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Martirio: «El chándal no es lo mío; ¿le sienta bien a alguien?»

Quiere montar una exposición con las obras de arte que pueblan su ropero: peinetas imposibles, vestidos irreverentes, mantones exquisitos y gafas de sol cuadradas.

Martirio
Gtres

Música y arte son sus compañeros de viaje desde hace años. Oculta sus ojos verdes tras unas gafas de sol que, con las peinetas, se han convertido en su seña de identidad. Ahora canta a los poetas iberoamericanos en el disco El aire que te rodea. Cuando se baja del escenario, se quita las gafas y se convierte en Maribel Quiñones. Y ya no la conoce nadie.

¿A quién se le ocurrió eso de salir a cantar con gafas y peineta?

A mí. La primera peineta me la hice con mi amiga Ana Fernández, la mujer de Kiko Veneno. En los años 80 muchos grupos usaban gafas de sol. Al sacarlas con una peineta reinterpretada estaba uniendo tradición y modernidad. Las convertí en mi seña de identidad.

Ahora, todo el mundo sabe quién es Martirio, pero supongo que al principio su imagen chocaría.

Algunas personas se identificaban conmigo, pero para otros… ¡era demasiado! En 1989 actué de telonera de Rocío Jurado en Madrid. Salí a escena con un traje hecho de pensamientos, una peineta de pensamientos, mis gafas… y un señor de la primera fila empezó a gritar: «¡Un poco de respeto!». Su mujer le dijo: «Déjala, Vicente… ¿No ves que está loca?». Y yo le contesté: «Que no, Vicente, que no estoy loca. Te lo juro por lo que tú no sabes».

¿Cómo es su armario?

Yo lo llamo ropero. El mío es como un cofre-hangar que contiene los dos chalets que no me he comprado.

¿Tiene guardado lo que se pone a diario junto a la ropa de actuar?

Digamos que la ropa está aparte, aunque en el mismo sitio. Todo junto pero no revuelto. Como Maribel y Martirio.

Su compra más disparatada…

Hace unos 10 años. En la Gran Vía vi una tela maravillosa en un escaparate con bordados y espejos. Era carísima. Estuve mirando y remirando hasta que me decidí y la compré. Me hice con ella un traje de actuación que es una joya. Lo bauticé como «el traje Klimt». Me costó, pero le saqué un partidazo. Yo a eso lo llamo hacer una inversión.

Una prenda que le hayan regalado.

Georgina Meneses, una cantante de Oaxaca, me regaló un rebozo mexicano con bordados preciosos. Finalmente, lo usé para hacer una cenefa en los bajos de un traje.

Para ir por la calle va…

Arreglá pero informal. Por la calle soy invisible. Cuando la gente ve a Maribel no reconoce a Martirio, y me alegro. A mí, fuera del escenario, me encanta pasar desapercibida.

¿Quién confecciona sus vestidos?

Yo intervengo en muchos de los diseños que llevo en el escenario. Me los cose mi modista, Lola Menor. El colectivo Fridor, de Sevilla, me ha hecho muchas cosas; mi peinetero, Andrés Martín, las mejores peinetas. Las telas me las tiñe Inma Costa. De Fernando Ligero tengo obras de arte, como un traje que me hizo con las sábanas antiguas de mi bisabuela. Tiene hasta sus iniciales bordadas con el mimo de aquellos tiempos. Ahora lo estoy usando en la gira de El aire que te rodea. Cantar los versos de Rubén Darío con telas que vivieron al mismo tiempo que él es muy emocionante.

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