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Por qué mantener la consola del abuelo en tu minipiso no te hace ningún bien

Acumular trastos en el hogar y obviar algunas buenas soluciones de almacenaje convierten la casa en un espacio hostil del que apetece huir.

Cover habitación ikea 2

Amueblar un piso no es acumular muebles recibidos aquí y allá. Y, mucho menos, sumarlos a infinidad de tesoros, recuerdos y otros talismanes que con frecuencia ocupan demasiado espacio. Y en España, donde la vivienda no suele ser prolija en metros cuadrados, ese amontonamiento genera un pequeño caos con el que convivir a diario. El dormitorio, al ser la estancia más privada y alejada de miradas inquisitoriales de invitados, suele llevarse la peor parte. O el mayor desorden.


 

La crisis de los últimos años ha forzado a las familias a apretarse el cinturón en todo. De esto no se salvaron los gastos destinados a hacer nuestro hogar más confortable. Se arregla un grifo si la avería amenaza con convertir el baño en el Gran Canal de Venecia. Pero no se cambia la consola del dormitorio, esa que vino del caserón de los abuelos, en recio mueble castellano, algo desvencijada, que se da de bofetadas con aquel futón heredado de ese colega que se mudó a otra provincia y que es tan desmedidamente grande que uno se choca al pasar día sí, día también. Los zapatos se tiran años amontonados bajo la cama, hay una silla a los pies de la cama con tal acumulación de ropa que se diría sacada del primer día de rebajas de algunos grandes almacenes y en vez de cuadros, hay posters con chinchetas. Así pasan los meses y hasta los lustros, alimentando rozaduras, cardenales y sonrojos por un mobiliario que pide a gritos un cambio. Un cambio, tampoco un proyecto de interiorismo por todo lo alto. Solo un lifting para hacer la vivienda más habitable.

¿Erosiona esto a la pareja? Naturalmente. Si el amor en sus primeros estadios cubre a la pareja de felicidad, con el paso del tiempo el caos doméstico y los tropezones contra los trastos del contrario agrietan la convivencia a base de bien. El problema es que la palabra ‘reformas’ hace que a muchos urbanitas un escalofrío les recorra el espinazo. Y a veces no se trata de echar la casa abajo sino de optimizar el espacio, actualizar el escenario y eliminar aquellos enseres que hace ya tiempo dejaron de ser útiles, bonitos o la dos cosas a la vez.

Un clásico (y viejuno) dormitorio que pide a gritos un cambio

Paradójicamente, según la Encuesta de Presupuestos Familiares de 2014, realizada por el INE, los españoles en cuanto disponen de mayor liquidez prefieren pequeñas huidas de casa en busca de otros espacios más confortables (comer en un buen restaurante, escaparse a un hotel con encanto, una casa de recreo…) antes que acometer algunos cambios en su residencia. Un grave error, según los psicólogos, para quienes es preferible arreglar el aspecto y el orden de donde pasamos 365 días y no solo unas horas. Todos los expertos en sueño, desde la National Sleep Foundation de EE UU https://sleepfoundation.org/ a la Sociedad Española del Sueño reiteran que el dormitorio debe ser un espacio apacible, libre de trastos inútiles y con un cierto nivel de orden. Esto, además de facilitar nuestros movimientos sin roces, golpes o esa desagradable impotencia de ir a coger algo y que se desplomen siete más, transmite al cerebro un sensación de calma que le predispone a dormir. Caer en brazos de Morfeo como un bebé: un buen motivo para pararse a pensar qué ‘trastos’ del dormitorio merecen ser jubilados y buscar soluciones asequibles que favorezcan el orden.


 

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