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David Arquette: de estrella de Hollywood a arriesgar su vida en el ‘pressing catch’

El actor, conocido por la saga ‘Scream’ y pareja de Courteney Cox durante más de una década, intenta triunfar en la industria del wrestling a los 48 años y, atención spoiler, le está costando sangre, sudor y lágrimas.

Los gritos de Arquette en la saga 'Scream' ahora son de verdad.
Los gritos de Arquette en la saga 'Scream' ahora son de verdad.Instagram @davidarquette / Jonathan King

Alguna turbulencia debes haber experimentado en tu vida cuando, en el transcurso de dos décadas, pasas de ser el objeto de deseo de los fotógrafos en las alfombras rojas a rezar porque ese tubo fluorescente que va a impactar en tu cuello no te produzca un corte digno de hospital. Que solo te haga sangrar lo necesario para que el público ‘compre’ un final épico. David Arquette no tuvo esa suerte. El que fuera una estrella del Hollywood de los noventa por su trabajo en películas como Scream, por su ilustre apellido y por una larga relación con la actriz Courteney Cox (Friends) ha decidido dejarlo todo para cumplir el sueño de su vida: ser una estrella del wrestling (también conocido como pressing catch). Al igual que el personaje interpretado por Mickey Rourke en el galardonado filme de Darren Aronofsky El luchador, Arquette lleva más de un año intentado hacerse un hueco en el profesionalismo, poniendo en jaque su físico en recintos de tercera categoría y ante audiencias bastante menos nutridas que las que solían reunirse para celebrar a iconos como Hulk Hogan o Dwayne ‘The Rock’ Johnson. Y todo, con el único objetivo de la redención.

El actor se ha tomado muy en serio su futuro como luchador.
El actor se ha tomado muy en serio su futuro como luchador.Instagram @davidarquette / Jonathan King

“Se han estado riendo de mí durante 18 años y quiero que vuelvan a respetar mi nombre”.

Esta historia se remonta hasta el año 2000. Ese año, un Arquette en la cima de su popularidad estrenó la película Listos para luchar. Una comedia sin pretensiones de ser confundida por una de Billy Wilder, concebida solo como vehículo de promoción de la actual WWE (antes WCW), la compañía de wrestling más importante a nivel global. La campaña de promoción del filme llevó a Arquette a participar de forma activa en los combates de la empresa y pese a que carecía del físico y las aptitudes necesarias para resultar un aspirante creíble, le hicieron ganar el cinturón de campeón al poco tiempo. Los fans más acérrimos e incluso los propios luchadores cargaron sin miramientos contra el actor y contra la empresa por la dimensión del sainete, una decisión considerada hoy como una de las peores “en la historia del wrestling profesional”. Su figura alcanzó tintes chucknorrianos, dedicándole incluso la canción paródica You Can´t Kill David Arquette (No puedes matar a David Arquette). El escarnio público fue de tal magnitud que el más joven de la reputada saga de intérpretes ha cimentado su venganza durante casi 20 años.

De Los Ángeles a Nueva York, pasando por Tennessee o Tijuana. Ataviado únicamente con un bañador  slip de waterpolo y las correspondientes coderas y rodillas, David Arquette, de 48 años, con más de un centenar de películas a sus espaldas, se dispone a saltar desde la tercera cuerda del cuadrilátero ante la mirada escéptica de un puñado de espectadores. No hay un ápice de glamour ni en los recintos, normalmente gimnasios de instituto sin retransimisión televisiva alguna; ni en los rivales, por lo general aspirantes semidesconocidos a los que dobla en edad. Aunque en sus planes está el estrenar un documental sobre su viaje como contendiente, para todos aquellos que puedan pensar que esto no es más que una maniobra publicitaria a lo Joaquin Phoenix, el actor se defiende alegando que luchar es “demasiado doloroso” como para poder fingir. “Mi cuerpo está básicamente machacado. Es un deporte muy brutal”, confesó a Mel Magazine.

Con ese apellido y esa edad, el mérito de atreverse a aprender el oficio desde abajo es innegable. El público disfruta con un Arquette que ‘vende’ el dolor cual profesional y exhibe un catálogo de llaves y golpes más que digno. Uno de los combates que más predicamento han tenido en las redes es el que le enfrentó al hijo de un gran amigo, el actor Luke Perry fallecido el pasado mes de marzo. El joven Jack Perry, conocido como Jungleboy, le venció tras una espectacular duelo en el que Arquette acabó confesando el profundo amor que sentía por él y por su progenitor. El público que una vez le trató de impostor ahora se rinde ante la dimensión de su empeño crepuscular. Objetivo cumplido.

Pero no todos los combates han acabado con final feliz. En noviembre del pasado año, el intérprete consiguió por fin colarse en los titulares de la prensa deportiva generalista, pero no por sus méritos deportivos. Arquette tuvo que ser ingresado en el hospital después de que el luchador Nick Cage le hiciera un profundo corte en el cuello con un tubo fluorescente durante un combate Death Match, caracterizados por la falta de reglas y la dureza de los golpes. En las imágenes grabadas por los presentes puede apreciarse como el actor entra en pánico al ser consciente de la cantidad de sangre que emana de su cuello y no es capaz de finalizar el combate de una forma ‘creíble’ antes de abandonar el ring. Él mismo aseguró que tiene “suerte de seguir vivo” teniendo en cuenta lo cerca que quedó la yugular de dicho corte. No es de extrañar, por tanto, que su nueva ocupación preocupe y mucho a los Arquette. Su hermana Patricia, ganadora del Oscar por Boyhood, fue explícita sobre sus sentimientos al respecto en su visita al programa de Ellen DeGeneres: “Da miedo porque ya tiene una edad. Ha tenido incluso un ataque al corazón y ahora vuelve a luchar”.

La que todavía no se ha pronunciado al respecto de la reciente devoción del actor por la lucha es la que fuera su esposa durante once años. Courteney Cox y David Arquette se conocieron en el plató de rodaje de la película Scream y formaron una de las parejas más conocidas del Hollywood de los noventa. Tuvieron una hija, protagonizaron su propio anuncio de Coca-Cola y él llegó a aparecer en un capítulo de Friends. La vida les sonreía y decidieron fundar su propia productora, que ha perdurado más allá de su matrimonio. Arquette cimentó una posición de privilegio en la industria con papeles en éxitos como la comedia romántica Nunca me han besado o Buffy, Cazavampiros. Pocos meses después de su separación definitiva en 2010, el actor natural de Virginia decidió ingresar en una clínica de rehabilitación para tratar su adicción al “alcohol y otros asuntos”.

Los mejores días de David Arquette en la meca del cine quedan ya muy lejos. Actualmente intercala la producción de documentales y programas de televisión con su trabajo como doblador de series de televisión infantiles y pequeños papeles en películas aspirantes a ejercer como elemento decorativo en nuestras sobremesas. Se antoja imposible que vuelva a tener la confianza de cualquier estudio para volver protagonizar un taquillazo internacional o que una marca de refrescos le elija para ser la imagen publicitaria de su último lanzamiento. Su historia, sin embargo, es hoy más made in Hollywood que nunca. De vender millones de entradas para verle huir de un asesino enmascarado en una sala de cine ha pasado a vender unos cientos de entradas para verle huir de otro asesino enmascarado en un gimnasio. Al fin y al cabo, quizá la industria del cine y la industria de las hostias no sean mundos tan distintos.

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