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Los cuernos de Hillary Clinton (o la inquietud que despierta una candidata incómoda)

La cornamenta que le ha asignado la revista ‘Time’ en su última portada es solo una muestra de la campaña mediática que busca hundir las aspiraciones políticas de Clinton.

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HANDOUT (AFP/Getty Images)

Hace una semana la revista Time volvió a jugar con los mensajes subliminales que acostumbra colar en sus portadas. La extraña afición del semanario estadounidense por la letra ‘m’ de su cabecera para simular una cornamenta en la cabeza del personaje de turno cuenta con una larga lista de damnificados. La última víctima de este presunto ejercicio de manipulación es Hillary Clinton, posible candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos. En los últimos días, muchos medios de comunicación y usuarios de redes sociales han afeado el gesto a la revista, a la que acusan de favorecer la campaña de acoso que sufre la política.

El revuelo que ha provocado la imagen de Clinton obligó a Time el pasado jueves a desmentir la supuesta intencionalidad de la portada. “Cualquier similitud con un gato, un murciélago o los cuernos del demonio es una mera coincidencia”, afirmaron. Más tarde publicaron en su web una galería con 34 portadas previas similares a la de Clinton, como la de Margaret Thatcher en diciembre de 1990 o la del Papa Francisco en julio de 2013 –sus predecesores en el Vaticano tampoco pudieron esquivar la chispa diabólica del semanario–. En el caso del matrimonio Clinton, la ex secretaria de Estado y su esposo han padecido hasta cinco primeras planas de estas características. 

Pese a los repetidos desmentidos de Time, los expertos en semiótica visual llevan décadas descifrando el porqué de una práctica que se repite de forma esporádica en la publicación. La idea más extendida es la que afirma que la revista, independiente del tratamiento más o menos imparcial que pueda conceder al tema principal, muestra su antipatía por ciertos protagonistas obsequiándoles con unos cuernos. De esta forma consiguen presentarlos como seres viles y tácitamente pueden inclinar el criterio del lector. 

Portadas controvertidas de ‘Time’.

Time

Más allá de la manera en la que Time representa a Hillary Clinton, el reportaje que la revista le dedica en sus páginas interiores merece un capítulo aparte. “A la manera de los Clinton”, como se titula el tema, siembra la duda sobre el futuro de ese estilo político que tantas alegrías le ha dado al matrimonio. “Escriben sus propias normas. ¿Les funcionará esta vez?”, se pregunta el periodista David Von Drehle. “Junto a su marido, el 42º presidente de los Estados Unidos, Hillary Clinton es coautora de un universo político propio de una telenovela, donde los documentos oficiales se evaporan, las palabras son susceptibles de tener varios significados y los enemigos aprietan demasiado las tuercas. [En el universo de los Clinton] las mociones de censura pueden convertirse en una vía para obtener altos índices de popularidad y las derrotas ocasionales suelen marcar el inicio de la próxima campaña. Todas las leyes son aplicables a su caso; todas menos una, la ley de la gravedad”.

Time ofrece un retrato sobre dos políticos unidos por su extraña capacidad para sortear los embates sin esfuerzo. Recordemos los numerosos escándalos de los que han salido indemnes: los casos Lewinsky, Whitewater y Travelgate durante la presidencia de Bill, o la polémica surgida en 2012 tras el asalto al consulado estadounidense en Bengasi (Libia), donde murió el embajador Christopher Stevens. Hillary Clinton, que en ese momento ocupaba la secretaría de Estado, asumió toda la responsabilidad tras probarse que ya se conocía el riesgo que existía.

Hillary Clinton Testifies Before Senate Hearing On Benghazi Attacks
Chip Somodevilla (Getty Images)

Hillary Clinton en la comisión de investigación del senado estadounidense por el asalto al consulado de Bengasi.

Getty

Pero en las últimas semanas la polémica se ha cebado con la exfuncionaria, cuyos errores del pasado le han puesto en el punto de mira de los medios de comunicación. Al escándalo por el uso de su correo personal en la época en la que ocupó la secretaría de Estado, entre 2008 y 2012, se suma la polémica de los fondos extranjeros que ha recibido la fundación Clinton. Esos son, seguramente, los méritos que reconoce Time para concederle sus ya famosos cuernos.

Hay quien se pregunta qué se pretende con el hecho de convertir a Hillary Clinton en la diana de todos los disparos –la respuesta parece evidente–. O más bien, a quién beneficia. Faltan veinte meses para las elecciones presidenciales y los demócratas dan por hecho que será ella quien asuma la candidatura del partido, según ha revelado The New York Times. Por lo tanto, las miradas están puestas en los republicanos, quienes ya presentan a Jeb Bush como posible candidato –Donald Trump también se ha postulado como opción presidencial– y actúan como si la campaña electoral estuviera en marcha.

A un año y medio de la elecciones, los blogs políticos de corte conservador y la mayoría republicana en el Senado y la Cámara de Representanes han convertido a Clinton en el enemigo público número uno. Y todo apunta a que la batalla se recrudecerá en los próximos meses. Por el momento la aludida no ha dicho nada sobre su futuro. Pero por si acaso ya ha empezado a formar su propio equipo directivo para la contienda electoral –el último fichaje responde al nombre de Amanda Rentería, de origen latino–. Sus seguidores ya se han movilizado e incluso han lanzado una iniciativa para convertir a Bill Clinton en primera dama.

Por si los ánimos no estuvieran suficientemente caldeados, la cadena CNN publicó ayer una encuesta que otorga a Hillary Clinton un apoyo del 55% en intención de voto de cara a noviembre de 2016. Muy por delante del segundo, el republicano Jeb Bush, con un 40%. Probablemente no exista nada más parecido a una declaración de guerra. Si Clinton consigue salir viva de todo esto será un milagro.

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