello que era necesario para unos trabajadores, que muchas veces, llegaban solos y sin casa», explica Sabugal.

 ¿Hasta qué punto el trabajo femenino en las cuencas mineras era una excepción respecto de la situación política y social del país?

Durante los cuarenta años de dictadura franquista, el papel reservado para la mujer era el de esposa y madre salvo que, por cuestiones de clase, se vieran obligadas a trabajar. Lo normal era que se casasen y, cuando eso ocurría, eran casi obligadas, u obligadas directamente, a dejar su trabajo. Por eso, las labores ligadas a la minería de carbón eran para mujeres que, como sus maridos, pertenecían a la clase trabajadora. Las clases altas, las familias de los ingenieros o de los mandos, no necesitaban trabajar. De hecho, salvo que se tratase de una mujer muy avanzada, no hubiera estado bien visto que trabajase en otro sitio que no fuera su casa.

¿Determinaba la clase social el tipo de trabajo al que podían optar? ¿Se podía elegir entre trabajar en los lavaderos o realizar labores administrativas en las oficinas?

 Si bien había trabajos que no se permitía que fueran hechos por mujeres, había otros muchos a los que, estando permitidos, no podía acceder por cuestiones de clase social. Las mujeres trabajadoras que no tenían estudios ni posibilidad de obtenerlos, no podían trabajar en otro lugar que no fuera la mina.

 En Hijos del carbón cuentas cómo las empresas mineras dotan a la cuenca de escuelas, economatos, hospitales o escuelas. ¿Eran servicios que se prestaban para beneficiar a los trabajadores o eran formas de control para garantizar que las mujeres acudieran a su puesto de trabajo porque, por ejemplo, no tenían que quedarse en casa cuidando de los hijos?

Las mujeres que trabajaban en la mina lo hacían porque realmente necesitaban un complemento económico para la familia. Hay un libro titulado El obrero soñado: ensayo sobre el paternalismo industrial. Asturias, 1860-1917 en el que su autor, José Sierra Álvarez, explica que cuando la empresa tenía interés en apartar a las mujeres del trabajo en la mina y tenerlas en casa no era tanto porque hubiera trabajos que no pudieran realizar, sino porque eran «reponedoras de mineros». Las empresas sabían que la minería es un trabajo que requiere muchas manos y que pasa de abuelos y padres a hijos.

Mujeres escogiendo carbón en la zona de lavado.
Mujeres escogiendo carbón en la zona de lavado.

¿En qué momento se produce la incorporación de la mujer a la mina como trabajadora de pleno derecho en y en igualdad de condiciones que el hombre?

Una vez llegada la democracia, las mujeres entran en la mina. Pero ese proceso no fue un paso franco, sino que se produjo gracias a una sentencia judicial. Concepción Rodríguez, que pertenecía a una familia minera de La Felguera, se presentó en el año 1985 a un millar de plazas que sacó Hunosa de ayudante minero, que es la categoría más baja. Se presentaron ella y siete mujeres más. Todas pasaron las pruebas, pero ninguna fue contratada para ese millar de plazas. Concepción denunció y, siete años más tarde, hubo una sentencia del Tribunal Constitucional que resultó ser histórica, porque le dio la razón y reconoció que el rechazo se había producido por la condición de ser mujer.

 ¿Hasta entonces nunca había habido mujeres trabajando dentro de los pozos?

Hubo épocas en las que las mujeres no participaban del trabajo extractivo. En las décadas de 1960 y 1970, por ejemplo, no estuvieron aunque luego en la de 1980 volvieron a participar. Durante los primeros años de la posguerra, en 1939 y 1940, las mujeres entraron a los pozos a sacar carbón porque muchos mineros estaban en la cárcel. Trabajaban en la rampa de picadores o como ayudantes mineras pero, el régimen franquista, que siempre abogaba porque las mujeres fueran madres y esposas, no estaba dispuesto a aceptar que las mujeres habían vuelto a bajar a la mina ni siquiera en el nombre. Por eso no las denominó «mineras» sino «productoras», para encubrir que estaban trabajando dentro de la mina.

Como parte activa de las explotaciones mineras, ¿qué papel jugaron las mujeres en las protestas para reivindicar derechos o mejoras en las condiciones laborales?

 Las mujeres han estado dentro de la historia política, sindical y reivindicativa hasta el 2012, con la asociación de mujeres del Carbón, una asociación que agrupa a mujeres de varias cuencas mineras. En la última marcha negra que llegó a Madrid, por ejemplo, se posicionaron y estuvieron muy activas en toda las reivindicaciones. También es muy conocido el papel de las mujeres en las huelgas del año 1962 en Asturias, que posteriormente se extendió a otros lugares de España, como cantaba Chicho Sánchez Ferlosio: «Hay una lumbre en Asturias que calienta España entera». En esa huelga, mujeres como Tina Pérez o Anita Sirgo, que aún sigue viva, participaron activamente. Echaban maíz a los pies de los esquiroles para decirles que eran unos gallinas. Este tipo de acciones provocaron que tanto a Pérez como a Sirgo y a otras mujeres de mineros les raparan la cabeza. Un hecho que sería recordado por Eduardo Arroyo en varias de sus pinturas.

Pero rapar el pelo no es una pena contemplada en el ordenamiento, ni siquiera en el franquista. ¿Se trató de acciones extrajudiciales?

 Fueron actos de represión al margen de la ley, semejantes a otros casos de torturas que se produjeron en esa época y que también recuerdo en el libro. Esos actos provocaron la llamada Carta de los 102, en la que un centenar de intelectuales apoyaban a los mineros, denunciaban esas torturas y pedían el fin de la represión. La carta internacionalizó las huelgas de 1962 y fue una auténtica bofetada para el régimen franquista. Justo cuando España quería dar una imagen de modernidad en esos años sesenta tan coloridos y buscaba firmar algunos acuerdos con Europa, la huelga del 62 dejó en paños menores al régimen porque demostraba que era una dictadura en la que no se podían hacer huelgas ni había derecho de expresión. De hecho, el caso de las mujeres rapadas dio muchos titulares en los periódicos europeos e incluso en España recibieron el apoyo de otras mujeres.

¿Qué tipo de apoyo?

Hubo varias movilizaciones por parte de mujeres intelectuales españolas. Por ejemplo, una manifestación que se celebró en la Puerta del Sol en la que participaron Nuria Espert y Carmen Martín Gaite, que fueron detenidas por defender a los mineros de Asturias. Entre ellas también estaba Dolores Medio, escritora asturiana que fue encarcelada en la prisión de Ventas de Madrid y que posteriormente escribió ‘Celda común’, una de las grandes novelas españolas sobre la cárcel. Además de tener la singularidad de tratar de su propia experiencia en prisión, estuvo prohibida por la censura durante más de treinta años.

 Sobre la cuenca minera sobrevuela constantemente la amenaza de la muerte. Las mujeres, además de trabajadoras son, en muchas ocasiones, huérfanas y viudas que vieron sus proyectos vitales truncados. ¿Cómo fueron sus vidas después de esas pérdidas?

 Las viudas eran tan habituales que se podría decir que constituían una clase social propia. Era algo tan común, que una de las primeras cosas que se abrieron en las cuencas mineras fueron los orfanatos mineros. A ellos no iban tanto los niños y niñas huérfanos de padre y madre, como los huérfanos de padre porque, tras las muertes, muchas madres quedaban en tal debilidad económica, que con sus trabajos no podían mantener a sus familias. También podía suceder que esas viudas se volvieran a casar porque eso no estaba mal visto a mediados del siglo pasado. Al contrario, era muy habitual. Mujeres que se casaban con los hermanos de sus maridos, con los tíos de sus hijos. O al revés, hombres que se quedaban viudos y que se casaban con la hermana de su mujer. En un país nacional católico eso no estaba mal visto.

Para finalizar, ¿cómo es la situación actual de las mujeres de las cuencas mineras?

Te diría que como la de toda la población: faltan oportunidades y puestos de trabajo para todos, sean hombres o mujeres. Lo que sí me parece destacable es que, en los años 90, cuando cerró la cuenca de Sabero en León, mientras se esperaba qué pasaba con los mineros y si eran recolocados o tenían que marcharse fuera, que fue lo que finalmente sucedió, surgieron cooperativas textiles fundadas por mujeres. Primero fueron dos, a lo largo de la década llegaron a ser hasta catorce y, a día de hoy, algunas de ellas siguen funcionando. Esta iniciativa demuestra que las mujeres también fueron muy dinámicas a la hora de plantear los primeros proyectos en Sabero después del cierre de las minas. Ahora, la situación es diferente: cuando hay trabajo hay trabajo para todos; cuando no, no hay trabajo para nadie.

Noemí Sabugal.
Noemí Sabugal.Pablo J. Casal

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