_
_
_
_
_

¿Ha cambiado el ‘#MeToo’ la forma de negociar los desnudos en pantalla?

Hollywood comienza a endurecer las cláusulas que regulan las escenas de sexo o con desnudos a favor de escenarios más seguros para actrices y actores. ¿Llegan los cambios también a la industria española?

Blanca Suárez en 'El Bar' (Álex de la Iglesia).
Blanca Suárez en 'El Bar' (Álex de la Iglesia).

No cuestionarse el porqué de un desnudo femenino o lo que aporta a un guion una escena de sexo resulta cada vez más impensable en tiempos del #MeToo. La gratuidad y el detenimiento con los que se han expuesto los cuerpos de mujeres (sobre todo de mujeres jóvenes) en pantalla ha sido objeto de estudio y de denuncia ya desde los 70, siempre como uno de los indicadores de un problema amplio de desigualdad y abusos en la industria. Pero con esas estructuras de poder ya algo agrietadas, se suman fuerzas no solo para cuestionarlos, sino para proteger mejor a los artistas que los graban. Desde entornos más íntimos y seguros de grabación a contratos con mayor nivel de detalle. «La cantidad de desnudos solicitada es menor. La gente sin duda está siendo mucho más sensible acerca de cómo pedir estas cosas y sobre cómo se van a percibir para que no sean tachadas de gratuitas”, contaba el abogado Jamie Feldman (con clientes como Gillian Jacobs y Juno Temple) a Tatiana Siegel para The Hollywood Reporter. Pero como la periodista señala tras conversar con varios cineastas y representantes de la industria americana, “las vulnerabilidades y las presiones incómodas que se dan al rodar estas escenas persisten y las actrices (y sí, más a menudo en estos días, los actores) necesitan más garantías que nunca, y en la era #MeToo están más dispuestos a exigirlas”.

En España el cambio de conciencia en estos asuntos también tiene presencia. “Más que una sensibilización en los proyectos, hay un empoderamiento por nuestra parte”, cuenta Antonio Abeledo, representante de Leticia Dolera, María y Paco León o Mariola Fuentes, a S Moda. “Representantes y artistas nos sentimos más respaldados en nuestro derecho a decir ‘oye, ¿esta escena qué sentido tiene?’. Sientes el apoyo del movimiento”. Un espacio de seguridad muy necesario que, precisamente su representada Dolera, echaría en falta cuando negociando su participación en una película de terror francesa le tocó vivir una desagradable situación, según contaba en una entrevista con Eldiario.es en 2016. “Entiende que para que la gente vaya a ver la película tenemos que mostrarles algo que sea sexy”, le espetó el productor. «Cogió un papel y un boli y me dibujó para que señalara sobre el papel hasta dónde estaría dispuesta a enseñar. Estaba alucinando viendo ese papel, al director callado y a la directora de casting también callada, muerta de vergüenza pero callada. Tuve una reacción rara, le dije ‘mi culo no es así’, ahora pienso: ‘Le podrías haber dicho tantas otras cosas…’. Pero es verdad que en momentos así te sientes tan violenta… Yo estaba en una reunión de trabajo con un señor productor dibujando un culo que en teoría era el mío. Evidentemente les dije que no, que no hacía la peli. Y me fui llorando en el metro”.

Esos espacios seguros, además de estar en la cultura y en la conciencia de la industria en general, deben quedar reflejados por contrato. A estas cláusulas que en EEUU llaman nudity rider, como investiga Siegel, les están llegando cambios. «Tienes que ser muy diligente, no diría que cauteloso, pero sí mirarlo de una manera muy protectora para tu cliente», cuenta en el artículo Joanne Wiles, de ICM Partners. «Otros representantes que anteriormente habían sido un poco más laissez-faire definitivamente ya no lo son tanto porque ahora este es un tema muy candente”.

“Aquí las productoras mandan el mismo contrato a todos y ya cada uno negocia y redacta de nuevo el suyo”, dice Abeledo. “Yo, si veo que hay desnudos o escenas comprometidas, siempre meto una cláusula que hice con el abogado de la agencia que es de la que me siento más orgulloso. Mientras se rueden esas escenas tiene que haber un equipo mínimo en el set y nadie puede tener móvil, así se asegura que exista intimidad para la actriz o el actor. Aunque luego depende de cada artista, los hay que les importa menos y otros que sí son más conscientes del tema de la regulación». Hay actrices, como por ejemplo Elisabeth Moss, que tienen el 100% del control sobre el material una vez se ruedan estas escenas, para que estas se publiquen ella tiene que dar el sí rotundo previamente. «La clave está en que el acuerdo se produzca satisfactoriamente entre directores y actores”, explica el representante.

La medida de móviles fuera cobra especial sentido porque, como apunta Tatiana Siegel, resultaría ingenuo creer que esas imágenes no se puedan filtrar en algún momento mientras, día sí y día también, surgen noticias de que han hackeado el teléfono a alguna famosa y salen a la luz sus fotos íntimas. Como ocurre con el material que se graba pero que finalmente se queda fuera de metraje, es susceptible de ser filtrado y eso «es algo que también se recoge en el contrato», explica Antonio Abeledo. En muchos casos hay que comprobar que, no solo no se tenga derecho de reproducción de esas imágenes, sino que en efecto se hayan destruido.

Las presiones que se pueden llegar a dar en el propio momento de rodar la escena son uno de los aspectos que no son tan fáciles de reflejar en el contrato, pero que son clave para la creación de esos espacios de seguridad y con los que hay que hacer conciencia y señalar. La actriz Evangeline Lilly contaba en The Lost Boys podcast lo que le ocurrió en el rodaje de su personaje Kate Austen en Lost: «En la tercera temporada tuve una mala experiencia en el set, básicamente me arrinconaron para hacer una escena parcialmente desnuda y sentí que no tenía otra opción (…) Estaba mortificada y temblando cuando la terminé. Lloré a lágrima viva y después tuve que seguir”.

Abeledo cuenta que ninguno de los actores a los que representa le ha contado algo así, pero sí dice haber presenciado recientemente una situación que sería ejemplo claro de la objetificación y la mayor falta de respeto con la que el medio ha tratado históricamente al cuerpo femenino. “Se estaban grabando dos escenas en las que la misma actriz tenía que aparecer en un embarazada y en la otra no. Y en pleno set, a un volumen que todo el mundo podía escuchar con claridad, se pusieron a discutir sobre el tamaño del pecho de la actriz diciendo que tenía poco como para que fuera realista el cuerpo de embarazada. Estoy seguro que no lo harían de la misma forma al hablar de las partes íntimas de un actor. Es una cuestión que requiere intimidad y que hay que hacer con gusto”.

Berta Ojea, actriz y secretaria de Igualdad de la Unión de Actores y Actrices, cuenta a S Moda que, más que casos en los que se denuncien este tipo de situaciones abusivas en los rodajes, lo que sí les llega son “denuncias de castings falsos donde citan en la habitación de un hotel y piden a las actrices verles el cuerpo. Nosotros estamos en denuncia de todo eso y colaboramos con las Fuerzas de Seguridad del Estado”. Pero el quid de la cuestión para ella está en el nivel anterior: “Lo que hay que cambiar son los contenidos de las historias para que las cosas cambien, y luego ya una decidir si se quiere desnudar o no”. En su opinión, “no existe algo forzado como decirle a una mujer ‘tienes que hacer esto o si no te vas’, la industria no es gente mala, la gente que dirige una película es como nosotras, lo que pasa es que hay una ideología vigente que cuenta que las mujeres, sobre todo jóvenes, son el punto de deseo de los hombres y se cuentan las historias desde esa mirada, esa es la que hay que transformar”. (Solo el 7% de las películas españolas de 2017 fueron dirigidas por mujeres, según apuntaba la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales CIMA).

Una realidad sexista que las propias actrices, como Jessica Chastain o Aura Garrido en nuestro país, ya han denunciado en más de una ocasión. Garrido contaba en una entrevista reciente con El Español que «nunca me había planteado el uso externo de mi cuerpo, pero de repente empecé a trabajar y descubrí que mi cuerpo no me pertenecía a mí, sino a unos productores y directores. Eran ellos los que decidían si yo enseñaba o no enseñaba”. En datos del estudio de Medios de Comunicación, Diversidad y Cambio social (MDSC) de la Universidad de Southern California, entre las 100 películas más taquilleras de 2015 de la industria de Hollywood, en el 29% de ellas había algún tipo de desnudo femenino frente al 9,5% masculino. “A las actrices jóvenes se las coloca en posiciones complicadas, he ido aprendiendo con la experiencia, pero a veces es difícil marcar límites o sentir que tienes la capacidad o el valor… no es que te obliguen a hacer cosas, pero se aprovechan de tu vulnerabilidad”, señalaba la actriz en la misma entrevista. Y abordaba una cuestión más allá, un brecha según estatus: “He tenido la suerte de poder hacerlo (rechazar un papel con un desnudo gratuito): no todas mis compañeras pueden”.

Más papeles de mujeres (solo el 38% de la producción cinematográfica española lo fueron el pasado año, señalaba CIMA) y más miradas femeninas como vía para acabar con esa arraigada representación androcéntrica de la industria audiovisual -a la que habría que sumar también la necesidad de visibilizar otras orientaciones sexuales, identidades de género, clase y etnias-. «Yo creo que la igualdad es mucho más rentable económicamente, hay unos nichos de público donde los productores en nuestro país aún no se han dado cuenta de que hay que llegar. HBO, por ejemplo, sí está haciendo historias por y para mujeres con ganancias económicas, como El cuento de la criada”, dice Berta Ojea. Antonio Abeledo también subraya esta necesidad: “El personaje de Amy Adams en Heridas Abiertas, una mujer protagonista que hace y no solo acompaña al hombre o el caso de Leticia Dolera con Déjate llevar, la serie que ahora mismo está preparando para Movistar+: ella dirige, escribe, ellas son protagonistas y llevan las riendas de la historia”. Pinceladas de un cambio que se palpa: “Todo lo que esta pasando nos está haciendo adquirir conciencia de la situación y mirarlo con las famosas ‘gafas moradas’. Son cosas que hace un tiempo no nos planteábamos. Desde ahí se puede generar el cambio, lo de los desnudos es un lunar (también a cambiar) dentro de todo esto”, concluye el representante.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_