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Raphael: «Vestir de negro me da todo el protagonismo»

El intérprete explica a S Moda la importancia que el vestuario ha tenido a lo largo de su carrera. Y lo hace desde el museo de Linares que lleva su nombre, donde se exhiben las prendas con las que ha hecho historia.

Raphael

Después de más de 50 años sobre los escenarios, Raphael sigue siendo el único artista español en haber logrado un disco de uranio por la venta de 50 millones de copias, desde el inicio de su carrera hasta 1982. Ahora regresa a España con su gira Mi gran noche, tras haber reunido a 10.000 espectadores en el Auditorio Nacional de Ciudad de México.

Al pensar en Raphael, lo primero que viene a la cabeza además de sus grandes éxitos es su perenne look total negro. «Ha habido diseñadores que han intentado meterme en vereda, pero nunca me he dejado influenciar porque lo mío es muy fácil: solo me visto de negro en el escenario porque es el no color, el que no molesta a las luces, no llama mucho la atención y no me resta protagonismo. Y eso que al comienzo de mi carrera me vestía de cualquier forma», confiesa el cantante.

No hay más que dar una vuelta por el museo que lleva su nombre erigido en su ciudad natal, Linares (museoraphael.es). En él, decenas de prendas negras que Raphael ha vestido desde los años 60 hasta la actualidad se mezclan con premios recibidos, carteles históricos de sus conciertos y objetos personales. La cazadora de cuero, color caramelo –una de las pocas excepciones cromáticas–, es una de sus joyas estilísticas. «Me duró muchísimo y la llevaba a todos mis viajes. Recuerdo estar en Japón en los años 70 con ella. Hay prendas que se te rompen a los tres días y otras que las tienes en mente de por vida. De los 18 a los 21 años la llevé siempre puesta». Fue una de las adquisiciones que realizó durante la semana que estrenó en el Palladium de Londres. «Como cada día cantaba a las ocho de la noche, por las mañanas me dedicaba a pasear por la ciudad y a comprar. Fue la época en la que me hice con más vestuario», comenta. 

Delante, chaqueta de charol de 1973. Detrás, tres cuartos de cuero que se puso para la portada del disco Aquí!, de 1969.

Germán Saiz

El armario de Raphael ha sido determinante a la hora de crear la imagen del artista. Por eso, para este disco, Mi gran noche, decidió reproducir la misma instantánea del afiche de 1968. «Es una fotografía muy Tarantino y eso que seguro que él ni siquiera vivía entonces. La recuperé y pensé que podría volver a reproducirla, pues conservo la misma ropa y aún me sirve. ¡Estoy igual que hace 50 años! Todo el mundo me dice que no tengo pinta de señor mayor, pero es que nunca la he tenido. Como soy tan vital, doy otro aire». Rescató los mismos pantalones y camisa que llevó en 1968. Lo único que no encontró fue el cinturón de tachuelas. «Pedí que me hicieran uno, pero ya nadie sabe lo que son unas tachuelas de verdad. Si comparas las dos fotos, no te crees que hayan pasado 48 años. Estoy igual de delgado», explica. 

Su romance con el negro surgió en 1967, en un país sin complejos de color como es México. «Cuando fui por primera vez al D. F. me perdieron las maletas en el aeropuerto. Iba con Manuel Alejandro y mi mánager, Paco Gordillo. Yo debutaba esa misma noche en la sala El Patio y le dije a Paco: “Vete y cómprame un pantalón y una camisa negra. Sin ningún adorno”. Esa noche se armó tal revuelo que decidí que, a partir de ese momento, el no color sería mi amuleto. Para mí el negro es como un uniforme, como el mono azul para un fontanero». Y aunque no se considera una persona especialmente supersticiosa, a la hora de actuar no se arriesga. «He intentando cientos de veces cambiar de vestuario. Me he hecho muchísimos trajes a medida que, cinco minutos antes de salir a escena, me he quitado. Me imaginaba con ellos puestos y creía que me sentiría ideal sobre las tablas. Pero una vez vestido me miraba al espejo y me decía: “¿Dónde vas con esto?”. Y recurría al uniforme». Toda esa ropa que nunca se llegó a poner la regaló. 

Su hijo Jacobo, el mayor, se ha encargado de ir ordenando y recopilando aquellas prendas que sí vistió, así como los objetos personales con valor, y los ha etiquetado por fechas. También fue él quien impulsó la apertura del museo en Linares. 

«Este conjunto de moaré verde me lo puse para cantar Jezabel en el desierto del Sahara, en 1972».

Germán Saiz

Pero el cantante tiene más vidas. Hay un Raphael muy distinto encima del escenario, por la calle y en su intimidad. «A diario visto con jeans; pero si voy a un acto público, lo primero que me pregunto es cómo irán vestidos los demás invitados. No me gusta dar la nota. No acudiría nunca a recoger un premio en pantalón vaquero. Cada cosa se inventó para una ocasión. Ahora la gente se viste como quiere hasta en momentos que requieren cierta etiqueta, pero yo no. Eso sí, en casa voy siempre descalzo y con unos pantalones totalmente destrozados de la película El golfo, del año 1968. No están rotos a propósito, como los que se venden ahora, sino ajados por el tiempo. Son mi medidor de peso: si me sirven, entonces es que me mantengo bien». 

Otro indicador de que las cosas van viento en popa, según el artista, es que se le rompa la camisa en un concierto. «Se me han rajado cientos de prendas en el escenario. A los cuatro años rompí el primer pantalón en una actuación del colegio y desde entonces no he parado», recuerda riendo. Cuando presenta un disco en directo siempre estrena traje; y si esa velada cosecha un gran éxito, no se lo quita en toda la gira. «Cada noche hay que lavarlo, plancharlo y ponerlo a punto para el día siguiente. Por eso llega un momento en el que estoy cantando, levanto el brazo y ¡¡¡zas!!! ¡Se me rompe de arriba abajo! Cuando esto sucede significa que todo va rodado: si lo he tenido que lavar muchas veces es porque he hecho muchas actuaciones». 

Piezas de 1974 y 1975.

Germán Saiz

En la actualidad, Raphael se encuentra en proceso de regrabar su amplia historia musical. «Hasta donde llegue», afirma. «Es el ideal de todos los artistas, pero, desafortunadamente, cuando uno puede hacer lo que le da la gana no le acompañan las mismas facultades que cuando era joven. Lo mejor es que yo las mantengo intactas», asegura. Su otro hijo, Manuel, le ha animado a hacerlo. «Escucho mucho a mis hijos, y de todo lo que dicen, algunas cosas son pavadas y otras las ponemos en práctica. Tienen otra visión de su padre. Me adoran y sé que solo quieren lo mejor para mí». De hecho fueron ellos los que le convencieron para subirse a las tablas y representar Jekyll & Hyde en el año 2000. 

A sus 70 años, Raphael afirma que nunca ha sido consciente de haber creado tendencia. «Solo sé que he sido un andaluz muy avanzado que ha apostado por los trajes a medida. No me he dejado influir demasiado por la estética exterior». Sus fans, que siguen agotando las localidades de sus conciertos, podrán escucharlo, y verlo vestido íntegramente de negro, el 19 de julio en Manzanares (Ciudad Real) y en otras fechas en 16 ciudades más. «El que vaya a verme comprobará que más de la mitad del público es joven. Es muy bonito, pero aún no me explico que una chica de 18 años esté en primera fila emocionada, como me ocurría cuando yo tenía 20. Mi público no me deja envejecer».

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