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Niñas cantantes, vestir a pequeños talentos

Sus escasos recursos económicos agudizan su creatividad. Con poco, exhiben un discurso estilístico coherente con su edad, su música y su personalidad.

Niñas cantantes
D.R.

Pubertad. Esa edad en la que las niñas reclaman la independencia de vestuario y cometen en su nombre verdaderos sacrilegios. Pero no es el caso de una nueva generación de jovencísimas cantantes que exhiben un savoir s’habiller más allá de los –escasos– recursos económicos, reflejo de su personalidad creativa.

¿Qué las inspira? «Tim Burton, Walt Disney y las creaciones de mi prima Rosario, que es diseñadora y cuyo nombre artístico es La Pelusa», explica e, la mayor de la formación cordobesa Prin Lalá. A sus 26 años es, además de corista del grupo, profesora de Historia Medieval en la Universidad de Córdoba.

El grupo formado por ella y dos de sus primas está en activo desde 2003. La vocalista es Macarena, de 22 años, recién licenciada en Magisterio Musical. «Isabel es la menor, tiene 14 años y hace los coros, aunque es muy tímida.

Ahora empieza a ver que su cuerpo cambia y quiere pintarse, ponerse eyeliner, llevar escote… Pero le decimos que todavía es muy pequeña. Y, claro, aprovecha el escenario para desinhibirse». Las tres preparan el vestuario para sus conciertos con mimo. «Vamos de negro, pero con un toque personal. Yo soy más vintage y llevo vestidos tipo años 50», cuenta Blanquita. «Macarena compra en mercadillos y se customiza la ropa, le da un rollo Tim Burton. Es un poco más gótica. Isabel sale de compras siempre que puede con nosotras, pero no hacemos grandes gastos».

Es una constante en la minimúsica española. Belize Nicolau, de 11 años, y Núria Muntaner, de 31, componen Oh! Cake and the Cookie. «Compartimos dos aficiones, la música y los dulces», cuenta Núria. «Cuando ensayamos, pensamos también qué nos vamos a poner en los conciertos, lo consultamos con la madre de Belize y vamos juntas de compras. Otras veces pensamos en prendas que ya tenemos. Nos gusta vestirnos igual». Si tienen un color en común es el rojo, aunque a la pequeña del grupo le encantan el azul y el turquesa. Con sus letras en inglés y en catalán han dado conciertos en la sala Apolo y han sido teloneras de Stereolab. «Belize responde muy bien», asegura Núria. «Su padre es disc-jockey, ha vivido la música desde antes de nacer».

Las niñas cantantes también revolucionan la escena internacional. La francesa Soko, con temas desgarradores en los que vuelca vivencias como la muerte de su padre cuando tenía cinco años, ha marcado un estilo melancólico que también se refleja en su vestuario. Con un toque romántico, sus sombreros y sus faldas plisadas se integran en el ambiente de Echo Park, el barrio hippie de Los Ángeles adonde se ha mudado. Igual de talentosa, la británica Birdy explota una cabellera larga y rojiza, que combina con vestidos vaporosos color maquillaje, pretendidamente naif.

Azealia Banks –nativa vital y culturalmente de Harlem (N. Y.)– se presentó con su primer disco, Seventeen, como una artista versátil, una habilidad que aplica también a sus estilismos: desde las trenzas infantiles, al grunge o el funky. Para algunas de ellas cantar es casi un juego y vestirse reproduce el ritual del disfraz con cuatro ingredientes: los colores fuertes, los vestidos de cortes ingenuos, la construcción de un personaje y la creatividad que exige un bolsillo que no puede permitirse piezas de grandes firmas.

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