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Zooey Deschanel: «Vestir como una niña no tiene nada de malo»

Fue el bicho raro del colegio, pero en la universidad decidió cultivar su rareza. Hoy sabe cuál es su imagen y se defiende de quienes la llaman infantil.

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Mark Davis

«Soy toda flequillo y ojos», defiende Zooey Deschanel, mientras revuelve en su móvil en busca de evidencias que apoyen su tesis. «Aquí está: esta soy yo en la guardería». En la foto, una niña pequeña con una profusa mata sobre la frente y la mirada traviesa.

Tiene claro que los mechones de pelo son para ella lo que los arcos para McDonald’s: una imagen de marca; y es el motivo por el que la han encumbrado a la categoría de musa indie. Asidua del Festival de Sundance y mitad imprescindible de grupo de pop-folk She & Him, la actriz de 32 años, que triunfa en EE UU con su serie New Girl, donde eleva todas sus peculiaridades hasta la enésima potencia, sabe que esas características que sus fans adoran de ella son las mismas que señalan sus detractores.

Parece que le ha dedicado mucho tiempo a pensar en su imagen hasta reconciliarse con esta realidad. «Creo que para ser actor tienes que aceptar tu personaje. Si no, sufres mucho porque pasas el día tratando de desmarcarte de la impresión que la gente tiene de ti», afirma.

Mientras sus seguidores se cortan flequillo, visten vintage y tocan el ukelele, como Deschanel, otros son más críticos. La cómica Julie Klausner escribió una crítica feroz contra la infantilidad que a menudo encarna Deschanel, pues, dice, hace un flaco favor a las mujeres. A ella no le convence su teoría. «No tiene nada de malo vestir así. No sé por qué la feminidad se tiene que asociar a debilidad. Las mujeres deberían ser libres de expresarse como quieran sin pensar “tengo que actuar como un hombre” o “tengo que rebajar el tono para alcanzar el éxito”. Esa sí es una buena manera de avasallar a las mujeres».

Su voz suena segura. Habla de Hollywood como si no perteneciera a su mundo. «Cuando a la gente le gusta tu trabajo se nota mucho en la comunidad del cine, pero en cuanto desapareces del radar, la gente deja de ser simpática contigo. Corresponde a uno mismo trabajar el autoestima», comenta.

Pero la actriz no siempre ha tenido tanta confianza en sí misma. En su etapa escolar era el bicho raro de la clase. «Las chicas me escupían en la cara», recuerda. «La gente era muy desagradable. Lloraba todos los días». Tardó años en aceptar que era diferente y definió su personalidad en torno a ello. Durante el año que estudió en la Northwestern University dejó que su carácter saliera a flote. «Mi mejor amiga y yo nos poníamos vestidos de terciopelo, pestañas postizas y usábamos barras de labios», cuenta. «Me negaba a llevar vaqueros, no me identificaba con esa prenda. Era una pequeña rebelión que ocurría cada día». Y la palabra «rara» se convirtió para ella en un cumplido. De hecho, durante la entrevista la usa unas 25 veces.

Los círculos artísticos la veneran, New York Magazine la ha bautizado como la pin-up de Williamsburg (y eso que solo ha pisado ese barrio de Brooklyn una vez) y los editoriales de moda la califican como la chica del momento. Ella se ríe. «Se supone que eso de it girl tiene una duración determinada, pero parece que no termina. Y ¿qué quiere decir exactamente?».

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