_
_
_
_
_

Este es el libro feminista que la reina Letizia leerá este verano

La reina escogió ‘Tsunami. Miradas feministas’ en su paseo por la Feria del Libro de Madrid. Esto es lo que encontrará en sus páginas.

GettyImages-1160972346
Getty Images (Getty Images)

No es fácil elegir un título entre la abrumadora oferta de la Feria del Libro de Madrid. Novelas, ensayos, poesía, cómics, libros de viajes, de cocina, ilustrados. Autores muy reconocidos, otros que apenas han salido del anonimato. Entre todos ellos, este año la reina Letizia eligió Tsunami. Miradas feministas (Sexto Piso), editado y prologado por la escritora Marta Sanz, y que a través de diez textos –casi todos autobiográficos, un cuento y también viñetas– supone una fotografía del movimiento feminista de los últimos tiempos. Cómo lo viven y qué les ha supuesto a sus autoras, Pilar Adón, Flavita Banana, Nuria Barrios, Cristina Fallarás, Laura Freixas, Sara Mesa, Cristina Morales, Edurne Portela, María Sánchez y Clara Usón, si echan un vistazo a situaciones que vivieron en el pasado. Porque hay una constante: eso de “quitarse la venda de los ojos”. Si la reina quería saber de cuerpos femeninos, relaciones entre mujeres, educación recibida y abusos sin necesidad de entrar en Twitter y pasear por etiquetas como el #metoo, aquí tenía su tsunami.

La idea de esta recopilación, de este contarnos cómo nos estamos pensando las mujeres, vino de México, donde otro título había hecho alusión a estas miradas femeninas con escritoras como Margo Glantz y Cristina Rivera Garza, entre otras. Marta Sanz recogió el guante y se dispuso a buscar las autoras para la edición española. Dijo que sí con rapidez deshaciéndose pronto de esas coletillas manidas como atribuir este tipo de libros a las modas editoriales y el oportunismo, lo cual Sanz considera una absurdez cuando son las mujeres las que leen y llenan los clubs de lectura. Además, la pretensión era, como ella misma cuenta, buscar “un feminismo integrador con el que se puedan sentir identificadas y solidarias todas las mujeres y no sólo las que se preocupan por los techos de cristal”. Para ello también sondeó “entre escritoras de generaciones diferentes, desde nacidas a finales de la década de los cincuenta a otras nacidas antes de ayer, que son inmoralmente jóvenes, y otras de los sesenta, setenta y ochenta. También que no fueran solo de Madrid y Barcelona, sino que viven en otros espacios”, comenta.

Las diez autoras aceptaron en menos de una semana. No había muchas premisas. “La idea era que todas escribieran un texto con orientación autobiográfica, porque pensamos que la autobiografía es el espacio de la mujeres para hablar de la obscenidad, es decir, de lo que queda fuera de la escena y de la literatura canónica, la que confunde lo universal con lo masculino”, sostiene Sanz, que precisamente considera fascinante que sin apenas indicaciones surgieran textos que trataran asuntos muy diferentes. “Hay mujeres con problemáticas muy diversas, muy complejas, nuestra diferencia se convierte en desventaja, pero cada una ha hablado de lo que ha querido”, apostilla. Y que entre ello estuviera lo que a veces se consideran “cositas de mujeres” –nuestro cuerpo, nuestros dolores y pesares y las mochilas de culpa–, lo nimio, lo que suele parecer intrascendente desde la lupa académica. “Esa especie de estigmatización de lo femenino que no es tal”, abunda Sanz.

Y aquí viene con lo que se va a encontrar la reina, que es una, a veces simpática (pero enrabietada), y otras –las más– cruel y desagradable panorámica de recuerdos, situaciones y experiencias. La identificación que pueda hacer, o no, ya queda de su parte.

La escritora Sara Mesa (Madrid, 1976), autora de novelas como Cicatriz y Cara de pan, es la única que utiliza la tercera persona para relatar en un cuento de cariz muy íntimo –“yo creo que se ha desnudado mucho en este texto”, indica Sanz– el sentimiento de culpa de las mujeres cuando se les pregunta por criar un hijo sin la presencia del padre. La negra reverberación que todavía tiene la madre desparejada. Un texto que para la editora, tal y como le expuso en un correo que le envió, hace aflorar un amparo doméstico, “inquietante, perturbador, hanekiano. Y más”.

Laura Freixas (Barcelona, 1958) esboza en “A ti no te va a pasar” lo que ocurrió con aquellas que, pensando en que la lucha ya estaba más o menos encauzada y que, a fin de cuentas, ya se había leído a Simone de Beauvoir y a todas las feministas, y que el discurso estaba asentado, en realidad, todo volvía a ocurrir. En el ejercicio de Freixas está todo lo conseguido –que es mucho porque da verdadera dentera mirar hacia atrás–, pero también todo lo que se puede perder y todo lo que falta por conseguir –que tampoco es escaso. De esos recuerdos nace también el texto de Clara Usón (Barcelona, 1961), “Vida de una discípula de Satanás”, que va saltando de década en década, los sesenta, setenta, ochenta, noventa, con la sensación de haber tenido conciencia feminista, pero no haberla expresado, quizá porque no existían las palabras o ni siquiera se llevaba, aceptando cosas por las cuales hoy toda defensora del Me Too, nacida unos décadas después te diría un par de cosas.

Precisamente, una de ellas podría ser María Sánchez (Córdoba, 1989), que ha publicado este año Tierra de mujeres donde narra cómo las mujeres también se ganan la vida en el campo y en los entornos rurales. Y cómo se ayudan. Y cómo desde siempre han existido esas genealogías femeninas en lo que se han solido considerar mundos de hombres. En “La forastera hace del cuerpo” una metáfora de la casa y reconstruye como rasgos identitarios las manos de las mujeres de los pueblos.

Pero si toca hablar de cuerpo y de un símil con el capitalismo –y la opresión– ahí está la bofetada de Cristina Morales (Granada, 1985) en “Introducción al placer mediado por el capital y llamada a favor de la puta gratis. Primeros apuntes para la politización folladora”. Un título muy largo para contar lo que no es más que el trabajo sucio, malpagado y el bucle del que parece que no se va a salir nunca por mejor profesional que una sea. Que ha tocado apechugar por cuatro euros y que ya toca disfrutar y gozar de una vez. Esta visión de Morales tiene resonancias en las viñetas de Flavita Banana (Oviedo, 1987), que también se atreve con un texto, “Se hace lo que se puede, se quiere y se debe”, que las acompaña, y que dejan ese regusto amargo de lo que no hace ninguna gracia. “Usa su sentido del humor para mostrar el papel de las mujeres en el trabajo y la injusticia. Y cuenta que cuando ligó más en su vida fue cuando estuvo deprimida, por esa la pulsión de los hombres de proteger a la mujer desvalida. Y ahora que está bien dice que liga mucho menos”, comenta Sanz.

Para solventar estas situaciones, el texto de Edurne Portela (Santurce, 1974), “Tirar del ovillo”: la hilazón que nos une a las mujeres y cómo a través de la recuperación de las historias familiares podemos reconocer esos actos contestatarios, que aunque muy pequeños, han sido peldaños para llegar hasta donde estamos. Aunque tampoco hayamos sido demasiado conscientes.

Y de ese paraguas de sororidad femenina, los recuerdos de Nuria Barrios (Madrid, 1962) en “María Pandora” sobre su infancia en un colegio femenino de monjas. La escritora y traductora rememora cómo fue la educación recibida –las mujeres siempre para cuidar y mantener la compostura–, pero también cómo las monjas son otras mujeres que han estado supeditadas al yugo masculino eclesiástico. Barrios trae a colación abusos y violaciones sufridas por otras monjas –no las de su colegio-. Que no por llevar flores a María estas mujeres se han escapado de la autoridad de los hombres de su gremio.

El puñetazo en la mesa quien lo da entonces es Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968) en “Mi vulva”. Retrato íntimo de los genitales femeninos. Un protagonismo a lo que no solo es colgandero (como se refiere ella a los genitales masculinos) para constatar que la vulva –su vulva– no es ninguna nimiedad. Como tampoco lo es hablar de lo que suponen muchas veces las visitas ginecológicas a las que las mujeres estamos acostumbradas desde la adolescencia. Ni del placer que nos otorga nuestro sexo (cuando se hace bien).

Cierra este libro panorámico uno de los textos más desgarradores: el de Pilar Adón (Madrid, 1971), “Lo habitual”. La escritora y editora recuerda el abuso de un hombre en una parada de metro cuando tenía 19 años. No estaba importunando, insiste Adón, sino sencillamente acosando de una de esas maneras que, al no resultar una agresión directa, durante años se ha considerado intrascendente. La autora habla así de los momentos de miedo al volver solas a casa. Las llaves. El móvil. Los pasos detrás.

“Este es un libro que lo puede leer una chavala de 17 años, chavalas de 30, 40, mujeres de 50. Todas van a encontrar relatos con lo que se van a identificar. Algo muy importante en Tsunami y en el feminismo es que nos está obligando a resignificar palabras que nos conforman como la educación, el sexo, la maternidad o el trabajo”, resume Marta Sanz. La reina Letizia lo ha escogido este año. Quizá en breve también lo lean sus hijas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_