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Lily Rose Depp: «Creo que tengo que trabajar el doble para probar que no soy solo un apellido»

A punto de cumplir 20 años, la hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis estrena ‘Un hombre fiel’, dirigida por Louis Garrel. Charlamos con ella sobre su carrera en el cine y la moda y su entrada en «una feminidad adulta».

Lily-Rose Depp, actriz, modelo e hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis.
Lily-Rose Depp, actriz, modelo e hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis.Jorge Fuembuena

Gracias a Karl Lagerfeld tuvo su primera oportunidad en el mundo de la moda. El Káiser decía de ella que «tenía todas las cualidades de una estrella». Conoció a Lily-Rose Depp (París, 27 de mayo de 1999) cuando tenía ocho años y acompañaba a su madre, Vanessa Paradis. Su primera colaboración fue en el desfile otoño-invierno 2015/16: ella ocupaba una de las mesas de blackjack del casino que montó el diseñador. Meses después, cuando aún tenía solo 15 años, la escogieron como imagen de la renovación del perfume más clásico de la maison, Chanel Nº 5 L’Eau. Por entonces, la joven ya había descubierto su vocación: ser actriz. Aunque no ha sido tan fácil para ella. Lo dice siempre: «Creo que tengo que trabajar el doble para probar que no soy solo un apellido, no te van a contratar porque tu nombre quede bien en el póster».

La actriz en el desfile otoño-invierno 2015/16 de Chanel.
La actriz en el desfile otoño-invierno 2015/16 de Chanel.Getty

De hecho, Lily-Rose nunca había querido ser solo actriz, como su padre,
 Johnny Depp. Deseaba
 ser como su madre: cantante, modelo y actriz.
Pero odia cantar, así que esa idea y la de ser
 «princesa, bailarina o espía» se desvanecieron 
pronto. El empujón definitivo fue cuando el padre de su mejor amiga, Harley Quinn Smith, el director Kevin Smith (Clerks), las invitó a las dos, con 14 años, a participar en su película Tusk.

Con las puertas de la moda y el cine abiertas, anunció que dejaba los estudios sin acabar el último año de instituto. Nada pudieron decir sus progenitores, que habían hecho lo mismo. Quería trabajar en ambas artes, y con una visión comprometida: «Creo que es importante retratar personajes femeninos multidimensionales. Necesitamos una representación honesta en el cine. Mostrar mujeres en todas sus formas, pueden ser fuertes en más de un sentido. La fuerza no tiene que ser solo física, interpretando a una heroína. Hay fuerza en ser vulnerable, en tener miedo, en ser emocional».

Volvió a trabajar con Smith y después empezó a sacarle partido a su bilingüismo franco-inglés: Natalie Portman la recomendó para Planetarium, encarnó a Isadora Duncan en La bailarina y el 17 de mayo estrena su quinta película, la primera en la que habla solo en francés, con un personaje 100% parisino: Un hombre fiel, dirigida por Louis Garrel, en la que comparte pantalla con él y Laetitia Casta. Ambas compiten por el mismo hombre en un triángulo amoroso de adultez y adulterio, celos y confianza. «Parece rivalidad, pero ellas se entienden, hay conexión, son dos mujeres lidiando con sus emociones, amor, dolor… Son sentimientos universales, da igual la edad que tengas», dice Depp.

«Solo he hecho una cosa bien: crecer», suelta Eve, su personaje. Y la actriz lo comparte. «Lo que más valoro es mi independencia económica, poder viajar, tomar mis propias decisiones», cuenta. «Siento que en el último año he entrado en una feminidad adulta. Fue muy especial poder inmortalizar este momento vital en la película». Esas palabras las decía, con desparpajo y velocidad, en el Festival de San Sebastián, precisamente donde despertaron los rumores de su relación con Timothée Chalamet, compañero de reparto en su próximo filme, The King. Después de una infancia protegida de las cámaras, a pesar de ser hija de quien es, ahora los paparazzi la siguen. Ella se sorprende del interés por una vida personal que, asegura, es «aburrida».

Vive entre Los Ángeles y Nueva York, donde ha encontrado espacio para expandir su flamante libertad; y en París, donde más trabaja tanto en cine como en moda, dos facetas que piensa seguir compaginando. «Actuar es algo muy personal para mí, no quiero ser muy buena, quiero ser capaz de emocionar a alguien», dice. «Pero soy de las que piensan que hay una parte de interpretación en la moda. Las marcas buscan que encarnes a alguien. Piensa en diseñadores como Karl Lagerfeld, su trabajo, sus desfiles eran teatrales, casi cinematográficos. Por eso los he disfrutado tanto».

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