_
_
_
_
_

Sophie Marceau: «Interpretar es una terapia, una forma de soltar emociones»

La prensa francesa siempre la ha retratado como una actriz muy libre. Ella ha peleado mucho frente a la atención constante e indeseada. Sophie Marceau sigue siendo una gran estrella.

Sophie Marceau, en la última edición de Festival de Cannes.
Sophie Marceau, en la última edición de Festival de Cannes.Getty (WireImage)

La pandemia y el confinamiento global pillaron a Sophie Marceau (París, 55 años) tranquila en su casa. Llevaba más de un año así, dedicada a su hogar, a sus hijos, a ella. “A menudo necesito tiempo para mí y me recluyo un poco”, confesaba el año pasado cuando ya podíamos pasear (algo más) tranquilos por el Festival de Cannes. La actriz, favorita de la prensa rosa francesa desde que debutó con 13 años en La Boum (1980), está más que acostumbrada a una vida de puertas para dentro esquivando fotógrafos y drones curiosos. Además, en 2018, después del estreno de su tercera película como directora, guionista y protagonista, Mrs Mills, había acabado agotada. “No tenía ganas de rodar, no tenía ganas de ponerme al servicio de la historia de otros, solo quería bajar el ritmo, pararme a reflexionar”, explica.

El parón le duró más de tres años. Más largo de lo habitual en una carrera de cuatro décadas que ha conducido con total libertad. El verano pasado, precisamente en Cannes, salía de su retiro voluntario para presentar Todo ha ido bien, de François Ozon, la adaptación de la novela autobiográfica de Emmanuèle Bernheim, en la que la escritora relató cómo asistió a su padre en su deseo de morir. La eutanasia está prohibida en Francia y el filme es una elección más política de lo habitual para Marceau, que ha hecho de la neutralidad su bandera. Y por eso habla del tema con requiebros emocionales, siempre políticamente correctos. “El objetivo de esta película es compartir algo con lo que no acabamos de llevarnos bien, que es la muerte. Es una encrucijada de sentimientos, relaciones, es el sentido de la vida”, dice la actriz. “Y lo que me lleva a esta película es vivir todas estas emociones humanas. ¿Tú has pensado qué quieres para tu muerte? Yo no lo sé, no me gustaría ser juez de algo así… Convertir la muerte en ley —suspira—; pero, siempre apuesto por la libertad de cada persona para decidir lo que crea que es mejor para ella”.

Para Ozon (En la casa, 8 mujeres), Todo ha ido bien (estreno en cines el 28 de enero) es casi “un documental de Sophie Marceau”. La forma en la que su cámara observa detenidamente a la actriz demuestra su interés (casi obsesión) por ella, que le había rechazado muchas veces antes. “Siempre pongo algo de mí en cada personaje. Cada película se lleva una parte de mí”, reconoce ella con su perenne sonrisa misteriosa y su altiva ironía. “Pero es lo que me gusta de esta profesión. Interpretar es una terapia, es una forma de hacer fluir las emociones, de vivirlas al máximo y compartirlas con otra gente”.

Hija de un camionero y de una comercial, su nombre original era Sophie Maupu. Cuando en 1980 La Boum disparó su carrera le ofrecieron cambiar de apellido. “Me presentaron un montón de nombres de calles y avenidas, y la Avenida Marceau me gustó, al menos así conservaba mis iniciales”, se ríe. El resto de su vida ha sido una lucha interna entre esos dos nombres: Sophie Marceau, la estrella internacional; Sophie Maupu, “la que no tiene nada de actriz en día a día”, como le gusta tanto recordar. Aunque se ha esforzado por mantener su intimidad, sus relaciones con el director polaco Andrzej Zulawski (con quien tuvo un hijo), el productor americano Jim Lemley (con quien tuvo una hija) y el actor francés Christopher Lambert, más su proyección mundial en los noventa, tras el éxito de Braveheart (1995) o su chica Bond en El mañana nunca es suficiente (1999), la han sometido siempre a una atención no buscada que, inevitablemente la ha marcado. “La sobreexposición te modifica todo, tu libertad, algunas cosas en tu cabeza”, dice. Y, sin embargo, cuando ha decidido escribir o dirigir casi siempre lo ha hecho desde lo autobiográfico, como en su ópera prima Parlez-moi d’amour (2002), donde volcó su relación con Zulawski, o en La Disparue de Deauville, donde reflexionó sobre la complejidad de una actriz. “Cine y realidad se combinan muy bien, y el cine es casi mi forma de protegerme”, se defiende ella. Además, a lo largo de su carrera también ha podido ir encontrando formas de evadirse de ella misma, de ser mujeres muy opuestas a lo que es ella o a lo que se esperaba de ella. “Como cuando me ofrecieron hacer a la chica Bond, era la villana, algo que nunca había hecho y pensé mucho si sería capaz, pero acabó siendo divertido, más fácil y un poco liberador, porque no tenía ningún compromiso político”, recuerda.

Sophie Marceau, en el estreno mundial de ‘Todo ha ido bien’ en el Festival de Cannes.
Sophie Marceau, en el estreno mundial de ‘Todo ha ido bien’ en el Festival de Cannes.Getty (WireImage)

Tras el último parón, y quizá gracias a la repercusión de Todo ha ido bien, Sophie Marceau ha recuperado el ritmo de rodaje con otras dos películas pendientes de estreno. Y a pesar de todo, arrancando su quinta década como actriz, sigue enamorada de su profesión. “Es maravillosa, es una búsqueda de distintos tipos de vida, de estudiar al ser humano”, asegura. Si pudiese dejarle un mensaje a aquella Sophie Maupu antes de ser Marceau, ¿qué le diría? “Sé libre”. ¿No ha sido bastante libre? Así la retratan siempre. Se ríe. Y calla.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_