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«Di mi nombre»: la revolución del himno que visibiliza el tabú de la violencia de género en China

Inspirada por el caso de Chanel Miller, Tan WeiWei, una popular cantante china, convierte en éxito una canción donde enumera los asesinatos y agresiones que se viven en un país empeñado en convertir a la violencia de género en un asunto de carácter privado.

Tan Weiwei, que se hizo popular en China gracias a participar en la versión televisiva de 'La Voz', ha logrado poner sobre la mesa la lacra de la violencia doméstica en el país con su canción.
Tan Weiwei, que se hizo popular en China gracias a participar en la versión televisiva de 'La Voz', ha logrado poner sobre la mesa la lacra de la violencia doméstica en el país con su canción.

«Di mi nombre y recuérdalo». Estas cinco palabras están revolucionado la lucha contra la violencia de género en China. Las entona Tan Weiwei, una estrella del pop en su último tema, centrado en las mujeres víctimas de violencia doméstica. Weiwei canta en Xiao Juan, el equivalente chino a la Jane Doe de los Estados Unidos, el sobrenombre que se aplica a las mujeres víctimas de delitos desconocidos o no identificados.

La canción se lanzó el pasado mes de diciembre y, según informa Elsie Chin en la última newsletter de In her words en The New York Times, la canción ha resonado entre millones de mujeres en China y se ha convertido en un fenómeno viral en el país. En una plataforma de vídeos muy popular entre los jóvenes y adolescentes chinos, Bilibili, el clip del tema ya ha sido visto más de 1,1 millones de veces. La letra, que fue escrita por Yin Yue, socia y colaborador de Weiwi, rememora algunos de los casos de violencia de género que han captado la atención de China en los últimos años. En la canción hay referencias al asesinato (con gasolina y ácido súlfurico) de la granjera tibetana Lhamo a manos de su marido, que la roció con ácido y prendió fuego. La letra también habla sobre el caso de una mujer que fue desmembrada y lanzada al río y que apareció, el pasado mes de julio, desmembrada en un taque séptico comunal. «Mete mi cuerpo en una maleta y lo pone en un anevera en el balcón», hace referencia a un caso de asesinato impactante de 2016, cuando un hombre en Shanghai mató a su esposa y escondió sus restos en un refrigerador durante más de 100 días.

Según explica Chin en su reportaje, aunque China aprobó una ley contra la violencia de género en 2015, no se aplica en su totalidad, y existen lagunas o se hace caso omiso especialmente en ciudades más pequeñas y áreas rurales, donde los casos siguen creciendo. La periodista aporta cifras de Beijing Equality, un grupo de derechos de las mujeres, sobre 900 muertes aparecidas en los medios chinos desde 2016, aunque el citado grupo cuestiona la cifra y sospecha que el número real es probablemente mucho mayor.

Las autoridades de China han tomado medidas enérgicas contra el feminismo y el movimiento Me Too; y culturalmente, no se considera apropiado hablar abiertamente sobre estos temas. La esfera de lo privado suele ser la tónica a la que se destina este tipo de violencias. Tal y como explica la periodista: «muchos chinos lo consideran un asunto de familia y se apoyan en el dicho de que «la desgracia de una familia nunca debe compartirse afuera». En la cultura pop china, además, los músicos no suelen criticar cuestiones sociales. Lo que ha favorecido que el tema sea tan revolucionario.

Inspirada por Chanel Miller y la revolución contra el anonimato

Inspirada por las memorias de Chanel Miller, Di mi nombre (que Blackie Books publicará en marzo en castellano y que aborda el relato de la superviviente de Brock Turner, una de los casos de violación más mediáticos y que más debate social feminista despertaron en la última década en EE UU), Tan Weiwei, también conocida como Sitar Tan, es una de las pocas artistas  que aborda el tema tabú en China, y, según indica Chin, «ningún otro músico chino lo ha hecho de manera tan directa o con un interés tan generalizado».

La salida de Chanel Miller del anonimato, esa ruptura con el refugio de intimidad sacramental de la mujer violada (la mayoría de publicaciones incide en destacar la fascinación sobre el hecho de poder «ver su cara» y «saber su nombre») abrió un nuevo capítulo en la imparable revolución sobre la identidad de las supervivientes de las agresiones sexuales.  La noche del 17 de enero de 2015, Brock Turner violó a Chanel Miller a la salida de una fiesta de una fraternidad. Tal y como probaron varios testigos en el juicio, el universitario de primer año en Stanford se aprovechó de que ésta había consumido alcohol y estaba inconsciente. La violó en plena calle, tirada detrás de unos contenedores de basura. Dos estudiantes suecos que pasaban por el campus con sus bicis lo vieron, le increparon su conducta –notaron que la chica no sabía lo que estaba pasando– y Turner huyó. La policía lo arrestó tras la denuncia. Turner, de familia acomodada, pagó una fianza de 150.000 dólares y se celebró un juicio en el que se le acusaba de cinco cargos. Se le encontró culpable de tres de ellos. La máxima sentencia eran 14 años pero el juez que presidió el caso, Aaron Persky, lo condenó a apenas seis meses de presión. Solo cumplió tres y volvió a casa. El caso conmocionó a todo un país y levantó una oleada de indignación por exponer las fisuras de la justicia estadounidense ante las agresiones sexuales.

Hasta el año pasado esa chica fue conocida como Emily Doe, la superviviente del violador nadador de Stanford. Su alias, una alteración del Jane Doe al que se recurre en las acciones legales cuando se protege la identidad de una mujer, fue el sobrenombre elegido cuando, en el verano de 2016 y antes del huracán del #MeToo, la joven decidió compartir a través de BuzzFeed el texto que ella misma leyó en la vista para sentencia de su violador. “Quiero que el juez sepa que ha iniciado un pequeño fuego. Al menos, esta es una razón para que todos nos unamos a hablar más sobre este tema». La repercusión del texto fue descomunal: 18 diputados –quince demócratas y tres republicanos– leyeron la carta en la Cámara de Representantes de EEUU y miles de mujeres compartieron sus propias agresiones desde sus redes impulsadas por el valor del alegato. Ahora una cantante en China se inspira en ella para que otras muchas denuncien también su caso. Tal y como contó al South China Morning Post: «Es mi responsabilidad dar voz a todas esas mujeres».

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